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Primer Tributo: La carga del pasado. (Entrega)
Garret D. Evans
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Llegó al tercer piso tan rápido como sus trémulas piernas se lo permitieron y solo entonces pudo frenar su acelerada marcha, dándose cuenta de cuan conmocionado se encontraba después de la aterradora experiencia vivida allá afuera; sudor frío, temblores, frecuencias cardiaca y respiratoria aumentadas. Se merecía ese respiro, necesitaba recobrar algo de aliento y también recuperarse de la maldita impresión. Apoyó sin cuidado su espalda sobre la pared del pasillo y lentamente se sentó en el suelo, reflexionado sobre la anterior ocurrencia. Todavía tenía esperanzas de que pudiera tratarse de un mal sueño, pero aquel capullo de rosa roja y la herida recién cicatrizada en su dedo evidenciaban lo contrario. La lista de “sucesos sin explicación lógica” seguía creciendo.
Durante un breve momento pensó que a quien llegara a contarle lo ocurrido le llamaría loco, pero entonces recordó todo el alboroto e importancia por parte de los demás niños al asunto de los tributos… ¡Era miedo! ¡Y ese no era ningún juego!, o al menos no cualquier juego, era una sádica colecta de objetos. Entonces quizá no era el único que experimentó tales “alucinaciones”, el orfanato entero debía ser una pesadilla permanente, comenzó a preguntarse desde hace cuánto serían así las cosas y que hacían los adultos al respecto. Ahora le daba igual, no era ningún detective y no debía husmear en esos asuntos en su segundo día, tendría bastante tiempo para averiguar la verdad. Primero tenía que ocuparse de algo.
Tras ponerse de pie ya más tranquilo, se adentró en el pasillo en busca del afamado lugar donde debía hacer entrega del tributo, según recordaba haber oído, se trataría de alguna puerta de aquel solitario piso. Siempre desconfiado, en reiteradas ocasiones echó un vistazo por sobre su hombro mientras caminaba, pues ahí dentro, además de observado, se sentía perseguido. Apuró el avance hasta dar finalmente con una tétrica puerta de madera, un extraño cajón yacía adosado a ella.
-Aquí vamos- musitó, mirando a ambos lados del pasillo para luego depositar el diminuto capullo en la misteriosa caja. Luego esperó.
Durante un breve momento pensó que a quien llegara a contarle lo ocurrido le llamaría loco, pero entonces recordó todo el alboroto e importancia por parte de los demás niños al asunto de los tributos… ¡Era miedo! ¡Y ese no era ningún juego!, o al menos no cualquier juego, era una sádica colecta de objetos. Entonces quizá no era el único que experimentó tales “alucinaciones”, el orfanato entero debía ser una pesadilla permanente, comenzó a preguntarse desde hace cuánto serían así las cosas y que hacían los adultos al respecto. Ahora le daba igual, no era ningún detective y no debía husmear en esos asuntos en su segundo día, tendría bastante tiempo para averiguar la verdad. Primero tenía que ocuparse de algo.
Tras ponerse de pie ya más tranquilo, se adentró en el pasillo en busca del afamado lugar donde debía hacer entrega del tributo, según recordaba haber oído, se trataría de alguna puerta de aquel solitario piso. Siempre desconfiado, en reiteradas ocasiones echó un vistazo por sobre su hombro mientras caminaba, pues ahí dentro, además de observado, se sentía perseguido. Apuró el avance hasta dar finalmente con una tétrica puerta de madera, un extraño cajón yacía adosado a ella.
-Aquí vamos- musitó, mirando a ambos lados del pasillo para luego depositar el diminuto capullo en la misteriosa caja. Luego esperó.
Última edición por Garret D. Evans el Dom Abr 07, 2013 2:56 am, editado 1 vez
Pese a lo rústico que era el cajón, una vez que este recibió el capullo de flor, se cerró rapidamente, y quienquiera que estaba al otro lado, rápidamente sacó el tributo dejando de vuelta lo siempre acordado, cerrando la caja de golpe. Para el muchacho, siendo la primera vez estando de pie en uno de los juegos de la aristocrácia, la puerta solo vibraría por unos momentos. Para otros en cambio, aquellos movimientos eran la respuesta a su accionar, eran la calificación final de sus tributos, si habían hecho algo bien, acá recibirían su recompensa, por el contrario, si habrían obrado mal, el vacío correspondería sus esfuerzos.
El cajón vibró un poco más, y se escuchó un ruido como cuando alguien deja caer pequeños objetos. Para cuando el muchacho abriese la puerta del cajón, escontraría una decena de botones en el fondo del cajón, acompañado de un mensaje, escrito en un arrugado trozo de papel:
- I appreciate the life you've placed in my hands, although this is not yours -
Para cuando osase tomar el papel, este comenzaría a desaparecer, como en una especie de humo o niebla, la cual caería al suelo, y cubriría este con su denso color blancuzco por un momento, efriando el ambiente.
El cajón vibró un poco más, y se escuchó un ruido como cuando alguien deja caer pequeños objetos. Para cuando el muchacho abriese la puerta del cajón, escontraría una decena de botones en el fondo del cajón, acompañado de un mensaje, escrito en un arrugado trozo de papel:
- I appreciate the life you've placed in my hands, although this is not yours -
Para cuando osase tomar el papel, este comenzaría a desaparecer, como en una especie de humo o niebla, la cual caería al suelo, y cubriría este con su denso color blancuzco por un momento, efriando el ambiente.
Garret D. Evans
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El sepulcral silencio del pasillo le hizo creer que era el único ser viviente en todo el tercer piso, por eso, cuando el burdo cajón cerró tan violentamente, la súbita impresión le hizo retroceder un par de pasos hasta que su espalda dio de lleno contra la pared contraria. Le tomó un momento recuperarse y su acelerado corazón no era de ayuda, sentía que el pobre ya había sufrido demasiados sustos en un solo día y en cualquier momento colapsaría, pero sabía que si pretendía quedarse a vivir allí iba a tener que acostumbrarse a tanto sobresalto. Exhaló profundamente en un intento por aserenarse, presto a acercarse de nueva vez a la caja, la cual empezó a vibrar justo en ese instante, poniendo a Garret nuevamente en alerta. Finalmente, la agitación cesó luego de un rato y la pequeña compuerta se abrió, esta vez conteniendo algo.
Con desconfianza el muchacho se acercó y echó un vistazo dentro, encontrando varios botes junto a un papel. Miró a ambos lados antes de introducir su diestra, recolectar rápidamente los objetos y sacar la mano, no quería arriesgarse a perder uno o dos dedos con los bruscos cerrares de aquella puertecilla. Observó el puñado de botones, contando doce y desconociendo su finalidad, mas supuso eran señal de que no había metido la pata con lo del tributo. Después, leyó el mensaje escrito en el papel.
Apenas terminó de leer el extraño escrito, el papel se extinguió en una humareda proporcional, enfriando el ambiente y produciéndole un escalofrío al desconcertado chico en consecuencia. Repitió el mensaje para grabárselo en la cabeza, procediendo después a abandonar el lugar con paso apresurado, sin mirar atrás. Hasta el momento, ninguno de los mensajes leídos le hacía mucho sentido, sin embargo, tendría tiempo de sobra para reflexionar acerca de ellos.
Con desconfianza el muchacho se acercó y echó un vistazo dentro, encontrando varios botes junto a un papel. Miró a ambos lados antes de introducir su diestra, recolectar rápidamente los objetos y sacar la mano, no quería arriesgarse a perder uno o dos dedos con los bruscos cerrares de aquella puertecilla. Observó el puñado de botones, contando doce y desconociendo su finalidad, mas supuso eran señal de que no había metido la pata con lo del tributo. Después, leyó el mensaje escrito en el papel.
I appreciate the life you've placed in my hands, although this is not yours
Apenas terminó de leer el extraño escrito, el papel se extinguió en una humareda proporcional, enfriando el ambiente y produciéndole un escalofrío al desconcertado chico en consecuencia. Repitió el mensaje para grabárselo en la cabeza, procediendo después a abandonar el lugar con paso apresurado, sin mirar atrás. Hasta el momento, ninguno de los mensajes leídos le hacía mucho sentido, sin embargo, tendría tiempo de sobra para reflexionar acerca de ellos.
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