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Emriel Velour
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Fecha de nacimiento : 22/09/1934
"El Tributo de este mes es:
un doppelganger"
Así rezaba el raído cartel. Un trozo de papel aparentemente sin iportancia, con un singular dibujo ilustrando su contenido. A pesar de ser bien temprano en la mañana, y de que en el resto del orfanato la luz del alba penetraba dando cierta cálidez al lugar, frente a la caja de ofrendas en la última planta parecía que la noche aún se alzase soberana.
Hubo de esperar hasta el amanecer para atreverse siquiera a caminar en aquel lugar. Y eso que él ya no se consideraba un niño. Pero el temor que inspiraba ese lugar estaba más allá de las ilusiones infantiles de monstruos que acechan en las sombras. Era un miedo real. ¿Sería propio de la ubicación? Quizá no eran más que absurdas cabilaciones extraídas del joven que con paso trémulo avanzaba para cumplir con un ritual anterior a su propia llegada al orfanato.
En la puerta de madera alguien había incorporado una caja de tal modo que conectaba el estrecho pasillo que le daba acceso con la sala que ocultaba cerrada bajo llave. Un paso. Dos pasos. Tres pasos. El pulso del muchacho se aceleraba cuanto más cerca estaba de su objetivo. Finalmente se plantó ante la puerta. El tiempo parecía discurrir más lentamente en aquel lugar. Sacudiendo la cabeza, tratando de despejar las dudas que agarrotaban su mente, el chico respiró profundamente para serenarse. <<¿Por qué habría de preocuparme por semejante acción? ¿No es un juego, no participan todos? Entregaré la muñeca sin más, para poder bajar y tomar un buen desayuno. Las clases aguardan y no puedo tardar si no quiero ganarme una buena reprimenda.>>
Emriel lanzó una última mirada a la pequeña muñeca púrpura que traía consigo. No pudo evitar pensar en el absurdo de su conversación con el doctor que le ayudó a conseguirla. "¿Con eso juegan los niños de hoy?" le había dicho. Una media sonrisa afloró a sus labios. Sin más preámbulo abrió lentamente la caja. El sonido de la madera rozando se hizo perfectamente audible. Con cuidado depositó la muñeca en su interior y cerró el cajón.
Durante unos segundos quedó paralizado. En espera. ¿Esperando qué? Quizá que la puerta hablase, o tal vez que alguien al otro lado respondiese... puede que no ocurriese nada semejante, pero aún así el chico espero. Y si antes había tenido algo de prisa, ahora parecían no importarle los segundos que avanzaban lentamente, perdiéndose para siempre, como la memoria de aquellos que ya no regresarían.
un doppelganger"
Así rezaba el raído cartel. Un trozo de papel aparentemente sin iportancia, con un singular dibujo ilustrando su contenido. A pesar de ser bien temprano en la mañana, y de que en el resto del orfanato la luz del alba penetraba dando cierta cálidez al lugar, frente a la caja de ofrendas en la última planta parecía que la noche aún se alzase soberana.
Hubo de esperar hasta el amanecer para atreverse siquiera a caminar en aquel lugar. Y eso que él ya no se consideraba un niño. Pero el temor que inspiraba ese lugar estaba más allá de las ilusiones infantiles de monstruos que acechan en las sombras. Era un miedo real. ¿Sería propio de la ubicación? Quizá no eran más que absurdas cabilaciones extraídas del joven que con paso trémulo avanzaba para cumplir con un ritual anterior a su propia llegada al orfanato.
En la puerta de madera alguien había incorporado una caja de tal modo que conectaba el estrecho pasillo que le daba acceso con la sala que ocultaba cerrada bajo llave. Un paso. Dos pasos. Tres pasos. El pulso del muchacho se aceleraba cuanto más cerca estaba de su objetivo. Finalmente se plantó ante la puerta. El tiempo parecía discurrir más lentamente en aquel lugar. Sacudiendo la cabeza, tratando de despejar las dudas que agarrotaban su mente, el chico respiró profundamente para serenarse. <<¿Por qué habría de preocuparme por semejante acción? ¿No es un juego, no participan todos? Entregaré la muñeca sin más, para poder bajar y tomar un buen desayuno. Las clases aguardan y no puedo tardar si no quiero ganarme una buena reprimenda.>>
Emriel lanzó una última mirada a la pequeña muñeca púrpura que traía consigo. No pudo evitar pensar en el absurdo de su conversación con el doctor que le ayudó a conseguirla. "¿Con eso juegan los niños de hoy?" le había dicho. Una media sonrisa afloró a sus labios. Sin más preámbulo abrió lentamente la caja. El sonido de la madera rozando se hizo perfectamente audible. Con cuidado depositó la muñeca en su interior y cerró el cajón.
Durante unos segundos quedó paralizado. En espera. ¿Esperando qué? Quizá que la puerta hablase, o tal vez que alguien al otro lado respondiese... puede que no ocurriese nada semejante, pero aún así el chico espero. Y si antes había tenido algo de prisa, ahora parecían no importarle los segundos que avanzaban lentamente, perdiéndose para siempre, como la memoria de aquellos que ya no regresarían.
¿El silencio sera como tal?
Pregunto dado que un paso antes de subir las escaleras el muchacho era capaz de escuchar los ruidos propios del orfanato; niños levantándose, adultos en la cocina, etc. Luego mientras ascendía estos se iban apagando hasta dejarlo con el ruido de sus propios pies y una vez frente al cajón que chirrió solo una vez al cerrarse y abrirse solo le quedaban el sonido de la sangre bombeándose con fuerza y el de sus propias ideas... ¿Entonces nunca estamos solos del todo?
El sonido se extingue y no es lo único que lo hace.
Emriel seguía expectante cuando el cajón sonó dos veces como si algo o alguien lo golpease desde el otro lado.
Cuando la cajonera fuera nuevamente abierta en su interior esperaría un parche para el ojo envuelto en vendas usadas y una notita
Pregunto dado que un paso antes de subir las escaleras el muchacho era capaz de escuchar los ruidos propios del orfanato; niños levantándose, adultos en la cocina, etc. Luego mientras ascendía estos se iban apagando hasta dejarlo con el ruido de sus propios pies y una vez frente al cajón que chirrió solo una vez al cerrarse y abrirse solo le quedaban el sonido de la sangre bombeándose con fuerza y el de sus propias ideas... ¿Entonces nunca estamos solos del todo?
El sonido se extingue y no es lo único que lo hace.
Emriel seguía expectante cuando el cajón sonó dos veces como si algo o alguien lo golpease desde el otro lado.
Cuando la cajonera fuera nuevamente abierta en su interior esperaría un parche para el ojo envuelto en vendas usadas y una notita
"Felicidades eres el primero, mas no es tu Doppelganger el que nos ofreces, sino el de otro.
Aun así aceptamos tu ofrenda
La Diosa fortuna te sonríe"
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Emriel Velour
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Emriel leyó y releyó el mensaje que el cajón escupió. ¿Qué querría decir? ¿El doppelganger de otro? Pero no era momento de estar plantado ante aquel lugar. La situación en sí ponía al muchacho en tensión y no permanecería más de lo estrictamente necesario. Rápidamente tomó el objeto que acompañaba a la nota: Un parche... ¿Por qué un parche?
La idea de necesitar semejante objeto en el futuro no le agradaba en lo más mínimo, pero lo había recibido y lo tomaría. Así guardó parche y nota en uno de sus bolsillos, dió media vuelta y echó practicamente a correr. Bajó apresuradamente, sin importarle en lo más mínimo cuando chocaba contra algún objeto. Lo único que quería era alejarse rápidamente.
La idea de necesitar semejante objeto en el futuro no le agradaba en lo más mínimo, pero lo había recibido y lo tomaría. Así guardó parche y nota en uno de sus bolsillos, dió media vuelta y echó practicamente a correr. Bajó apresuradamente, sin importarle en lo más mínimo cuando chocaba contra algún objeto. Lo único que quería era alejarse rápidamente.
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