El Regreso (Priv. Dr. Charles Lutwidge)

El ligero contacto del profesor la tomó completamente fuera de base. En el preciso instante no supo que hacer y cuando su mente finalmente se dignaba a reaccionar ya la mano ajena se alejaba de nuevo. Instintivamente pasó sus propios dedos por el lugar dónde la mano del profesor había estado antes. Aquello sólo agregaba más confusión a su mareado cerebro. El era la primera persona con la que se topaba en el orfanato después del hombre que la había curado... ¡y ni siquiera había podido reconocerlo! Este sin embargo se comportaba de una manera sumamente familiar, incluso hasta amable. Ella no pudiera recordar que hubiera tenido una relación precisamente estrecha con el mayor y como el mismo había dicho... no había sido tampoco la más participativa durante las lecciones... En cuanto a la repentina caricia sobraba decir que hacía años que nadie hacía algo por el estilo... a menos de que se tratara de una de sus vícitmas, pero esos eran casos completamente a parte...

-No puede ser, Profesor... debe estar equivocado, talvez me está confundiendo con otra persona... -Sabía que aquello era demasiado irreal, ya que el hombre la llamaba por su apellido y este era gitano, por consiguiente también escaso. -Veame Profesor... -Estiró los brazos en cruz. -Tengo 19 años, no soy una niña como antes... -Se sentía idiota diciendo tal cosa, pero comenzaba a asustarse. ¿Acaso no lo notaba? Además había dicho qué la habían ido a buscar. Pero entonces... ¿la habían encontrado? Pero ella había aparecido ahí, después de aquel trabajo, después de la herida... ¿No podía estar soñando, cierto...? Sin pensarlo levantó su sudadera dejando su costado izquierdo al aire libre... para su alivio ahí estaba la herida, todavía con varios puntos y cicatrizando bien. Era real. ¿Se había vuelto el Profesor loco...?

Se sonrojó ligeramente... se había jurado dejarlo atrás, pero la tentación era demasiada. Pensar en árboles cargados de frutas y en hermosas flores de todos los colores la devolvía a tiempos más felices, a caminatas silvestres y a una vida sin sufrimiento. -Si... en especial los tulipanos y los arbustos de frambuesas... -Comenzaba a perderse en su memoria, ella desaparecía y la niña volvía. -Sobretodo cuando están bien esponjosas y tiñen los dedos... -Incluso su voz se volvía más suave y sus ojos brillaban un tanto con inocencia.

Sonrió entonces de forma abierta, ni siquiera le prestó atención a la advertencia que iba entrelazada con la invitación del Profesor. En esos momentos Cameron dejaba de ser Cameron, había retrocedido en el tiempo. -¡Si! Podemos recoger nueces o buscar madrigueras de conejos... -Tomó la mano del hombre que no llevaba el ramillete y lo haló hacia el portón sin que le importara el hecho de sólo estar en medias. Estas porsupuesto se mojaron por la humedad de la última tormenta...