~ El Fantasma de Canterville ~ (priv.)

- ¿Canterville? ¿Dónde estás? -

Rara vez alzaba su voz, más en este momento era imperante. Había un tono de urgencia implícito en ella. Josephine andaba de aquí para acá ataviada en su vestido galantemente de color chedrón, vaporoso, ligero y desde luego: discreto. Aunque era más sencillo de lo que normalmente portaba dentro de las paredes del orfanato, siempre lo usaba para las labores arduas a las que tenía que dedicarse, muy a su pesar... excepto la tarea de alimentar y pasear a su más fiel compañero, ese galgo afgano de pelajebicolor y mirada brillante... algo había de amenazador en ese animal, los niños le rehuían con constancia, era como si hubiera heredado la crueldad de su dueña, como si comprendiera el mundo a través de sus violáceos ojos.

- ¡Canterville! ¡Ven acá, me estoy cansando! -

Su entrecejo se frunció, haciendo evidente su descontento. En vez de aquéllos refinados guantes de encaje, ahora mismo usaba un par de hoscos guantes de trabajo, con tintura carmesí, asemejándose a sangre seca. No era raro, ya que en la diestra se aferraba a un jugoso corte de ternera, de esos a los que nadie - más que el can, claro - les podría hincar el diente. Josephine ocultaba su preocupación con enojo, aquél animal jamás faltaba a su llamado.

Jamás.

(Fe de erratas: en realidad Canterville es un galgo afgano y no un mastín como se ha dicho... mea culpa, debí verificar el nombre de la raza primero.)

vestimenta:

El dulce Canterville:

Esa sensación...

De ser observado. Era constante y sonante en aquél lugar, Josephine se lo atribuía a la ligera esquizofrenia que había desarrollado dentro de esos muros, claro está, ya que consideraba "vulgar" rebajarse a creer en fantasías dignas de la clase obrera... aún así, un escalofrío le recorría la espina dorsal hasta picar la base de su nuca, sobretodo ahora que llevaba la cabellera atada con un listón, formando una coleta que caía como cascada sobre su espalda.

Dr. Charles Lutwidge escribió:Valla espectáculo... Buenas Tardes Miss Lidell ¿Vuestro Canterville esta retrasado para su cita?

Dio un respingo y al poco se reveló el dueño de su paranoia y no era para menos descubrir al doctor dando un paseo vespertino acompañado de un libro, el cual Josephine hubiera husmeado cuidadosamente con una mirada evasiva, sin embargo, ahora mismo no estaba de humor ni para páginas ni para él. Lo fulminó con la mirada queriendo amenazarlo, algo curioso dada la diferencia en estaturas ya que debía alzar mucho la vista para toparse con la de él - y seguramente lucía curiosa allá abajo - pero eso no evitó que de todos modos lo castigara por su insolencia. Acto seguido, lo barrió con la mirada hasta llegar al piso y ver sus pies enlodados, negando en señal de desaprobación.

- Búrlate Charles, dudo que hayas apreciado algo así en tu vida. -

Su lengua viperina casi se asomaba, era clásico en ella herir a los demás con tan mordaces comentarios al estar enfadada. Como toda mujer, recalaba con lo primero que se le atravesaba en su camino.

- ¡Canterville! ¡Ven acá en este momento o verás! -

Quién sabe si amenazar a un animal sea eficiente, pero al menos a ella le funcionaba bastante bien... excepto en esta ocasión, claro. Fuera de la casona, rodeaba el lugar la espesa arboleda y de entre los muchos arbustos, se escuchó un ruido cercano, removiendo las hojas con violencia. Instintivamente, Josephine buscó refugio detrás de la imponente figura a su lado, mirando hacia ese punto en específico.

(Off: Si hay algo más inglés que el té, es el mastín, sin embargo no va con la psicología del personaje... imagina a charles con un poodle entre brazos!)

Dr. Charles Lutwidge escribió:Hace mucho aprecie a alguien.

Los susurros de Charles escapaban a propósito a la mente quisquillosa de la profesora, sin embargo no pudo omitir este en particular. Lo único que sí omitió, fue una respuesta, era de esa clase de cosas que... simplemente no se decía. Giró sobre su hombro y lo observó, de haber sido una mujer compasiva le habría regalado ese gesto, pero no, sencillamente le regaló su mirada por breves momentos, con la brisa vespertina meciendo su espeso flequillo. Continuamos con la escena.

Está de más decir que se sentía segura en el refugio de la alta figura, una clara muestra de confianza, quizá hasta de agradecimiento, sí, le correspondía en cierta manera. Ambos miraban hacia ese punto exacto, sin embargo, permanecieron inmóviles, aguardando... un gato. Adulto, atigrado entre negro y gris. Les regresó la misma desconfianza en la mirada, sin acercarse un centímetro más. Un aullido a lo lejos, suficiente para espantarlo, esfumándolo pronto de la escena.

- ¿Canterville? -

Pronunció esperanzada la mujer, mirando hacia la lejanía, intentando ubicar el sonido con su cabeza. Rápido abandonó la sombra del doctor y se encarreró hacia la reja de entrada, aquélla que recibía con carmines rosales.

- ¡CANTERVILLE, VEN ACÁ! -

Empujó la reja, sin cuidado de enlodarse las zapatillas, aún sin perder ubicación con la mirada. Estaba abierta, extrañamente, pero ella no se percató de tal detalle, su atención estaba enfocada en hundirse en la espesura de la arboleda, dispuesta a encontrar a su can... ¿no era ridículo su comportamiento? Tanta atención en un animal, era simplemente vaga.

Charles tenía más agudeza para notar, que ese no era el aullido de un perro. Era muy tarde, ella se había lanzado a la infructuosa búsqueda, mientras tanto, él pudo escuchar un chillido, cercano, claro: era Canterville, sí, ahí cobijado en la sombra, apenas si se asomaba su afilado hocico. Estaba aterrado, aquél animal vicioso por primera vez mostraba un miedo reverencial, gimoteando, casi compadeciente de su ama... todo el tiempo estuvo ahí y no fue para responder al llamado...

¿Qué había allá entonces?

Aprisa, aprisa, se hace tarde...

Hurdy-Gurdy escribió:- ¡AU, AU, AU, AUUUUUUU! -

Ya llevaba prisa en el paso, tanto así que no se percató a tiempo de la excéntrica figura que se le plantó en el camino, sin darle mucho tiempo a reaccionar, solamente alcanzó a dar un respingo y detenerse a escasos milímetros de distancia, rompiendo el esquema del espacio vital. Para Josephine el tiempo se tornó más lento, de nuevo ese escalofrío pero intensificado, su respiración se cortó de repente. Pestañeó, recobrando la compostura y retrocedió sobre sus propios pasos - todo este tiempo había estado mirando la intrincada corbata del hombre - pálida, nerviosa, desconociendo la causa de su reacción... Carraspeó, aclarándose la garganta y estuvo a punto de alisar su vestido - un gesto usual para calmar sus ansias - sin embargo se detuvo, recordando que tenía los guantes de trabajo manchoneados de sangre.

Habiendo sentido la presencia del doctor, buscó su seguridad y entonces se dedicó a mirar al extraño con suma retiscencia, sin saber cómo reaccionar ante tan peculiar figura, simplemente se limitó a la interrogante:

- ¿Quién es usted y qué hace aquí... "caballero"? -

Aunque tenía el porte de un noble, dudó en añadirle tal adjetivo, más su educación se lo imperó. Ladeó la cabeza, acusándolo con la mirada, la cual se paseó discretamente hasta dar con el llamativo objeto resguardado dentro de una funda, el cual escapaba a su conocimiento.

Tal aparición le robó la atención del objeto de su aprecio, Josephine lo recordó al sentir la sangre fresca aún goteando del corte de ternera que sostenía en la diestra. Estaba impaciente, pero algo en ese sujeto le impidió moverse más allá de la presencia de Charles.

Habiendo dejado atrás al doctor, lo abandonó a la suerte de su locura y lo supo al escucharlo aullar con su tan peculiar y grave voz de barítono. La mujer solamente atinó a negar con la cabeza y masajearse la sien, a veces - sólo a veces - la desquiciaba más de lo que ese orfanato sucio y podroso lo hacía.

Hablando de resquicios... en la escena que estuvieron a solas ella y el excéntrico, se volvió más extraño el panorama cuando se le dejó ir encima - al menos así lo vio ella - balbuceando cual vil demente:

hurdy-gurdy escribió:

- ¡Ca... ca... carne... yo... car... car... CARNE! -

- ¡¡IIIIKK!! ¡¡ALÉJESE, ALÉJESE!! ¡¡SHÚUU, SHUUUU!! -

Atinó a chillar como un ratoncillo, mientras se encogía de hombros y retrocedía sobre sus propios pasos, lanzando de "filetazos" hacia el extraño, casi como si blandiera en su diestra una poderosa arma, en un futil intento por proteger su integridad, una pobre reacción para una mujer que experimenta por primera vez tan agraviante acoso, fuera por lo jugoso del bistec o no.

Se tranquilizó solamente al sentirse cobijada por la presencia del doctor, quién caballerosamente se interpuso entre ambos, evitando que terminara bajo las garras de aquél lunático. Su pecho se agitaba afanosamente y sus orbes casi abandonaban su refugio en la cuenca, no podía creer lo que había pasado, aún lo asimilaba escuchando los susurros del doctor, los cuales vinieron muy, muy tarde...

Dr. Charles Lutwidge escribió:Mantén la Distancia. No se debe confiar en un hombre con corbata que baja del bosque... menos con este calor. Buenas Tardes ¿Importunamos vuestro camino?

No quiso bajar la guardia y acto seguido, permitió ser cobijada tras su sombra, atreviéndose a asomar solamente su cabeza para contemplar la conversación desde un lugar seguro.

hurdy-gurdy escribió:- Buenas tardes hermosa damisela, desconfiado caballero. Sabes que incluso los lobos salen de día cuando el sol reina en el cielo, no es por razón especial, sino que para apreciar eso que para algunos es un mito... así como la belleza de la damisela aquí presente -

Aludir a su belleza era un recurso barato, pero Josephine era una narcicista, siempre le resultaba satisfactorio que cualquiera reconociera su belleza, aunque también era una dama e internamente se infló como un pavorreal, pero tenía una reputación que cuidar ante todo.

Lo pudo haber dejado pasar, pudo haberlo hecho, pero no... fue entonces que el extraño individuo se atrevió a lanzarle un beso ¡como si se tratara de una mujer de whitechapel! Josephine se ruborizó por completo, más no fue pena lo que ahora se asomó en sus vasos capilares, sino furia. Lanzó el filete al piso y salió del cobijo de su protector para cerrarle frente y encarar a su "agresor", deteniéndolo en su nada apresurada carrerilla.

- ¡MOMENTO AHÍ, QUE HABLA USTED CON UNA DAMA! - claro, usó el amenazador dedo índice para sermonearlo, justo como hacía con los niños - ¡Para empezar, no soy una campesina que se deja encantar así como así, diríjase a mi como la se-ño-ri-ta que soy! Y para terminar, usted no tiene por qué estar aquí, esto es propiedad privada y usted es un invasor, si me da la gana, le llamo a las autoridades, así que ¡ATRÁS! -

Agitó el dedo y gritó esto último, incluso uno de sus mechones se le había ido un poco al frente. Quién sabe cómo hizo para decir todo eso y seguir respirando, pero ahora mismo se le veía bastante agitada. ¿Quién era el filete ahora?

No vio arrepentimiento alguno en la mirada de aquél hombre, sus orbes parecían tan vacias como un pozo abandonado a su suerte, e igual de abismales... no supo qué, pero algo en él la intimidaba, más Josephine se asemejaba a un animal herido el cual muestra más fiereza en tanto más amenazado se sintiera, así que le plantó frente hasta que sintió aquél enorme tacto envolver por completo sus menudos hombros, siseando su vaporoso vestido.

No volteó, sabía que él estaba cerca - estaba segura entonces. Su respiración comenzó a encontrar su ritmo, dejando de agitar al corazón, trayendo a la razón de vuelta ¿acaso no se había comportado como una salvaje ahora? Se recompuso los cabellos, alisándolos con la finura de sus dedos, pasándolos detrás de su pequeña oreja, la cual escuchaba atenta:

aeon escribió:Miss Lidell el desconocido camina en linea recta y sus pasos son seguros. Si bien se ve afectado por el clima y agotado, no luce agobiado por el desconocimiento del camino o una larga distancia de espera a su destino, habla con petulancia y familiaridad además de portar atuendos poco propios de un viaje por el bosque y su equipaje es pequeño, sin agua o provisiones... Este hombre pertenece al orfanato.

Claro que asomó sorpresa en el rostro, desplazando a la rabia. Charles era un agudo observador, ella jamás hubiera detallado tan íntimamente todo eso, pero ahora que lo mencionaba, tenía razón y por ende, recordaba cuánto respetaba la opinión de ese hombre y como gratitud a esa "deuda", recobró la compostura, dispuesta a disculparse y presentarse como era debido...

Sin embargo...

aeon escribió:Canterville... esta agazapado y lleno de miedo a pocos metros de aquí. Quizás sintió el familiar peligro antes que nosotros. susurró solo para ella.

Mentiría si negara que tanta cercanía hacia con ella por parte de un hombre la ponía nerviosa, era una invasión a la intimidad, sentir tan cerca el aliento, el aroma personal... tal efecto perdió su poder al caer en cuenta de aquéllas palabras, la mujer reaccionó, volteando a mirarlo, suplicando que eso fuera cierto y no una treta para alejarla del extraño ¿se podría confiar en este doctor? Es decir ¿el hombre qué era hoy? Quizá el de ayer, nunca el de mañana, pero ¿ahora?

Lo miró adelantarse para recibir al excéntrico viajero, haciendo uso de las buenas costumbres, luego de haberlo ofendido ¿luchaba por el honor de la dama o era una lucha de egos?

Hurdy-Gurdy escribió:- ¡¿Un beso por los aires y sientes desdichada tu pureza?! por Dios, hay mujeres que se desnudan y abren sus piernas para mí por menos que eso -

La diestra de Charles se quedó extendida en el aire, las aves revolotearon de nueva cuenta - no duró mucho su calma - y la mirada de Josephine se perdió, así como su rostro se tornó completamente rojo, abarcando incluso las orejas. No hubo reacción, parecía que ella no estaba en casa por ahora... habría que dejar mensaje.

Hurdy-Gurdy escribió:- ¡No soy parte del orfanato, soy solo un invitado de este que viene de vez en cuando! ¡Me pueden llamar Hurdy-Gurdy, mi verdadero nombre es algo que dejo a la sorpresa de la noche! ¡Adiós guapa, no olvides lo que te dije, lo han hecho por menos! -

No lo detuvo, no lo insultó, incluso sintió su roce al pasarla de largo. Solamente pudo seguirlo con la mirada, horrorizada de tanta vulgaridad, estupefacta ante tan asquerosa ofensa... ¿quién era ese individuo? "Hurdy-Gurdy" difícilmente era un nombre, al menos no el de un hombre...

The Walrus and The Carpenter", capítulo 2:

Charles reconocía esa mirada. Estaba lejos, ausente, ignorando aquél gesto vulgar que se repetía con más énfasis buscando ensuciar aún más el honor de la dama, pero esta hizo absolutamente nada, nada que no se limitara a quedársele mirando a aquélla "bestia". Ahora mismo para ella, se abría paso en el mar, con su piel negrusca y brillante, sus colmillos filosos llenos de la sangre de las ostras y su carnoso cuerpo dejando una marca a través del agua.

Desapareció. Josephine simplemente murmuró:

- Pobres, pobres ostritas... -

Tenía mucha sangre agalopada en la cabeza y finalmente se desmayó, como toda una dama, claro está: vaporosa y ligera, desvaneciéndose con elegancia. Había sido mucho para ella, probablemente nunca escuchó lenguaje tan soez o probablemente...

Hasta que el ente se largó de escena, fue que Canterville salió de su escondite, ladrando a punto de desgarrarse el hocico, hacia la dirección en la que el "demonio" huyó. Las hormigas comenzaban a tener un banquete "a tres cuartos".

(Off: Mi cierre de tema, que aunque breve, muy interesante. Un placer, caballero y... Hurdy ~)

(Off: No bajaste el telón, por tanto, improviso más tiempo en la escena ~)

El sabuedo gimoteó en cuanto el intruso se hubiera ido y a paso veloz buscó a su dueña, encontrándola en brazos del extraño al cual siempre le gruñía. Comenzó a ladrarle, queriendo defenderla, asomando los colmillos, frunciendo fieramente el hocico... el viejo Canterville. La dama era suave y cálida, su aroma vivaz picaba con fulgor la nariz y su cabello contenía el aroma de la limpieza... lejos, recaía entre tanto encanto el hedor de la sangre secándose en sus pesados guantes, los cuales se movían pendularmente como efecto de la relajación de los músculos y huesos. Nunca la había visto dormida, era una mujer tan joven y tranquila ¿qué hacía atrapada ahí? ¿dónde contenía un envase tan pequeño ira de tal magnitud?

Se tardó en recuperarse - menos mal que era tan ligera - y sus ojos se abrieron lentamente, mostrando el fulgorcillo violeta que sus pupilas contenían. El can gimoteó, buscando su mano y entremetió su afilado hocico entre sus dedos, tan manso como un cachorro. Josephine reaccionó tal cual el doctor lo esperaba, en cuanto se dio cuenta de lo que sucedía, se reincorporó apartándose suavemente, pero con prisa.

- Ejem, lo lamento doctor, debe ser este clima... No era mi intención. -

Se excusó, desde luego, no iba a aceptar nada de lo que por su mente había acontecido, ni siquiera maldijo naturalmente al maniático o preguntó por su paradero, solamente esperaba que estuviera muy, muy lejos y no volver a mirarlo. Se quitó los guantes y se alisó el vestido, acariciando a su fiel bestia, la cual movía la cola con una felicidad tan auténtica que daba envidia. Josephine evitó mirarlo o alzar el rostro siquiera, solamente dejó que Canterville reclamara su comida y enseguida se dirigió a la caseta, dispuesta a enclaustrarse en sí misma. También olvidó excusarse o despedirse, a veces era tan lejana... a veces, casi siempre.