Obsesión [Privado - Trama 1]

Los recientes acontecimientos mantenían al chico en vela... y tampoco es que los ruídos que sus compañeros hacían en el dormitorio le ayudasen a conciliar el sueño. Los nombres leídos en el libro que encontrara junto a Bluebell aún resonaban en su mente. ¿Charles Lutwidge el director? ¿Desde cuando? Debería investigar al respecto.

Entonces la escuchó. No es que caminase haciendo ruido, de hecho fue su sigilo lo que lo alertó. Cuando has vivido en la calle y te has visto obligado a dormir al raso te aseguras de saber distinguir esa clase de no-sonidos. Alguien se había levantado y parecía ser del otro lado de la cortina que separaba la zona de los chicos de la zona de las chicas. ¿Estaría muy mal ir a ver? Seguramente fuese una chica en su camino hacia el baño, o algo igual de normal y aburrido pero, ¿por qué no? De todos modos no podía dormir.

Con agilidad felina descendió hasta el suelo y tras esperar unos segundos para distanciarse abandonó la habitación. Bien se cuidó de que la maldita puerta no chirriase para delatarlo. En un principio tan solo quiso saciar su curiosidad: ¿Quién se habría levantado? Una mancha blanca se alejaba por los pasillos. Bluebell. ¿Casualidad? Podría ser. En cualquier caso ahora sí que se había despertado su instinto aventurero. ¿Iría hasta el escusado? De ser así se daría media vuelta en cuanto entrase... ya era bastante raro seguir a una chica en medio de la noche como para seguirla a los servicios.

Para su sorpresa no fue así. Ella encaminó sus pasos hasta la sala de costura. De todos los lugares del orfanato escogió ese. ¿Pensaba coser en medio de la noche? El balcón, la cafetería, la biblioteca incluso... cualquier sitio habría sido más apropiado. ¿Que había allí que llamaba la atención de ella? Emriel se acercó a la puerta en cuanto ella entró. Pegó su oído. Por desgracia apenas consiguió discernir nada. Bien cierto era que se movía en el interior de la habitación, pero, ¿Qué hacía? ¿Buscaba algo? Entonces todo sonido se detuvo.

Esperó. Pero nada cambiaba. ¿Qué hacía? Podía entrar y verlo pero... ¿No se enfadaría con él por seguirla en medio de la noche? "¿De qué hablas? No es como si le tuvieses que decir eso... y si se enfada quizá es porque te lo mereces" se dijo así mismo. En ocasiones no sabemos por qué hacemos las cosas. Movido por la curiosidad, por el deseo o por su propia obsesión, el muchacho abrió sigilosamente la puerta solo para ver a la chica contemplando la pared. Carraspeó para dar a conocer su presencia. El chico se mantenía en el umbral enarcando una ceja en gestoo interrogativo, ataviado tan solo con una camiseta ajada y unos pantalones a modo de pijama improvisado. Su cabello dorado se enmarañaba en torno a su cabeza, enmarcando sus ojos grises. No es que de día se peinase en exceso, pero al menos ponía un orden que desde luego ahora no existía. Ahora solo le quedaba esperar su reacción.

Bienvenida pequeña damisela ¿Que te trae a este lugar? y a estas horas... ¿No te has percatado que nuestros celadores recorren los pasillos buscando niñas solitarias como tú?
Báh ni parece que te importarse ¿No? pero mejor para nosotros, por ello el lugar está abierto para recibirte y a tu inesperado invitado.

El lugar se encontraba a oscuras, aunque a diferencia de otros lugares a oscuras de este sitio no se sentía asfixiante o ataviado, al contrario, estaba tranquilo y relativamente fresco -a pesar de su ventana y cortina cerrada- como para sentarse en la alfombrita del centro del lugar y dormir confiándose en la seguridad que aparentemente ofrecia.

Lamentablemente las maquinas estaban a resguardo, al igual que las cajoneras bajo llave para que ningún niño travieso estropeara las maquinas o robara cualquier pequeño objeto. Las agujas y alfileres son muy peligrosos. Quizás debamos repartir algunos y ver que pasa.

Si el papel continua siendo rasgado el mensaje grabado que alcanzará a leerse es


Otra vez la ultima palabra estaba cortada

Bluebell murmuró algo mientras miraba hacia la pared. Al parecer no había notado su presencia. Entonces se giró súbitamente hacia él y tras decir su nombre, quizá con un deje de sorpresa, volteó de nuevo hacia el muro y arrancó parte del papel pintado que decoraba la estancia. Al muchacho casi se le sale el corazón por la boca, ¿En qué estaba pensando ella? ¿Caminaría en sueños o algo así?

-¡Bluebell! -Susurró mientras entraba en el cuarto cerrando tras de sí la puerta -. ¿Por qué has...? -Pero su pregunta murió mientras la formulaba. Al situarse cerca de la mujer y dirigir la mirada hacia el estropicio lo comprendió. Él habría hecho lo mismo.

Las frases escritas en la pared danzaron en su mente: "Podemos verte y oírte. Incluso ahora mismo estamos observándote queña Bellsy. ¿Que buscáis a estas horas tú y tu amiguito Emriel escondido detrás de la puerta?"

Era suficiente. El chico obligó a sus ojos a abandonar la lectura de lo que le parecía más un epitafio que cualquier otra cosa. "¿Pero qué demonios? ¿Cómo sabe la pared que...? ¿Cómo diantres sabe algo la pared?". La mente del chico marchaba con total celeridad, la sala parecía dar vueltas a su alrededor. Pero no era una ocasión propicia para desmayarse. Cerró los ojos, respiró hondo y manifestó su pregunta:

-¿Qué es eso Bellsy? -Por supuesto no esperaba que ella supiese más del asunto... pero debía preguntar igualmente. Su rostro ahora sereno contrastaba con el sonido de su voz. Una voz temblorosa, baja, indecisa... ¿Pero quién podría mantener la calma ante algo así?

No esperaba explicaciones. Ya no, puesto que no las necesitaba. Cuando ocurría algún evento tan extraño como aquel, el muchacho solía dejarse llevar. Arrancar el papel de la pared, ¿Qué importancia tenía? Si con ello podía revelar aunque solo fuese parte del misterio. y si algún adulto, en su justa administraón de castigos, tras descubrirles los condenaba a las más abyectas tareas de limpieza o las más ingratas labores, buen precio estaría pagando por saber parte de la verdad.

Conforme ella retrocedía, horrorizada tal vez ante las palabras que manaban de tan siniestro interlocutor, se acercó hacia el joven. Temblaba. No era de extrañar, él también. Entonces se escuchó. Pasos irregulares. ¿un chico que pretendía gastarles una broma de mal gusta? Que Dios así lo quisiera, pues las otras opciones resultaban inhumanas.

Golpe. Golpe. Golpe. Así se identificaba el pesado caminar. Entonces el algo olisqueó bajo la puerta, como si de un perro de presa se tratase. Bluebell tomó con fuerza la mano del chico. Él respondió a su gesto apretando a su vez la mano de la muchacha. Los nudillos de su puño libre enblanquecían a causa de la fuerza aplicada en su cierre. Los labios del chico se convirtieron en una fina línea y las primeras gotas de un sudor frío perlaban su rostro. Ella llevó su índice a su propia boca en gesto de silencio. No era necesario, jamás osaría hablar en semejante situación.

Ella comenzó a retroceder, preparada para esconderse. Tratando de llevarlo con él. Pero no era apropiado. Si ambos se escondían en el mismo lugar quizá ninguno sobreviviese.

-Escóndete -Articuló con sus labios mirando a la chica a los ojos sin emitir sonido alguno. Con suerte ella identificaría la palabra. Dicho esto dejó con amabilidad la mano de ella mientras se introducía bajo la mesa. El chico comenzó a mirar en derredor buscando desesperadamente un arma, o cualquier cosa similar. también sería apropiado encontrar una gran manta, sábana, o una tela de tamaño suficiente para que al lanzarla sobre la mesa ocultase por completo a su compañera. De ser así taparía a su amiga para ocultarla del ente.

Puede que sus actos pareciesen valientes, pero él los llevaba a cabo casi sin pensar, movido por una suerte de instinto de supervivencia adquirido en algún lugar incierto. Su cara estaba lívida a causa del miedo. Sus manos temblaban, incapaces de mantener cierta firmeza. Escalofríos recorrían su espalda. pero debía resistir. No podía dejarse llevar por el pánico. En cierto modo la idea de la muerte resultaba lejana. ¿Podría tocarle a él la gélida garra de la dama? ¿Sería el Cielo tal como siempre había oído? ¿Estaría él allí... esperándole? Al pensar en la figura que marcó su pasado el chico lanzó una nueva mirada hacia su amiga. ¿Y ella? Parecía tan frágil, seguramente el propio Emriel no daba mejor impresión. A pesar de la situación Bluebell se afanaba, desde su posición, en continuar desvelando el misterio de la pared. ¿Tenacidad? No pudo evitar que una sonrisa aflorase en su rostro y durante un segundo su corazón se encontró en paz.

Ya perdió en una ocasión a alguien a quien amó. no estaba dispuesto a revivir la experiencia. Si debía caer para que ella se salvase al menos que a su espíritu le fuese dado el don del Paraíso. tomar tan grandilocuentes resoluciones era fácil ante un enemigo incierto, ¿Qué ocurriría si la cosa entraba? ¿Sería capaz de mantenerse firme en su postura?