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Mary Guertena
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Fecha de nacimiento : 27/04/1918
Los niños buenos siempre van a la cama temprano. Era una noción que Mary, tenia muy bien asumida a su edad. Aunque claro, de vez en cuando se quedaba un poco mas tarde despierta, aunque siempre en su cama. Por alguna razón ya cuando notaba, que debía de prender las lámparas para que se iluminara su camino, no era muy bueno andar por allí. Si bien sabe, que en teoría, nada debería de poder pasarle en donde estaba, era también, muy consciente de que de noche pasaban cosas. Los monstruos existían, aunque por suerte, o al menos de momento, jamás le habían tocado estar bajo su cama. Sabia, que lo único que iba a encontrar bajo su cama, serian su caja con su equipo de costura. Y eso al menos la hacia dormir tranquila, además de que claro, jamás estaba sola. Muy distinta seria la historia, si al mirar a algún lado, no viera los bultos que hacen los cuerpos de sus compañeros de orfanato.
Siempre dando las buenas noches a todos sus “hermanos” mayores, se dirigía a su cama, donde se arropaba para dormir, hiciera frió o calor. Sobre su cama, siempre dejaba la ropa que usaría al día siguiente, bien tendida y bien al fondo, cosa que no la tirara de llegar a moverse mientras dormía. Odiaba tener que caminar hasta la cómoda cerca de la puerta para encontrar sus vestidos, justo cuando los demás buscaban sus prendas. Ademas, se ahorraba tener que tocar el suelo helado con sus pies sin medias hasta casi la entrada. No quedaba demasiado lejos, pero siempre existe una pereza increíble cuando se sale de la cama, aunque esta no este muy cómoda, ni aunque afuera este muy frió. Ademas, los niños a veces eran un poco bruscos al momento de buscar sus cosas. Preferia tener las suyas por separado, aunque le costara una que otra arruga sobre la falda de su vestido.
Cerraría los ojos, y solo su nariz dejaba escapar de entre las sabanas para conciliar el sueño. Esa noche no había sido muy diferente de las demás. O eso hubiera creído hasta casi el amanecer, cuando un sonido por los altos parlantes la despertó. El sonido metálico casi inhumano que se proyectaba por todo la habitación era un poco escalofriante al comienzo, pero ya no le tenia miedo, mas si respeto, mucho respeto. La voz es muy conocida para Mary, y no es de menos. Es de su “mayor de los mayores hermanos”, es decir, el Príncipe Nicholas, el Príncipe Oso...
Los ojos de Mary se abren grandes, sin ver absolutamente nada mas que oscuridad, mientras escucha atenta y se acurruca mas entre sus cobijas. Finalmente oye la petición de esta ocasión, lo cual la deja un poco pensativa.
-¿Un corazón? ¿De donde sacare uno? Y encima mío… ¡Creo que tengo uno solo además, y no puedo vivir sin el…!- Pensaría, mientras sus ojos intentan cerrarse una vez mas. No sabe si lograra conciliar un poco de sueño antes del amanecer, pero, cerrar los ojos le ayuda a pensar. Seguramente sus príncipes se refieren a algo más cuando le piden “su corazón”. Una idea un poco vaga empieza a formarse en su cabeza llena de cabellos dorados, antes que sus ojos se cierren para dormitar de nuevo.
Debería de pensar muy bien como es su corazón, antes de poder entregarlo. Debe de saber exteriorizarlo. Pero esta tranquila. Tiene lo que necesita para poder hacerlo. Ahora solo aprovecharía los minutos que le restan, antes de comenzar una nueva jornada. Si no se equivoca, mañana tendrán clases. Bien, hace mucho que no aprendía algo nuevo...
Siempre dando las buenas noches a todos sus “hermanos” mayores, se dirigía a su cama, donde se arropaba para dormir, hiciera frió o calor. Sobre su cama, siempre dejaba la ropa que usaría al día siguiente, bien tendida y bien al fondo, cosa que no la tirara de llegar a moverse mientras dormía. Odiaba tener que caminar hasta la cómoda cerca de la puerta para encontrar sus vestidos, justo cuando los demás buscaban sus prendas. Ademas, se ahorraba tener que tocar el suelo helado con sus pies sin medias hasta casi la entrada. No quedaba demasiado lejos, pero siempre existe una pereza increíble cuando se sale de la cama, aunque esta no este muy cómoda, ni aunque afuera este muy frió. Ademas, los niños a veces eran un poco bruscos al momento de buscar sus cosas. Preferia tener las suyas por separado, aunque le costara una que otra arruga sobre la falda de su vestido.
Cerraría los ojos, y solo su nariz dejaba escapar de entre las sabanas para conciliar el sueño. Esa noche no había sido muy diferente de las demás. O eso hubiera creído hasta casi el amanecer, cuando un sonido por los altos parlantes la despertó. El sonido metálico casi inhumano que se proyectaba por todo la habitación era un poco escalofriante al comienzo, pero ya no le tenia miedo, mas si respeto, mucho respeto. La voz es muy conocida para Mary, y no es de menos. Es de su “mayor de los mayores hermanos”, es decir, el Príncipe Nicholas, el Príncipe Oso...
Los ojos de Mary se abren grandes, sin ver absolutamente nada mas que oscuridad, mientras escucha atenta y se acurruca mas entre sus cobijas. Finalmente oye la petición de esta ocasión, lo cual la deja un poco pensativa.
-¿Un corazón? ¿De donde sacare uno? Y encima mío… ¡Creo que tengo uno solo además, y no puedo vivir sin el…!- Pensaría, mientras sus ojos intentan cerrarse una vez mas. No sabe si lograra conciliar un poco de sueño antes del amanecer, pero, cerrar los ojos le ayuda a pensar. Seguramente sus príncipes se refieren a algo más cuando le piden “su corazón”. Una idea un poco vaga empieza a formarse en su cabeza llena de cabellos dorados, antes que sus ojos se cierren para dormitar de nuevo.
Debería de pensar muy bien como es su corazón, antes de poder entregarlo. Debe de saber exteriorizarlo. Pero esta tranquila. Tiene lo que necesita para poder hacerlo. Ahora solo aprovecharía los minutos que le restan, antes de comenzar una nueva jornada. Si no se equivoca, mañana tendrán clases. Bien, hace mucho que no aprendía algo nuevo...
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