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Mensaje por Dr. Charles Lutwidge Lun Feb 18, 2013 6:02 pm

Era temprano en la mañana. No tan temprano como para que la gente del lugar no hubiese desayunado ya, pero temprano como para comenzar una jornada de cualquier cosa... mas! mas ahí estaba. De pie dibujando con tizas el pulcro pizarrón, elevando una ligera nube de polvo de colores mientras formaba los trazos y rellenaba con el mismo polvillo la figura bidimensional de un enorme corazon humano, con sus arterias y venas principales diferenciandolas con tiza azul y roja mientras hacia a su costado una lista con los nombres de cada una.

El lugar estaba oscurecido por las cortinas, a penas y habia algo de luz de sol para mirar la pizarra, pero el fondo de la habitación se envolvia en oscuridad. Solo un poco más y podría ir a acomodarse al rincón con sus viejas amigas la familia de arañas... y Voilá! el pizarron estaba listo, el dibujo hecho, la lista de partes e incluso el titulo de la clase de hoy...

"El Corazón"

Rapido como una liebre se escurrió por entre los pupitres dando brincos hasta la acogedora oscuridad, sentandose al lado de los libros, a un lado de las enormes telas de araña que adornaban la esquina, sentandose y descanzando del despreciable sol que iluminaba la mañana...
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Mensaje por Emily Sheppherd Lun Feb 18, 2013 6:52 pm

Despertarse temprano era algo natural en ella desde hacía mucho tiempo –desde los nueve años en realidad- por lo que no supuso ningún problema esa mañana estar de pie un poco antes de lo planeado. Tomó un baño rápido y pasó un buen rato cepillando su cabello cuidadosamente hasta dejarlo brillante y bonito como le gustaba. Su ropa era algo vieja pero estaba limpia y bien cuidada. Se colocó lo de siempre: la falda, la blusa, las calcetas y los zapatos, la corbatita y el chaleco, amén de la ropa interior en regla. El atuendo lo coronó su prendedor con forma de flor por sobre su oreja izquierda, apartándole un poco el cabello de esa parte de la cara. Terminó, mirándose al espejo para sonreír un poco…
Miró a un lado y al otro para asegurarse de que nadie la observaba y volvió a ver el espejo. Puso una cara de atención, con un lápiz sobre su oreja. Fingió levantar la mano para responder una pregunta. Se colocó el lápiz bajo la nariz, apretándolo con el labio superior como si fuera un bigote y puso cara de pereza.


-Ju, ju, ju –rio suavemente con sus mejillas algo coloreadas.

Las clases no la emocionaban especialmente, pero admitía que esperaba fuera un buen día para variar. Recordaba vagamente las lecciones que Miss King, su profesora particular, le daba en casa. Siempre le obsequiaba chocolates y le leía cosas muy lindas y tenía el don de hacer todo muy interesante. De manera muy tonta esperaba que todo fuera algo parecido. Incluso, muy en el fondo, esperaba ver a una Miss King joven y bonita, o al menos una mujer idéntica.

Tomó sus cosas: su fiel pluma en su bolsillo delantero de la camisa –bajo el chaleco- y dejó el lápiz en su lugar para ir a clases. Se alisó la ropa con la mano y salió caminando con tranquilidad rumbo al aula de la clase. Sonreía alegremente, pero de camino no se encontró con nadie.
La oscuridad del pasillo y del orfanato en general mermaron un poco su alegría primigenia. Cuando ya había llegado a la puerta no sonreía tanto, pero aún se sentía contenta. Tocó con sus nudillos y abrió despacio.


-Buenos días… -vacío.

Era la primera en llegar. Entró despacio y miró al pizarrón al dibujo de un corazón bastante detallado. Hizo ademán de retroceder un poco, algo asqueado. Era tan realista que le inspiraba temor. Aguardó un instante y miró hacia la puerta para asegurarse de que nadie entraría por el momento. Alargó su mano y tomó la tiza para dibujar rápidamente un pequeño corazoncito tan rápido como pudo. Era diminuto, en una pequeña esquina, apenas perceptible. Sonrió y se sentó en un banco a aguardar. La luz del día que entraba por la ventana iluminaba un poco su rostro y su cabello mientras aguardaba llegara alguien más..

No se había percatado del hombre sentado en la oscuridad.

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Mensaje por Jean Paul Applewhite Mar Feb 19, 2013 2:11 am

La mañana había comenzado. Se trataba de un nuevo día en aquél extraño lugar, que tantos recuerdos olvidados buscaba traer a mi mente. Como muchas veces, había despertado muy temprano y con algo de jaqueca, pero me conocía, y sabía que pronto el dolor mitigaría, dejando paso nuevamente a aquella oscuridad que, desde que pisé el orfanato, me seguía como una sombra. Día y noche, incansable e ineludible. La sombra de los recuerdos que luchaba por traer de vuelta, pero que se rehusaban a responder. Me levanté de la cama con tranquilidad, tomé algunas ropas, sabiendo que aún tenía tiempo, y con todo aquello y mis útiles de aseo, partí al baño.

Durante el camino los pasillos parecían encerrarme, oprimirme... traer nuevamente la oscuridad mientras mi mente vagaba por el anuncio de aquella mañana. Un corazón... un corazón... mi propio corazón... ¿Como podría llevarles mi corazón? Si lo entregara, moriría... Mi mente se hallaba apabullada. Parecía sentir como poco a poco toda mi existencia se iba hundiendo en la oscuridad. Abrí tranquilamente el agua helada de una de las regaderas, quedando desnudo para entrar bajo esta. De pronto la jaqueca comenzó a disiparse, como siempre lo hacía con aquellas temperaturas, y con ella también muchas cosas que antes se hallaban nubladas por la oscuridad. Salí del agua con suma tranquilidad, y mientras me secaba y vestía, mi cerebro comenzó a trabajar. "Primero... ¿quién es el que habló por el altavoz? Segundo. ¿Un tributo? ¿Y un corazón? ¿Qué clase de tributo era aquél? Tercero... Su forma de hablar. ¿Lacayos? ¿Sirvientes? ¿Demostrarnos nuestro amor? Ese tipo... se cree alguna clase de príncipe o majestad... y si tiene el poder para usar los alto parlantes, entonces... será mejor que lo complazca ¿no?" Fue allí cuando mi mirada se iluminó, mientras salía del baño, ya vestido y peinado, caminando hacia la habitación. Todo parecía muy confuso, pero si estaba seguro de que algo debía hacer... era complacerle.

Un segundo fue todo lo que necesité para entrar, dejar mis cosas ordenadas, sacar mis lentes y volver a salir con ellos colgados del bolsillo superior de mi camisa. Ahora nuevamente me hallaba en el pasillo, camino a la sale de clase, ya más tranquilo con la poca luz que entraba por las ventanas, aunque siempre alerta... si un hombre podía llegar sin que lo escuchara ¿qué más podía suceder? Mientras caminaba, esperaba, con total desinterés, a saber quien sería nuestro profesor, de que se trataría la clase y... - Mon dieu... - se escapó la exclamación de mi boca al entrar al salón de clases y observar el increíblemente realista corazón. Mi mente olvidó por un momento todo lo que pensaba, concentrándose solo en aquello... y en las palabras que el alto parlante había proferido aquella mañana:
"Y que mejor manera de demostrar lo que yo pido,
Lacayos míos,
Que regalándome su corazón..."
Mi corazón se detuvo unos segundos, mi respiración se cortó y solo mi mente logró funcionar. "¿Es posible que sea una coincidencia...?" Negué suavemente, debía despejarme, ese lugar me tenía mal, y... bajaba la guardia por momentos.

Caminé unos pasos por la oscura habitación, volviendo a mi aire natural, para notar que había alguien la habitación. Se trataba de una chica. Le observé con tranquilidad y, tras unos segundos, sonreí amable y despreocupadamente, haciendo un cortés gesto con la cabeza, y sentándome en uno de los pupitres. - Buenos días.

Si tan solo hubiera notado la otra presencia... quizás todo fuera diferente.
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Mensaje por Mary Guertena Mar Feb 19, 2013 1:48 pm

El sol se filtraba por las ventanas del orfanato, calentando un poco el ambiente que siempre estaba frió, y por demás oscuro. Podía encontrar ya casi como una postal un tanto melancólica, como el polvo se visualizaba a trasluz por el sol que se proyectaba a través del vidrio. Y luego, la absoluta oscuridad, hasta que nuevamente aparecía una ventana que iluminaba de nuevo el pasillo. Un poco monótono, un tanto escalofriante, pero sin dudas ya era ese su hogar. Y lo amaba tal cual como era, aunque los inviernos fueran helados, y el olor a moho se mezclara cada tanto con aroma a rosas en frente de la recepción. Aunque lo mas seguro que se asomaba entre tantos aromas, era el de la propia designación de la pequeña rubia que camina por allí. Resignación de la cual aun no era consciente, por eso misma era capaz de sonreír. Porque no quedaba de otra. Llorar o suspirar no iban a hacer de ningún modo al día más ameno, ni que decir la eternidad por la cual estaba condenada al lugar. Una ignorante de su propio destino con todas las palabras.

Había desayunado temprano, con mayor velocidad que la mayoría de las veces. El anuncio de la madrugada la había dejado un poco despabilada, preparada para vestirse rápido, peinarse, y tener todos sus preparativos a tiempo. Quizás un poco más temprano de lo que debía. No era un inconveniente alguno. Es mas, había estado pensando como podrir preparar las cosas que se le habían pedido. Tenía un mes, aunque estaba más que segura que iba a necesitar menos de una semana para hacer lo suyo. Ya poseía mucho tiempo en la vieja casona del bosque, y a pesar de que su edad era un impedimento para muchas cosas, como el mismo hecho de que fuera una simple huérfana; la experiencia de su estadía allí, cambiaba muchísimo al panorama. El diablo mas sabe por viejo que por diablo, y era un dicho que podía aplicarse a Mary, aunque seguro era de las mas jóvenes del lugar. Y aunque su apariencia tan dulce no inspirara a pensar que dentro de su cuerpo, pudiera esconderse una de las criaturas más egoístas que estas paredes pudieran haber visto.

-¡Muy buen día a todos!- Saludo radiante, a sus dos “hermanos” mayores que se encontraban ya en el salón. Parecían un tanto aturdidos, y ella pudo notarlo un poco. No quería molestarlos mas, cuando dando tres pasos hacia dentro de la habitación, lo vio. Un corazón dibujado, con sumo detalle. O eso pudo deducir, puesto que el titulo de arriba lo decía “El corazón”. Mary jamás había visto un corazón antes, un corazón como, aparentemente eran en realidad. Y la verdad, poca forma tenia con el corazón que en su imaginación siempre estuvo. No le extraño en lo absoluto, aunque quedo absorta en el dibujo por unos cuantos segundos. ¡Realmente el corazón era feo! Un vago recuerdo se asomaba en su mente. “La gente se preocupa mucho por su apariencia, porque por dentro somos todos igual. La sangre es roja para todos, Mary. Y algunas personas no pueden tolerar la idea de tener que compartir algo tan intimo con el resto del mundo” supo decirle alguna vez su padre, mientras tallaba unas estatuas sin cabeza. Estaba más que segura que había intentado explicarle un poco más, el significado de aquellas esculturas, pero no lo recordaba, y ciertamente, tampoco lo entendía.

Sacudió su cabeza, intentando apartar un poco los recuerdos. Eran un tanto dolorosos, y simplemente no quería estar mal. Sus dos hermanos ya estaban copiando las cosas en sus cuadernos, cuando cayó en cuenta. Si estaba ya lo de la clase, seguramente también estaba el profesor. Afilo su mirada, acercándose un poco a los pupitres del fondo. No tanto como para llegar hasta allí, sabía que había una telaraña con una GRAN araña. Lo vio, sumido en tinieblas, como casi siempre solía estar.

-¡Buenos días profesor!- Saludo con ánimos pero sin ser escandalosa. Siempre le habían dicho que se debía saludar cuando se llegaba a un lugar, y ella cumplía. Ahora simplemente retrocedería rápidamente hacia los pupitres de adelantes, en donde llegaban algunos rayos del sol. La luz era cálida, y solo reavivaba la brillante cabellera de la chica. Un pequeño rayo de luz encerrado en una jaula miserable.

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Mensaje por Lynette Bloom Mar Feb 19, 2013 8:05 pm

Lynette despego la nariz de la almohada y miro a su alrededor notando que algunas de sus vecinas y vecinos ya se habían levantado , y aunque estaba muy a gusto ahora le tocaba a ella salir de la cama. Lo primero que hizo fue ducharse, aunque precisamente no le gustase el agua helada por la mañana le servía para quitarse de encima la pereza y estar pulcra para la clase. La joven no era de aquellas niñas que se preocupaban excesivamente por su apariencia, pero siempre había estado atenta su aseo así como tener sus cabellos rojos en orden y sus ropas limpias. El baño no fue muy largo y pronto salió en dirección hacia el Comedor.

Trotó por los pasillos suavemente y atravesó el Patio Interior en su camino, se cruzo a muy pocas personas y más que nada estos iban saliendo de la Cafetería ¿A caso iba atrasada? Esperaba que no, no le gustaba llegar tarde pero tampoco muy temprano. Una vez en el lugar no se detuvo mucho solo tomo una hogaza de pan y un brebaje caliente, de hecho comer en exceso en la mañanas hacía que su estomago se arruinara y hablando de órganos... ¿Un corazón? El mensaje del Príncipe había llegado aún más temprano por la mañana y no estaba del todo segura de si había sido un sueño o en realidad lo había escuchado ya que volvió a quedarse dormida, pero ahora estaba segura. El tributo de este mes era un Corazón, su Corazón... ¿Como podría entregarle su Corazón a los Príncipes? ¿Sería de manera metafórica o figurada? Si fuese eso último eso complicaba un poco las cosas... En todo caso ahora no tenía mucho tiempo para pensar en eso.

Se puso de pie, no si antes limpiar sus manos y grilletes si es que en ellos quedaban migas, y luego fue por el pasillo que rodeaba el Patio Interior para llegar al Salón de Clases. Al entrar se detuvo en la puerta mirando hacia donde estaban las mesas de los alumnos. -Buenos días.- Dijo suavemente con un poco de timidez, entonces notó que una de sus compañeras había descubierto antes que ella al profesor escondido entre las sombras del rincón del aula y se acercó a ellos, o más bien a él. -Buenos días Doctor Charles.- Su forma de referirse a él muchas veces dependía de sus ánimos. Y una vez termino con los saludos se fue a sentar en los pupitres de detrás, donde el Sol no daba directamente y tampoco estaba cerca del que tenía un nido de arañas, tanto estás últimas como el Sol eran un disguto para Lynette, especialmente durante la mañana. -Como odio las mañanas...-
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Mensaje por Dimitri Miér Feb 20, 2013 12:18 pm

Luego de su entrada al dormitorio el joven Dimitri se recosto unos momentos en su cama para poder relajarse, pasaron unos minutos y vio levantarse a un chico entonces recordo que hoy habian clases ~Demonios~ susurro para no llamar la atencion de nadie mas en el dormitorio, luego se lenvanto fue a las regaderas y tomo una corta ducha claro era para sacarse la suciedad del dia anterior, una vez echo esto se vistio rapidamente y volvio a maldecir puesto que no tenia lapices, bueno despues se conseguiria uno o por lo menos eso penso mientras salia de la habitacion.

Se puso en camino a paso rapido cuando recordo que iba a tomar desayuno cuando se encontro con ese hombre asi que asi como salio de la habitacion se encamino a los comedores y por suerte no se encontro a nadie tomo un trozo de pan y un te, luego de desayunar rapidamente limpio su lugar y se puso en marcha puesto que no queria llegar tarde sabia que la impuntualidad se pagaba caro.

Cuando estuvo frente a la puerta miro hacia los lados para ver si se acercaba alguien mas pero no logro ver a nadie entonces se estiro sus ropas y las sacudio por si quedaba alguna migaja para luego entrar en la sala. Ya dentro noto que habian cuatro niños aparte de el, los miro rapidamente -Buenos dias- dijo de manera general, dio unos pasos al frente y se sintio observado por alguien mas, se incomodo un poco y busco a quien lo observaba cuando pudo ver una figura al final del salon no se distinguia bien quien era por la poca luminosidad entonces decidio acercarse para saludar y cuando ya estaba cerca se detuvo de golpe al ver que era nada mas ni nada menos que un ¡¡adulto!! -Tu....tu eres el profesor- se paralizo por un momento al saber quien seria el que impartiria las clases -Bue...buenos dias- estaba un poco confundido entonces se dirigio rapidamente hacia un pupitre que se encontra en el otro extremo del salon.

Estando alli recien noto el dibujo del pizarron "Un corazon" penso y se quedo absorto en sus pensamientos por el momento...


Última edición por Dimitri el Jue Feb 21, 2013 8:03 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Dio Jue Feb 21, 2013 1:27 am

Asistir a una clase... Es raro... Incomodo, si se puede decir, para alguien que jamás ha tenido ninguna experiencia con una escuela mas allá de lecciones caseras, que se limitaban a enseñar letras, números, palabras, y como escribirlas. No recibió de resto ningún otro conocimiento que no fuera el que debe tener un destinado a la carpintería, la jardinería, la herrería... Y el trabajo lúgubre del cementerio. No habría un objetivo más en su vida que servir a ese propósito, por lo que una escuela implicaría estudios que no usaría para nada. Pura pérdida de tiempo y dinero a su patrón.
Utilidad, es la palabra que siempre inculcaba el Dr. Rhode mientras vivía. Una persona es valiosa por lo útil que puede ser, por las cosas que puede hacer... No nada más saber. Claro está, el "saber" permite "hacer", sin embargo, conocer y realizar algo innecesario no es nunca agradecido ni bienvenido. Ya el doctor sabía medicina y dominaba bien las ciencias, no era responsabilidad de los muchachos aportar más que una coartada, y dominar el mercado que era popular donde sea que estuvieran.

Siempre es mejor construir una mesa con sillas para una familia, es lo que le decían. Una persona puede enfermar y acudir una vez a un médico, pero una familia siempre necesitara un baúl, una silla, el marco de una pintura o el de una ventana. Incluso su suelo desgastado por humedad, o una escalera si se piensa en grande. Es el trabajo que alguien debe hacer, no todos pueden ser ilustres y catedráticos. Por eso, mejor que una escuela, era mejor un taller. Mejor que una pluma, era un martillo y clavos. Mejor que folios, era una carta ordenando un nuevo mueble...
Ese día, el rubio despertó mucho más recuperado, pero nervioso a decir verdad. No solo sería su primer mañana en aquella mansión, sino también la primera vez que iría a una clase, en un verdadero salón de clases. Preferiría decir que no y tratar de ayudar en alguna labor que le permitieran desempeñar, pero las normas eran claras... Eran casi órdenes. Dio, ciertamente, se ha caracterizado por ser alguien que cumple las ordenes.

No conocía tampoco a nadie, más que aquella extraña voz de la recepción, y del hombre que le confisco dos de sus pertenencias sin demasiada explicación, aunque tampoco era necesaria, pues las hubiese entregado si se las hubiese pedido. Piensa que tampoco conocerá a nadie si evita reunirse en sitios donde pueden haber personas, por lo que alistándose y ordenando su ya maltratada ropa, se dirige hasta la puerta del salón con algo de inseguridad en sus pensamientos, pero con las acciones automáticas de alguien que ha recibido una indicación.
- Bue... Nos días... - No sabía mucho que decir, seria no solo la primera vez que entra en un salón destinado a una clase, sino también la primera vez que tiene contacto con varios niños. Unos más altos que otros, tanto niñas como varones, casi podía sentir el fallo de sus nervios, pero no por eso su sempiterna sonrisa se borraría de los labios.

Sintiendo que pudo haberse escuchado mal, o por lo menos no con lo necesario para que resultara un saludo decente y educado, intentó de nuevo tras sacudir suavemente su cabeza a los lados, controlando sus nervios de estar entre tantos vivos, después de su costumbre de andar entre muertos. - Buenos días. - Repitió, ya no siendo un susurro sino palabras que podían escucharse claramente. No tiene idea si esos son los modales que haya que tener en una clase, pero cree que no ha de ser diferente de los que se tienen frente a un cliente.
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Mensaje por Dr. Charles Lutwidge Jue Feb 21, 2013 4:21 am

Descansando con la mirada perdida en los movimientos de las pequeñas arañas espero el hombre como los jovenes llegaban uno a uno hasta la sala de clases, saludando con una cortés inclinación del rostro a ambas chicas y una sonrisa cómplice al sorprendido muchacho que rápidamente en su confusión huyó hasta uno de los pupitres.

Una vez el ultimo chico de cabellos rubios tomó asiento exclamó con voz clara y con un particular tono grave que exigía respeto ¡Muy Buenos Días Alumnos! Se puso de pie moviendo la silla en la que estaba para que sonase mientras decía con un tono más apacible por favor no volteen. Mi Nombre es Dr. Charles Lutwidge y son libres de hablar o hacer preguntas, pero deben levantar la mano antes de hablar para evitar ser interrumpidos y yo detenga mi discurso para escucharles.

Hizo una pausa y mientras permitía que una de las arañas subiese por su palma abierta comenzó a hablarle a los chicos. A diferencia del resto de los órganos internos, el Corazón fue catalogado y "Descubierto" cientos de años antes que la mayoría del resto. Le sucedieron el Cerebro y el estomago. A que me refiero con "Descubrir"... En la antigüedad no existia por costumbre abrir o diseccionar cuerpos, si había batallas o accidentes, los órganos quedaban repartidos y no habia una clasificación de estos, exceptuando por el corazón el cual era fácilmente identificable. Otra particularidad del Descubrir del Corazón, es que cualquiera puede sentir el corazón de otro desde el exterior.

Volvió a hacer una pausa permitiendo que los muchachos copiase o digiriesen la información que les estaba entregando. Observó a la araña dejando que otras se unieran en su recorrido de explorarle el brazo y volvió a las palabras.

Las primeras civilizaciones en interactuar y calificar el Corazón fueron los Mezopotamicos y los Aztecas que desarrollaron muchos de sus ritos en torno al Corazón, el primero considerándolo un delicioso trofeo para los Soldados y Reyes ya que albergaba la fuerza y las virtudes del poseedor y el segundo como el tributo más puro y preciado por los dioses ya que contenían la esencia del hombre.

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Mensaje por Emily Sheppherd Vie Feb 22, 2013 2:57 am

Poco a poco el salón fue llenándose con otros niños, aunque nunca se llenó por completo en realidad. ¿Había tan pocos niños en ese orfanato? No sabía si era bueno o malo, pero no se lo preguntó por mucho tiempo. Emily estaba distraída dibujando un pequeño corazón sobre la mesa, con su pluma. Le costaba trabajo que la tinta liquida color lavanda se quedara en su sitio, pero era mucho mejor que mirar al frente. No quería saber nada de ese dibujo tan gráfico y terrible, por lo que se había encogido y ocultado en mirar el pupitre y la tinta, que era uno de sus tonos preferidos. A veces recordaba al niño herido que había visto en su primer día de curiosear por el sitio y se preguntaba si estaría bien. Otras, pensaba en que bonitos tonos de tinta le servirían para escribir una carta. Aunque realmente solo tenía lavanda, pero no estaba mal solo soñar despierta. Por supuesto, algo que se imponía constantemente era esa idea de que tenía que rendir un tributo próximamente. Sería tonto no pensar que esa clase estaba relacionada con ello, seguro todos habrían pensado lo mismo.
En su interior estaba un profundo miedo, recuerdos de cosas horribles que pasaban cuando fracasabas. El fracaso se castigaba y no había mayor fracaso que el de no seguir las reglas. “La regla”. No podía explicarlo, pues el recuerdo estaba muy enterrado en su subconsciente, pero sabía que fallar era algo terrible.

El primer compañero que llegó la saludó con un asentimiento de cabeza, lo que ella respondió con una sonrisa, sin embargo todos los demás parecieron con un buenos días. Esa era la norma. “La regla”. Contestó con lo mismo, cada vez menos animada pero no por ello menos atenta. Sin embargo, muy pronto los alumnos parecían saludar a alguien más en ese sitio. Emily se giró para verle, pero le costó un rato distinguir a la persona que se había mantenido en las sombras. ¿Cómo lo habían visto en ese sitio? Ni ella ni el primer compañero lo notaron. Su mente imaginativa de pronto pensó que los otros chicos poseían un talento especial para ver cosas que, se suponía, no estaban a simple vista. Apretó los labios y solo levantó la mano de forma algo torpe como si eso fuera un saludo. Entonces él dijo que no volteen, y ella reaccionó volviendo al frente rápidamente… y cerrando los ojos.

Sus peores temores quedaron confirmados cuando el adulto de entre las sombras se levantó para comenzar la clase: era el profesor, y hablaba acerca del corazón. No el bonito y pequeño corazón que ella había dibujado en una esquina -¡Ahora lo recordaba y esperaba que no la castigara por ello!- sino del realista que tenía nombres y líneas.
Sus palabras comenzaron a ponerla nerviosa. ¿Para qué quería saber eso? Si alguien sufría de un ataque al corazón, ella sencillamente no podría hacer nada, sin importar cuanto supiera al respecto. No quería ser doctora, su sueño era ser escritora de cuentos, y no pensaba poner en ellos nada de terror de ese tipo. ¿Por qué tenía que aprender eso… por qué tenía que ser torturada? Quería preguntar, sus dedos se movieron con intención de levantarse para decir todo eso, pero no lo hizo. Guardó silencio.

Apretó los labios y posó sus ojos en el plumín de su pluma y miró el corazón bicolor que el oro y el rodio formaban. Era bonito y estético, uno del que de verdad podía hablar. Sentía que la sangre le latía muy fuerte en su cuerpo, y una pequeña lágrima se asomó entre sus parpados pero nunca salió. Se preguntó si no podrían castigarla mandándola a limpiar por no tomar una clase que la hacía sufrir y que quizás no necesitara. Pero era “La regla” el tomarla, y temía a los castigos. Al final sabía que se quedaría, respondería si le preguntaban, haría las tareas y sonreiría lo más que pudiera y guardaría las lágrimas para la noche a solas.

Intentó solamente pensar en los datos importantes, e imaginar las escenas narradas de forma caricaturesca, divagando. Hacer esa experiencia tan horrible, lo más soportable posible.
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Mensaje por Jean Paul Applewhite Vie Feb 22, 2013 3:20 pm

Al poco de sentarme, noté como los otros alumnos comenzaban a llegar a la clase y tomar también sus puestos. Nos saludaban, a lo cual respondía siempre con un amable buenos días. "Debo ser amable... aún no sé quién es que. Después de todo, si hay príncipes... ¿no debería haber toda una aristocracia?" Más lo que llamó mi atención, fue el segundo saludo que la niña que entró tras de mi había dedicado. Con rapidez giré la cabeza, sintiéndome de pronto observado, y hallando a mis espaldas al Doctor Charles, notando su cómplice sonrisa, devolviéndole una cómplice sonrisa que acompañé con un gesto de la cabeza y un saludo en perfecto inglés británico. - Good Morning Doctor.

De pronto, el hombre se levantó y comenzó la clase. Enseguida voltee mi rostro hacia el pizarrón de tiza. ¿Como podía ese hombre haber dibujado un corazón tan perfecto? Era impresionante. Cada aurícula parecía sacada de un libro de ciencias. Era un corazón demasiado realista uno... "como el mío." Mis ojos vagaron un momento sobre el pupitre. Seguía escuchando la clase, siempre había podido prestar atención a más de una cosa a la vez, pero mi mente divagaba en las palabras que esa mañana habíamos escuchado con suma claridad...
"Y que mejor manera de demostrar lo que yo pido,
Lacayos míos,
Que regalándome su corazón..."
Cada minuto que pasaba, cada segundo que corría lograba convencerme más de que aquella clase, aquella extraña instrucción salida de la nada sobre el corazón... estaba estrechamente relacionada con el tributo que el príncipe nos había pedido a todos sus "leales súbditos."

Continué escuchando con suma atención las palabras del mayor, sin voltear como nos había pedido pues algo me decía que debía obedecer... que cada cosa que me fuera dicha debería obedecerla sin rechistar. Ese extraño sentimiento de ya haber estado allí seguía creciendo a cada momento. Sabía que en ese lugar estaba guardado el secreto sobre los 4 años que estuve en un orfanato antes de que los Applewhite me adoptaran, pero... ¿por qué había olvidado? Negué suavemente. Estaba divagando mucho, y por ahora solo dos cosas eran realmente importantes... "Primera orden, presta atención a la clase pues podría serte útil para conseguir el tributo. Segunda orden, debes ganarte la confianza de los príncipes para así conocer a la princesa... la chica de jovial risa y ojos rojos como la sangre..." Sabía que si lograba encontrar a la niña cuya figuraba y mirada se colaba en mis sueños con cada nuevo anochecer, estaría un paso más cerca de recordar mi pasado. De saber que había sucedido conmigo en esos 4 años. De saber... que fue lo que prometí...

Mi mente volvió al profesor con rapidez, escuchando su explicación sobre las primeras civilizaciones que habían descubierto el corazón y lo habían catalogado. Había dicho que podíamos preguntar sin problemas, pero en realidad, no tenía nada que preguntar... por ahora.
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Mensaje por Mary Guertena Vie Feb 22, 2013 7:35 pm

Las cosas se ponían cada vez un poco más extrañas con el avanzar de los segundos. Ni siquiera los minutos se hacían esperar. Pudo haber saludado a sus hermanos mayores con todos los ánimos que en su cuerpecito había, pero ellos, lastimosamente, no le respondieron así. Bueno, no podía culparlos del todo. Sus caras eran tan nuevas como la suya a sus memorias. Seguramente, como Mary hacía mucho tiempo, habían llegado de un mundo exterior que podría ser de ensueño comparado a la pequeña jaula oxidada que resultaba ser el orfanato. ¡Muchísimo mas importante aun! Seguramente en sus cabezas habría empezado a circular el miedo que tienen los nuevos al escuchar por primera vez las voces de los príncipes durante la noche.

Y aunque sus ánimos matutinos se habían visto reflejados tras unos saludos secos, al menos tuvo el reconfortante saludo del profesor, que también era el doctor Charles. Sin duda se trataba de un hombre bastante “atípico” como solían decir los mayores, pero no por eso lo encontraba malo. De hecho, no podía darse el gusto de juzgarlo pues no eran demasiadas las ocasiones en las que había tenido contacto con él. A lo mejor, con mucha suerte, el se acordaba de su nombre, y nada más.

Volvía a su asiento, justo al lado del sol. Sus pies apenas tocaban el piso, mientras que sus brazos se apoyaban sobre el pupitre. Observaba a sus compañeros nuevos. Demasiados nerviosos como para poder acercárseles de momento. A los nuevos había que tratarlos como perritos de la calle. Primero ganarte su confianza y luego ver si te los puedes llevar, una vez que confías en que no pueden morderte. Irónico, pues ellos, siendo nuevos, deberían estar en otra posición. No deberían estar rogando porque alguien les hable. Todo lo contrario. Ellos, deberían tomar consciencia de su lugar como recién llegados, y suplicar por un lugar en las vidas de los ya instalados. Hacerse los sufridos en medio de tantos desdichados, no era una buena táctica. Es más, no se equivocaría al afirmar que mientras más lastima des, peor te iban a tratar.

-Deberían ser agradecidos de que tienen una nueva familia y no están solos en las calles…- Pensaría, en calma mientras sus luceros azules observaban de pie a cabezas a los nuevos. El chico se veía tenso, demasiado, pero siempre intentando mantener su postura. Por el contrario de la chica que se veía bastante grande, que tenía la cabeza gacha y una pluma en sus manos… ¡Un momento! Mary noto algo que le llamo la atención. ¿La chica estaba rayando los bancos? ¡Eso era realmente de mala educación! Podía admitir que esos bancos no eran para nada los más nuevos o mejores, pero eran los únicos que tenían, y por eso, debían cuidarlos más. Rayarlos era un acto vandálico, sin mencionar que estaba gastando tinta que seguramente iba a necesitar luego. Sus ojos se entrecerraron al mirarla, apretándolos, como si estuviera molesta, bueno, en realidad lo estaba. Hasta le habría recriminado que dejara de rayar el banco, hasta que una nueva presencia la distrajo.

Otra de sus hermanas mayores, y otro de sus hermanos mayores. Los saludo a ambos, casi olvidando de momento su enojo. Cuando volvió la mirada, ya la muchacha no rayaba el banco, sino mas bien miraba su falda como conteniendo lagrimas. Suspiro.

-¿Comenzaremos pronto la clase…?- Se preguntaba en la intimidad de su mente, pensando a su vez que no era lo único que debía de hacer en el día. Ni bien terminara la hora, se iría volando a la sala de costura. Sus ojos volvían a moverse, esta vez para posarse sobre la puerta. Tan prometedora y a la vez tan nada.

Pero el destino era curioso. En su vida, (aunque eso podría ser relativo) Mary hubiera podido jurar que vio entrar algún rayo de sol por las puertas del pasillo. Esta vez, se dio. Valga el juego de palabras.

Un muchacho joven, con un ojo vendado.

-¿Tendrá un problema de vista, o …?- Pensaría mirándolo con atención, como un cachorro descubriendo por primera vez la nieve. El vendaje estaba realmente ajustado, lo que le hizo pensar más. Quizás muy bien guiado. En efecto, podía sospechar que le faltaba un ojo, aunque no lo sabría hasta que él le dijera, o su curiosidad le preguntara. Iba a tener el muy generoso gesto de ir a recibirlo de frente, levantarse y saludarlo, pero algo se interpuso. El doctor Charles se levanto, y dieron inicio sus clases.

Tomar notas era lo único que podía realizar, intentando ser lo más veloz posible. Varios chicos aun no llegaban, y seguramente necesitarían los apuntes. Quizás sería algo mas trabajoso, pero todo en pos de sentirte un poco útil, un poco importante o necesaria.
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Mensaje por Lynette Bloom Vie Feb 22, 2013 8:42 pm

Pasó junto a una pequeña niña rubia, la cual le saludo y ese saludo fue devuelto con una ligera inclinación de cabeza. Aún no se sentía lo suficientemente despierta como para dedicarle unas palabras, pero tampoco como para pasarla por alto... Los demás niños no tenían porque recibir los daños colaterales de su odio por la mañanas, entre otras cosas. Entonces por la puerta ingreso otro de los niños, parecía estar asombrado de descubrir al profesor ¿O quizás ya se conocían? Para los nuevos sería algo raro sus costumbres, pero con el tiempo se acostumbraría, supongo...

Por fin Lynette tomo asiento. Las mesas eran compartidas pero en este momento eran tan pocos que cada uno podía tener la suya si es que no quería sentarse junto a otra persona, y no es que la muchacha no lo quisiera, pero le daba algo de vergüenza. Se recostó un momento sobre el escritorio, una de las niñas frente a ella estaba rayando la mesa con lo que parecía una pluma... No podía recriminarle aquel acto, sino más bien el hecho de que quizás luego no podría conseguir tinta para aquel objeto. Por su parte si quiera tenía algo para anotar o una hoja, aunque no le importaba simplemente tendría que memorizarlo. No es como si pudiera recordarlo todo, pero tenía cierta capacidad para recordar los detalles importantes y cualquier duda que tuviese podría consultarla más tarde.

Trato de incorporarse cuando el ultimo niño llego, pero no pudo. Era como si algo pesado estuviese sobre sus hombros impidiéndole el levantar su cabeza del escritorio y sentía también sus ojos tan pesados que lentamente empezaban a caer sus parpados. Estaba por quedarse dormida y no había manera de que ella pudiera impedirlos. Para su fortuna el profesor levanto sus voz rescatándola a tiempo de los brazos de Morfeo, rápidamente se sentó con la espalda recta apoyada contra su silla y dirigiendo su mirada al frente se encontró con el perfecto dibujo de un corazón.

Quizás esta clase sería de ayuda para entender mejor sobre el pedido de los Príncipes.

-Trofeo... Tributo... Escencia...- Algunas palabras sueltas circularon por su mente mientras ponía atención a la lección del día.
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Mensaje por Isabella DuMort Vie Feb 22, 2013 9:08 pm

Según las indicaciones que le habían dado luego de que aquel amable señor la recibiera, estaba entre sus obligaciones asistir a las clases que le habían dado listadas en un pequeño papel, una suerte de horario que debía cumplir, tal y como se hacía en la escuela, solamente que ahí se vivía en el mismo lugar en el que se estudiaba.

Lamentablemente, las cosas ahí eran más extrañas a lo que hubiera imaginado, el tiempo parecía pasar lento y rápido a la vez.

Sumado a lo desanimada que estaba tras haber perdido sus flores, estaba el cansancio de haber pasado todo un día caminando por un gran museo, sumado a la caminata que tuvo que dar para llegar al orfanato luego de su abandono, y a eso se sumaban el sube y baja de emociones vividas a lo largo de ese día. Estaba realmente agotada, y el anuncio para que se levantaran prácticamente no llego a sus oídos. Finalmente, fue la fuerza de la costumbre la que le hizo despertarse y vestirse de forma somnolienta. No había olor a pan tostado, ni una madre que le ayudara a abotonarse su camisa mientras ella despeinada, soltaba un largo bostezo. Entre suspiros, termino de vestirse y arreglarse, peinándose el cabello con un cepillo que su madre le había dejado en su mochila, aparte de un recambio de ropas. Cuando estuvo lista para partir, busco entre sus cosas, solo para darse cuenta de que no tenía ni cuaderno ni lápices para asistir a las clases… ¿Qué haría?

Resignada, y tan rápido como pudo, se dirigió hacia el salón indicado en su horario, aunque claro, antes de dar con el supuesto, tuvo que recorrer varios pasillos de más y dar con muchas otras puertas que se encontraban cerradas, para luego por fin dar con la que correspondía. Abrió muy lentamente la puerta, solo para descubrir que las clases habían empezado ya. Silenciosamente ingreso en la sala, y de la misma forma cerró la puerta, quedándose de espalda a estas, mirando como el profesor hablara. Se quedaría ahí hasta que el profesor la notara y le indicara donde sentarse, puesto que no quería interrumpir su clase.

Mientras tantos, se dedicó a recorrer la sala con la vista, habían alumnos de todas las edades, y en el pizarrón pudo ver un corazón dibujado
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Mensaje por Dio Dom Feb 24, 2013 10:12 pm

Los nervios se pueden relajar con un suspiro oportuno, y la intranquilidad no es más que un pez que se siente perdido en la laguna de la responsabilidad. No es necesario decir demasiado, ni pensar tampoco en la situación, porque por mucho que se medite no cambiara en nada, a excepción de traer un mal momento. Es poco importante lo que el chico tenga para decir, es nuevo, es su primer día de vida, es su primera página en blanco, y por ende, debe procurar que sea un buen comienzo. No ha tenido la oportunidad de leer muchos libros, pero si bien aprendió de las palabras del Dr. Rhode, es que un libro debe ser especialmente bueno al principio... De lo contrario, nadie se quedara a leerlo.
Pero no se trata ahora de su historia, sino de una lección que tiene por obligación aprender. Algo que se define como un órgano vital, y que por conocimiento popular es considerado el más importante. Para Dio, que ha crecido bajo la sombra de un psicópata, puede decir para si mismo que cualquier órgano es importante. Desde el más absurdo, hasta el más evidente, cada uno de ellos cumple una función específica. Claro está, se le privo al rubio de conocer tales labores... Pero si le dijeron prácticamente, que basta dañar uno para herir de muerte a alguien.

Por tanto ocupo entonces un asiento rápidamente, esperando no llamar más la atención, ni que su pérdida de tiempo causara molestia al profesor. Hablar del corazón no es algo sencillo, sabe que forma tienen, y aunque él no pueda describirlo con un término complejo como demanda la ciencia médica, lo puede comparar con una fruta deforme y grande. Tantos tubos, carne, cuerdas y toda clase de elementos que lo rodeaban, sin contar los que debía tener adentro, eran algo más bien intrigante. Si bien se sintió aun más nervioso al pensar en ello, pues imaginaba que siendo su primera clase le enseñarían algo menos difícil, considerando que apenas sabe como leer y plasmar palabras en la escritura.
Recuerda cómo eran las clases por parte de su amo, que no eran para nada especiales. Solo una mesa cuadrada separaba la silla del doctor, al taburete del chico de 5 años. No eran tampoco pesadas, para suerte del padre; su hijo era obediente, tranquilo, muy sereno e interesado nada más por lo que tenía frente a sus ojos. No fue complicado enseñarle, y para mejor, no tuvo que enseñarle nada más durante su vida, a excepción de alguna información que pudiese haber compartido. Un concepto, una palabra, o el nombre de alguna cosa... Como por ejemplo, un corazón.

Hablar de órganos le hace pensar en su padre... ¿Y cómo olvidarle? Lo mato al menos unas dos horas antes de llegar a este lugar. Sin embargo, le resulta curioso no saber que sentir, y nada más le queda el recuerdo. El Dr. Rhode, que pocas veces se reunía con toda su familia, e incluso en esos momentos, se negaba a retirar la máscara de pájaro con la que cubría su rostro. Según él, usaban los médicos en épocas pasadas. Decía que era una tradición que no debía perderse, daba distinción, y en un manto de misterio, también daba el porte y la distancia que debe tener todo practicante de la medicina. Asumían todos que nada mas su esposa conocía la cara de ese hombre, aunque suena raro que ni sus hijos lo supieran. Bueno, necesario no era, después de todo los mismos no eran considerados parte de su familia.
Pero pensar en la familia ahora es algo que queda fuera de lugar, Dio debe dirigir su atención debe quedar en la clase que dicta el profesor. El Dr. Charles Lutwidge, o Dr. Lutwidge, como le dirá si en un futuro llegase a encontrarlo, empezó su clase sobre el contenido del cuerpo humano, algo que se supone que el chico no debe saber, o no debería. Personalmente, al rubio no le resultaba de vital importancia saber sobre un órgano, cuando se supone que tiene que sepultarlo junto con todo su cuerpo correspondiente.

Podría también memorizar toda la clase, pero puede notar cómo se dedican a escribir según el profesor habla. No deja de ser extraño, no deja de parecer incomodo... Pero posiblemente sea una orden que el desconozca, por tanto, debe cumplir sin duda alguna. No tiene nada que decir para sí mismo, aparte de pensar en lo diferente de sus compañeros, y en como parece ser el único en destacar por un terrible aspecto. Debe buscar luego de esto un lugar donde lavar su ropa, y de ser posible ver que otro trabajo puede hacer.
No quiere menospreciar el esfuerzo y conocimientos del Dr. Lutwidge, pero aun debe acostumbrarse a recibir también su valiosa enseñanza. Debe aprender... A aprender.
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Mensaje por Emriel Velour Lun Feb 25, 2013 3:08 pm

Los rayos de la aurora irrumpieron en el dormitorio de los chicos, sacando levemente a Emriel de su confuso y agitadoo sueño. Aún en ese estado que se encuentra entre la vigilia y el sueño pudo percibir cómo algunos de sus compañeros se levantaban y movían por el dormitorio. Estuvo tentado de levantarse, de averigüar quién se movía a su alrededor, mas su mente le recordó que tal acto era ya innecesario.

Despues de haber sido cogido en falta de hurto las autoridades locales habían tenido a bien enviarlo al orfanato de la zona, decisión quizá algo extraña, pues ya era bastante mayor para acabar en un orfanato. Era de esperar que su estancia fuese corta y que ninguna familia le acogiese... no, los burgueses adinerados que adoptaban siempre escogían a jóvenes e indefensas criaturillas, no a chicos de su edad. Tras su llegada a altas horas de la noche y las explicaciones pertinentes del personal Emriel había podido marchar al dormitorio de los chicos. Hacía tanto que no dormía plácidamente en una cama que incluso el maltrecho lecho en el que se encontraba se le antojaba el colmo de la comodidad. No tenía frío, era blanda... se estaba tan bien... No, no abriría los ojos... todavía no.

Cuando finalmente Emriel volvió a ser consciente de lo que pasaba casí saltó de la cama. ¿Qué hora era? ¿No debía acudir a sus clases? Le habían comentado algo acerca de ellas la otra noche, ¿Por qué nadie le había despertado? Con la celeridad de la que fue capaz el muchacho se lavó fugazmente la cara y volvió a ponerse sus ajadas ropas... quizá en algún momento se le proporcionasen otras mejores...

Se disponía a abandonar el dormitorio cuando recordó algo crucial. Él no tenía lápices, cuadernos, ni nada similar... quizá en esta ocasión el profesor se mostrase magnánimo y le cediese algo de material... Con tales pensamientos abandonó la estancia, ahora ¿Dónde estaban las clases? Deambular de un lado para otra sin orden ni concierto seguro que le traería problemas. Así decidió escuchar en cada puerta. Si había clases el profesor hablaría. Y su voz debería ser audible. Finalmente dió con la indicada.

Emriel permaneció unos instantes ante la puerta reuniendo el valor para entrar. Era de mala educación llegar tarde, seguro que el profesor se enfadaría, aunque ya no tenía remedio. Tras tres resueltos toques secos en la madera Emriel abrió: "Buenos días" dijo en un tono algo más apagado de lo que le hubiese gustado "Lamento el retraso"

Quizá interrumpir de semejante forma no era lo más adecuado, mas era necesario para él disculparse por semejante irresponsabilidad. Emriel esperaría las indicaciones del profesor para sentarse, así como su regañina de producirse. Si las primeras impresiones eran las válidas...

Claro que nunca está de más cuando esperas reconocer el terreno. En el aula ya había varias personas, algo que por otra parte resultaba perfectamente lógico. Unos pocos chicos, algunas chicas... Aunque todos parecían rondar su edad era también evidente la juventd de algunos, ¿Sería apropiado reunir a todos en la misma clase? ¿No retrasaría eso el aprendizaje de los mayores... o dejaría atrás a los más jóvenes? Bien, poco le importaba, él no dirigía el centro. Sí le llamó la atención el corazón dibujado en la pizarra. ¿Ciencias? Él ya había estudiado sobre esas cosas años atrás, antes de dar el paso que cambiaría su vida irremediablemente... En fin, eso solo era una ventaja, ¿No?
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Mensaje por Dimitri Miér Feb 27, 2013 4:20 am

Una vez sentado Dimitri pudo relajarse un poco al saber que no seria el unico que estuviese junto a ese adulto, pasaron unos segundos y entonces el profesor comenzo con la clase aunque aun fuesen pocos pero viendolo por otra parte seria mejor puesto que asi no habrian muchas interrupciones en cuanto a lo que el profesor enseñaria.

En un momento despues de que el profesor explicase lo de el corazon o por lo menos la introduccion al tema la mente de Dimitri divago por unos momentos pero los ruidos de las personas que seguian llegando lo hicieron volver en si ¿Como era posible? niños irresponsables que seguian llegando e interrumpiendo la clase, no es que a Dimitri le agradase la idea de que un adulto le enseñase algo pero de todos modos era algo de lo que debia aprender ya que su principe lo demandaba y el no iria en contra de su voluntad, dio una rapida mirada a los que venian llegando como goteras entrando al salon descaradamente y se quedaron parados en la entrada sin emitir mas sonido que el de su entrada mas uno de ellos tuvo el descaro de hablar sin permiso.

-Lamentarte no sirve de nada, ya llegaste tarde...- Palabras que salieron secas de la boca de Dimitri en el momento que el otro joven termino de decir la frase, la mirada de Dimitri se clavo en el muchacho, sabia de antemano que era posible que lo regañasen por la misma razon pero si habia algo que Dimitri detestaba aparte que los adultos era la impuntualidad.

Luego de ese breve momento recordo las palabras del profesor pero lamentablemente aun no tenia ninguna pregunta para el profesor...
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Mensaje por Dr. Charles Lutwidge Miér Feb 27, 2013 9:55 pm

No fue la mano de ninguno de los niños lo que detuvo el discurso del maestro, lo que lo detuvo, fue la irrupción en el aula por jóvenes que llegaban a deshora y el hecho de que varios de los chicos y chicas no poseían los materiales mínimos para la clase.

Abandonó su posición detrás de la habitación a grandes zancadas y antes de cualquier cosa, aun cuando dos de los tres jovenes retrasados seguían de pie esperando instrucciones se detuvo a un lado de una de las chicas, aquella que agachaba la mirada levantandole el mentón delicadamente con dos de sus dedos mientras se inclinaba para encontrarse con sus ojos mientras susurraba solo para ella. Erguida Srta. Sheppherd... El nombre brotó de sus labios sin pensarlo, por alguna razón ese apellido se ajustaba con ese rostro, aun cuando se supone que era la vez primera que la veía.

Se puso de pie nuevamente dirigiendo sus pasos hasta el escritorio del maestro extrayendo de el varias hojas amarillentas y algunos lapices de grafito. Se volvió a la puerta y entregándole a ambos -la joven y el chico- un papel y un lápiz los envió a algunas de las mesas a sentarse junto a alguno de los otros alumnos de lugar. Disculpado murmuró espero que no se repita.

Giró enfrentando a Dimitri... No alzaste la mano y vuestro comentario solo resultó ser una grosería. Primera y ultima advertencia.
Acto seguido se paseo por el lugar entregando los materiales para todos, inclusos aquellos que se negasen o ya tuvieran material.

Continuo... Anoten sus nombres en las hojas, luego de ello son libres de utilizarlas o no para tomar apuntes, pero deben conservarlas, dado que se las pediré de vuelta algún día. Desde la época recientemente descrita al corazón se le a ligado al sentimiento conocido como Amor o cariño... aunque parezca increíble, casi todas las culturas coinciden en este aspecto del corazón... pero ¿Por qué? Algunas ideas por favor.

En todo momento el maestro procuró que su rostro se mantuviera en las penumbras, oculto de las lineas del sol que se colaban por los costados y uniones de las cortinas, e incluso olvido que algunas de las arañas seguían recorriendo por sobre sus ropas.
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Mensaje por Emily Sheppherd Vie Mar 01, 2013 4:37 am

Los alumnos no habían parado de llegar y eso, en cierta forma, era un alivio para Emily, pues significaban interrupciones ante una clase que en verdad no tenía ganas de tomar. Por supuesto no se iría de ella ni protestaría pues ella no era así. Tenía que padecer aquello, aunque le costara cada vez más el contenerse. Dejó de poner tinta en la mesa y se dedicó a tapar y destapar su pluma un momento. Luego a tararear en voz muy baja una tonadilla con la que evadirse. Tan bajo sonaba que los pasos del profesor la acallaron casi al instante en que se produjeron. Volteó a mirar un poco, para intentar ver al profesor salir de su escondite de sombras, aunque solo miró sus pies y sus manos, deseando no ver nada más.

Los chicos que habían llegado esperaban les dieran permiso para proceder o algo así. Miró a cada uno, pero el malestar de estar escuchando todo aquello le impidió sonreírles y saludarles o algo parecido. Por supuesto no los conocía tampoco, así que el miedo se impuso y guardó silencio. Entonces unos dedos tomaron su barbilla y la hicieron mirar al frente. Sus ojos se abrieron bastante, como platos, mientras se encontraba con los orbes del profesor. Por supuesto no lo había visto nunca, pero era un adulto y su voz era la misma que describía partes físicas de un órgano que, para ella, era solo un dibujo bonito color rojo. No se movió, a menos que pudiera considerarse el ligero temblor involuntario de su cuerpo como un movimiento. Sonrió a penas un poco, pero con el temor que sentía pareció más una mueca rara de susto. No dijo nada pues protestar significaría un conflicto, y no había nada que odiara o temiera más que algo como eso. Cuando la soltó, lentamente apartó la cabeza como para mirar sobre su hombro, en un gesto que indicaba que no le había gustado que la tocara, pero al mismo tiempo lo había hecho con tal sumisión que parecía más un gesto de apatía. Cerró los ojos un instante y tragó saliva. Se sentó derecha y miró al frente, pero se concentró en su propio dibujo en la esquina de la pizarra, la del diminuto corazón de caricatura.

Luego de un momento, en su mesa vio una hoja de papel y un lápiz. Tomó la hoja mirándola un momento y escuchando a las indicaciones del mayor. Sacó su pluma y con su tinta especial escribió lentamente su nombre:



“Emilia Elizabeth Fairbrook Sheppherd Sunderland Wingates”
Su nombre completo, escrito con una bonita caligrafía cursiva, ocupó toda la línea principal de la página. Tapó de nuevo su pluma, guardándosela en el bolsillo del frente de la blusa, bajo su chaleco, y tomó su lápiz por si necesitaba escribir.
La siguiente lectura habló de los sentimientos y una pregunta surgió. Emily había escuchado, aunque seguía sin mirar el dibujo. Dudó un instante, jugando con la punta del lápiz que le habían dado y luego, lentamente, levantó la mano. Por un momento dudó en hacerlo, pero al final la estiró un poco por encima de su cabeza y dijo, con una voz baja y tímida –pero audible- una respuesta que sonó bastante tonta.


-P, por… porque, cuando amas o quieres, y te lastiman duele –se llevó la mano al pecho, ligeramente a la izquierda- aquí…

Guardó silencio, sentándose derecha, pero sin mirar a nadie en especial, y seguramente no a la pizarra. Esperó escuchar alguna reacción y rogó que no fuera esta una burla.
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Mensaje por Mary Guertena Dom Mar 03, 2013 2:59 pm

Sus manos se movían ligeras con el lápiz que tenia para escribir. Siempre había preferido los lápices a las plumas, pues consideraba que tenían una vida útil muchísimo más larga, que las plumas, que de no cuidarlas bien, su tinta se secaba o la fuente se estropeaba para siempre. Los lápices eran mejores, además de que con ellos se podía dibujar cosas hermosas sin temor a hacer un error algo definitivo. Su padre se lo había enseñado, mientras Mary observaba como siempre boceteaba sus cuadros y hacia los cálculos necesarios para tallar las grandes esculturas que hacía. Era muy gracioso, y a la vez triste. La pequeña de cabellos rubios podía asociar lo más cotidianos a las cosas que más amaba en menos de un segundo. No importaba si uno de los elementos hubiera estado ausente desde muchísimo tiempo, como lo era su padre, que ya había fallecido. Lo importante, era que lo recordaba siempre, y ese recuerdo la mantenía feliz. Lo hacía de cierta manera inmortal por la fuerza de su amor. El olvido, era la verdadera muerte. Y ella, como una hija ejemplar, jamás se atrevería a dar muerte a sus padres, ni a nadie que amara. Aun esperaba a muchos que volvieran. Aun esperaba a alguien en especial.
Sin darse cuenta, se volvió a perder un poco en sus pensamientos. Sus ojos azules miraban de reojo la ventana por la cual entraba al sol, mientras que su pequeña boquita seguía entornando de manera inmutable esa sonrisa con cual solía adorarla. Sin embargo, se sentía algo triste, pero no lo demostraría. Siempre era mejor sonreír, y siempre hizo caso a esa premisa que desde pequeña le enseñaron.

Ahora, debía fijar su atención sobre la clase. Oportunamente, el profesor hizo una pausa, y logro escuchar la última pregunta que hizo. Amaba ese tipo de preguntas, porque no era necesario haber estudiado para responderlas. Era solo necesario, pensarlas un poco para intentar dar alguna respuesta satisfactoria. Ella le llamaba “preguntas de opinión”. Lo pensaría solo por unos segundos, pues creía tener una noción hacia donde iba la cuestión. Quiso levantar su mano en el momento, pero otra respuesta llego antes. Se trataba de la misma chica que hacía rato garabateaba en la mesa. Sin embargo, la encontró un poco rara. Su cabeza estaba cabizbaja y no parecía realmente levantar la mirada. Y más que nada su voz. Tan bajita, tan casi como si tuviera miedo. No era tan pequeña, como para no darse cuenta que esa chica se encontraba un tanto… No, bastante triste. Pero así era, siempre. Llegaba alguien, y estaba unos días con una actitud tan miserable que daba lástima. Raro… No era de sentir lástima por los nuevos. Después de todo, todos eran huérfanos en este lugar, y todos sufrieron la misma perdida y todos la tuvieron que afrontar. Era personal ver cuánto tiempo tardaba uno en aceptarlo y ponerse de pie, o el seguir en el piso lamentándose un destino tan común.

Espero, hasta que termino su respuesta, y un leve silencio le dio permiso para saber que podía hablar. Levanto su brazo y lo agito por tres segundos, para que finalmente hablara.

-¿Quizás porque cuando sentimos algo, lo primero que reacciona en nuestros cuerpos, es el corazón? Ósea, estamos bien… Pero cuando nos asustamos, o nos alegramos, o algo que realmente nos emocione, es el corazón lo primero que reacciona… Creo… Mi corazón empieza a latir muy fuerte cuando me sucede algo así… - Intento explicar, con sus palabras, y voz siempre animada, aunque al final se dejaba entrever algo de duda. Era una idea, simplemente. Una asociación de lo que le pasaba a ella, y como recordaba que se sentía cuando un sentimiento la tocaba fuerte. Antes de llorar, siempre su corazón le golpeaba el pecho. Al recibir una buena noticia, su corazón se aceleraba a pesar de que su rostro debiera guardar discreción.
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Mensaje por Lynette Bloom Mar Mar 05, 2013 7:52 pm

La puerta de la entrada se abrió varias veces dejando entrar a los atrasados, por ser el primer día no les esperaba ninguna clase de reprimenda. Aunque sabía bien de que al profesor no le gustaban que interrumpiesen su clase sin antes haber levantado la mano, aunque sería raro que la joven tuviese problema con ello ya que prácticamente ni hablaba durante las clases. Era bastante tímida a la hora de hablar frente a varias personas y a menos que fuese una gran duda la que tuviese, prefería consultarlo en privado al profesor o a alguno de sus compañeros que supiese más que ella.

Sobre uno de los margenes de la hoja escribió en una clara letra manuscrita, ni muy pequeña y ni muy grande, su nombre y debajo de este el día de la clase. "Lynette Bloom. xx/xx/xxxx" Le gustaba su apellido, aquel que le dieron sus padres adoptivos, el Sr. y la Sra. Bloom una pareja bastante particular... Aunque no estaba del todo segura de que si su nombre también había sido dado por ellos o ya lo poseía incluso de antes de llegar al Orfanato, su memoria presentaba varias lagunas mentales y pelear contra ellas no era precisamente agradable. Pero estaba segura, en algún momento debería enfrentarse a su pasado... Quizás más pronto de lo que la muchacha creería.

Cuando Charles pidió ideas a la clase en cuanto a su pregunta, la muchacha solo se limito a mirarlo como si tuviese un par de sugerencias rondando por su cabeza, pero no estuviese dispuesta a compartirlas con el resto de sus compañeros y compañeras.
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Mensaje por Isabella DuMort Miér Mar 06, 2013 1:31 am

El hecho de no haber sido la única en llegar tarde le hizo sentirse levemente aliviada, más aún porque el joven había pedido perdón por su retraso al ingresar al salón, generando así una distracción más grande de lo que había sido su propio ingreso. La responsabilidad de haber interrumpido la clase no recaería solamente en ella, si no que pasaría a serlo en un menor grado, por haber guardado silencio y haber esperado pacientemente a que se le diera indicaciones, tal y como solía hacer en su casa.

En respetuoso silencio recibió los materiales que el profesor le entregaba, sin ningún regaño de por medio, sin miradas frías, sin desprecio. –Gracias…- Musitó, antes de dirigirse hacia una de las tantas sillas vacías, una lejos de las ventanas que no le permitiera distraerse, y lo suficientemente atrás de los demás como para no sentirse observada, y que le permitiera a ella a su vez observar a los demás. Pero primero que nada, se dedicó a escribir su nombre en la esquina superior derecha de su hoja con una caligrafía que no reflejaba lo infantil de su edad. – “Isabella DuMort”- Omitió la fecha, y luego paso a hacer un dibujo que intentaba en lo posible imitar el corazón dibujado en la pizarra. Si bien le gustaba dibujar, no poseía los dotes para el arte, y si su caligrafía no resultaba del todo infantil, sus dibujos si terminaban por confesar su corta edad.

La atención que ponía a su dibujo se veía interrumpida solo por las respuestas que los jóvenes de la habitaciones comenzaban a dar a la pregunta del Profesor, una respuesta que ella prefirió omitir, para así enfocarse más en las respuestas ajenas que mucho tenían de cierto. Cuando tenia miedo… su corazón latía fuertemente, o cuando estaba feliz, y cuando estaba triste latia de forma más lenta, pero todos causaban una sensación diferente en su cuerpo. Uno hacia que el dolor en su pecho la mantuviera alerta; otro provocaba que sintiera su cuerpo pesado, desanimado y otro la llenaba de energía. Era difícil entender porque se provocaba todo eso, pero esperaba encontrar en esa clase la respuesta.

Finalmente, la última respuesta que escucho le hizo dirigir su mirada hacia una joven de cabellera rubia y largo vestido verde –era lo único que alcanzaba a ver desde su posición – sentada unos cuantos pupitres más adelantes. No supo por qué, pero dichos colores se le hicieron extremadamente familiares, como si los hubiera visto anteriormente.

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Mensaje por Dio Miér Mar 06, 2013 11:54 pm

Decir que sea imposible hacer algo que solo demanda atención, es de verdad exagerar. No puede quitarse de la mente la sensación de tener una relativa presión sobre sus hombros, y la presencia del Dr. Lutwidge, si bien no lo considera despreciable ni nada parecido, lo considera un extraño a lo que está habituado. No hablando sobre su clase, sino de que es alguien que recién está conociendo, y normalmente no atendía por demasiado tiempo las palabras de un adulto que no fueran las de su patrón, o al menos las de su hermano, quien se tomaba su tiempo para poder enseñar su arte sin omitir nada.
Como profesor, el Dr. Lutwidge parecía tanto amenazador como bastante directo. De todos modos no pensaba hacer nada que le enojara, y si era posible que no lo notara. Incluso entrego nuevo material, cosa que hizo pensar a Dio que solicitaba aun mas escritura para su clase, y en cambio él poco había escrito apenas en el que ya tenía.

Las palabras con las que indica que el nuevo material es más valioso de lo que se puede pensar, hace que el rubio se sienta aun mas contrariado, a la vez mas responsable, pensando en que es algo que podría reemplazar al ámbito de trabajo al que está acostumbrado, o por lo menos, pensar de que cubre un aspecto, que es la diligencia. No lo hace por complacer, ni mucho menos por pensar que hay que rendir pleitesía a un maestro, no sabría decir si eso debe hacerse o no. Pero si sabe, que mantendrá en orden la asignación, solo por el hecho de que es una regla de su clase... Por tanto, mientras se esté en ella, se debe cumplir.
Sin embargo, el propio doctor hace una pausa para dar una opinión del tema. En lo personal, Dio preferiría mantenerse callado, pero no sabía si eso podría repercutir luego en la perspectiva del profesor, o no valdría de nada. No pensaba arriesgarse, y prefirió no ser el primero en responder, dejando que otros niños se adelantaran antes de dar su respuesta.

Luego que una niña de verde vestido diera la segunda respuesta a la pregunta, la cual le resulto parecida a lo que tenía en su mente para decir, Dio levantó su mano con algo de timidez, antes de empezar a hablar. - Creo... Que es porque es una de las cosas que nos mantiene vivos. Un corazón debería ser una necesidad, y no creo que haya nadie que no sienta aprecio al menos por algo. Después de todo, vivimos porque algo nos gusta, o tenemos algo que hacer. El corazón late por esas razones, para que se pueda seguir vivo pensando en lo que tenemos y queremos. - Guardo silencio y bajo la vista luego de eso, temiendo haber sido algo insolente al hablar tan aireado de la vida, como si tuviese demasiada edad.
Pero en verdad no se arrepiente tampoco de esa respuesta. Es lo que puede creer, y es lo que le han enseñado. Se vive en nombre de lo que se debe hacer, y por aprender cosas que hacer. Es por eso necesario un corazón... Es por eso necesaria la emoción.

No sabe si es necesario hacer otra cosa, pero algo en su cabeza le hacía creer que sería necesario escribir lo que había escuchado. Resumiendo la pregunta del Dr. Lutwidge, empezó a escribir lo que había escuchado decir, usando ese lápiz de grafito que recibió recientemente. Se tomo incluso su tiempo pensando en lo que pudo escuchar decir a la segunda niña, sonriendo a esas palabras como suele parecer, pero repitiendo eso varias veces en su cabeza por cómo se adaptaba bien a lo que podía creerse normalmente.

Lo que más lo hacía sentirse bien de eso, es creer que podía pensar igual a alguien más.
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Mensaje por Emriel Velour Vie Mar 08, 2013 8:04 am

La espera resultaba agónica. Era evidente que había interrumpido y no era agradable. Uno de los chicos dijo algo: "Lamentarte no sirve de nada, ya llegaste tarde..." era cierto, pero ¿Era necesario decirlo de tal modo? ¿Qué otra cosa podría hacer? Desde luego no había resultado de su agrado... 'En fin, no se puede contentar a todo el mundo' pensó el muchacho.

Tras recibir las instrucciones pertinentes el joven Emriel se dirigió a su asiento, portando el material amablemente cedido por el profesor, no pudo evitar que una fugaz sonrisa se dibujase en su rostro cualdo el señor Lutwidge reprendió al incriminador muchacho, aunque la borró rápidamente. Una vez en su mesa pasó a seguir las indicaciones. Emriel Velour, rezaba el encabezado de su hoja. ¿Era adecuado escribir su nombre? No estaba seguro, auque tampoco es que importase mucho.

Debido a su retraso el chico aún tardó un par de minutos en captar el hilo de las clases. Comenzó a tomar las anotaciones pertinentes. Aunque había perdido bastante destreza manual debido al largo periodo sin escribir no le costó demasiado volver a hacerlo con una caligrafía aceptable. Aprovechó también para copiar el dibujo de la pizarra. Un corazón.

Los alumnos daban uno a uno su visión acerca de la cuestión planteada por el adulto. Cada uno expresaba su parecer. Él permanecería en silencio. Ya había abierto la boca suficiente ese día, además, algunos otros parecían tan poco proclibes a dar una opinión como él mismo. Era suficiente así.

SIn duda era una clase peculiar, nada parecido a lo que había vivido antes. Cada alumno parecía ocultar una amarga vida tras de sí, ¿Serían así todos los huérfanos? Perdido en sus pensamientos siguió anotando, refugiándose en la hoja de papael como si ésta pudiese hacerle olvidar todo lo malo que le había acaecido hasta la fecha.
Dr. Charles Lutwidge

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Mensaje por Dr. Charles Lutwidge Dom Mar 10, 2013 2:09 am

el maestro se cruzo de brazos permitiendo que dos dedos de su mano izquierda tamborilearan sobre el brazo derecho mientras esperaba y escuchaba las respuestas de los alumnos. Las que para su sorpresa no fueron tan pocas y cada una distinta a la otra... eso ahorraba tiempo, aunque hubiese sido grato escuchar más voces. Necesitaba registrar esos datos o terminaría olvidandolos.

Charles chasqueo la lengua y caminó hasta la mesa de la señorita Sheppherd golpeando suavemente la madera con su dedo indice Excelente Dirigió su mirada a la segunda muchacha que alzó la voz Impecable, aunque ampliaste tu respuesta a las emociones luego se giró al joven del ojo vendado y usando el mismo indice que había golpeado la mesa hizo el ademan de dispararle. Se puede vivir sin un corazón. Un corazón late porque fue diseñado para eso, no necesita razones para hacerlo. La respuesta fue bastante cortante, aparentemente hoy no estaba de animo para cursilerias o subjetividades.

Considerando la antigüedad de las culturas y su limitada medicina y estudio de la anatomía humana, la asociación del corazón con los sentimientos como Amor y Cariño se deben a un aspecto físico capaz de ser analizado a simple vista... Los latidos. Cuando el corazón late, puede ser sentido desde el exterior por terceros, por esta sencilla razón las culturas coincidieron e asociarlo al Amor. A diferencia del sonrojo o de la sudoración, que son otros efectos de Amor, el Corazón se delataba latiendo. juntó las manos un momento frotándolas tal como dice vuestra compañera muchas emociones pasan por el corazón y es ahí donde históricamente las culturas difieren si asociar las emociones al corazón o cuales deben ligarseles... Volvamos un momento a las dos culturas citadas, Los mezopotamicos ligaban al Corazón con las emociones propias de las batallas, por ello creían que comer el corazón de un enemigo digno aumentaba la pasión de lucha, mientras que los Aztecas ligaban al corazón con las emociones del miedo y el dolor, razón por la cual lo usaban como tributo a sus dioses, dado que ellos no sangraban y no poseían esas emociones.... Entonces tenemos dos recetas distintas que convergen en Amor. Después de la pausa las manos del hombre se volvieron participes de sus palabras ayudando a graficarlas, indicando las inflexiones de su voz e imitando a un guerrero y un chamán cuando correspondieron, dándole vida a sus palabras, como un niño que cuenta una anécdota a sus amigos.
Emily Sheppherd

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Mensaje por Emily Sheppherd Dom Mar 10, 2013 3:38 am

Su cabeza y sus ojos se movieron de un lado a otro mientras observaba a quienes respondían la pregunta el profesor. Tuvo ideas de inmediato sobre lo que otros decían, pero no lo expresó de ninguna manera, solo lo guardó en su mente. El aura de intimidación del aula, palpable al parecer solo para ella, ejercía un poder demasiado fuerte en su ya de por sí tímida personalidad. El profesor no había sido malo pero se había acercado y la había tocado, había roto su espacio personal y ahora le temía, temía que volviera a hacerlo. El ligero temblor en sus rodillas lo delataba. Pasaría, finalmente, pero el temor había encontrado un cálido sitio en el corazón. Se preguntó si eso también tenía que ver con la clase.
El otro opresor, del que intentaba escapar desesperadamente era el dibujo tan gráfico. Habría soportado algún mal intento caricaturesco, o incluso uno que intentara dar miedo, pero ese realismo de un órgano la atemorizaba hasta el punto de que buena parte de sus pensamientos iban a intentar evadirse. No sabía sobre enseñanza, pero ese distractor tan profundo obraba en ella igual que un niño cuyos padres se están divorciando.

Bajó un poco la mirada hacia su hoja de papel. Fingió un interés desmedido hacia su nombre, decorando las letras con cuidado. De repente la presencia se hizo demasiado pesada. La mano del maestro se apareció en su limitado campo de visión y su dedo tocó su pupitre. Al instante hubo una reacción.
Emily dio un respingo que casi la levantó del asiento, ocasionando que su silla retrocediera dos centímetros y sus ojos se abrieran como platos, mientras aspiraba sonora y rápidamente una sola vez a causa de la sorpresa. Se quedó quieta, petrificada al instante, temiendo que fuera a ser reprendida o peor… pero no ocurrió, sino al contrario. Fue felicitada por su comentario, no perfecto, pero.. “excelente”. Sus ojos se quedaron abiertos al igual que su boca, pero su mano estaba bien cerrada.
Ni siquiera ella se percató completamente hasta que se relajó cuando el profesor señaló a otro alumno y continuó su explicación. Había sostenido el lápiz con el puño cerrado, con tanta fuerza que por poco se quebraba. La punta afilada sobresaliendo de su mano como si sostuviera un puñal. Listo para atacar, lista para defenderse. ¿Cuándo había tenido que hacer tal cosa?

“Oh, querida, si pudieras recordar”

Dejó el lápiz sobre el pupitre, acomodándose en su lugar. ¿Debía tomar alguna nota? No se sentía con deseos ni sabía que debía escribir.
La clase continuó y cambió de algo estremecedor por algo horrible. La idea de comer corazones la hizo palidecer, mientras abría sus ojos de nuevo, como platos. ¿Qué sentido tenía saber eso? Ella no quería ser enfermera ni historiadora, ¿por qué tenía que saberlo, por qué ser torturada? De repente levantó la mano, sin que hubiera ninguna pregunta. Su rostro estaba pálido y nervioso y sus lindos ojos verdes dibujaban figuras acuosas y cristalinas sobre estos, pero no se habían presentado lágrimas, aun. En su frente había algunos cristales de sudor a causa de la tensión.

-M, maestro –dijo incluso algo agitada. Un leve “ah” salió de su boca, como si pensara que decir, aunque realmente solo deseaba interrumpir- ¿hay, alguna… alguna poesía sobre el corazón en esas culturas? Que no hable de guerra, pero, que… que hable de la relación de los sentimientos con el corazón…

Compuso una sonrisa lo mejor que pudo y aguardó.


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