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Lonely song [Priv. Justine]
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Lonely song [Priv. Justine]

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Anochecer Lonely song [Priv. Justine]

Mensaje por Kristel Schneewittchen Vie Jun 07, 2013 1:08 am

Una tarde cualquiera, quizás para muchos lo era, pero para ella, que caminaba por aquel sendero que hacía unos días había recorrido en sentido contrario, solo para adentrarse en aquel extraño y demasiado misterioso, ademas de en muchas ocasiones aterrador orfanato en la que la habían prácticamente abandonado, era un tanto diferente, no porque fuese una fecha especial, sino que simplemente lo sentía un poco mas normal comparado con los anteriores, quizás ya es estaba acostumbrando... Su corona dorada resplandecía con la luz de sol que se colaba por entre los arboles, aquellos tan altos, de tan diversos tipos y que bordeaban el sendero de tierra y maleza. Sin embargo, pese a que parecía que estaba dirigiéndose hacia la parada de autobús, sus pasos se desviaron hacia la derecha, adentrándose en aquel pequeño bosquesillo si es que siquiera se le podía llamar así. Caminó con tranquilidad, mientras su semblante mostraba prácticamente nada de sus pensamientos o sentimientos, su andar la llevó hasta un gran árbol, cuyo robusto tronco se torcía de manera extraña, dando la impresión de que lo habían estado girando mientras crecía, una espiral se formaba en el mismo y posteriormente las ramas salían gruesas, pero con escasas hojas que lucían amarillentas o con apenas ligeros toques verduscos en si mismas.

-Mayuki no hada wa shiroku- comenzó a cantar mientras sus manos se sujetaban del tronco y comenzaba a treparlo, utilizando los pequeños bordes que se formaban por el extraño crecimiento del árbol, su voz, suave, dulce y aguda, hacía eco en aquel lugar donde la maleza abundaba -Kokutan no kami wa kuroku- continuó con dificultad, mientras escalaba ayudándose con sus delgados brazos -chishio no you ni akai kuchibiru fuyu ni nozomare umareta watashi- por fin logró alcanzar una rama, sin embargo antes de que pudiese subir a ella completamente su zapato resbaló en la corteza y poco fue lo que faltó para que terminase directo en el suelo -¡Ah!- Exclamó, asustada por su casi caída, sin embargo haciendo un ultimo esfuerzo, logró jalarse hasta aquella rama, sentándose en la misma y respirando profundamente -Eso estuvo realmente cerca... creí que caería-

Su mirada se posó en el horizonte, visible ligeramente desde aquella altura y una tenue sonrisa se dibujó en aquel pequeño y dulce rostro, mientras suspiraba con suavidad, admirando el espectáculo que era el atardecer, desde su llegada, si bien no había pasado una considerable cantidad de tiempo, se había sentido por demás desanimada, acoplarse le resultaba difícil y realmente se preguntaba a que tipo de lugar había sido enviada, pues las cosas extrañas que pasaban durante las noches le terminaban por convencer que aquel lugar no era para nada normal. No se podía decir que a ella le hubiesen pasado cosas de gran consideración, pero la actitud de otros huérfanos y los rumores debían ir de la mano con algo que albergaban las paredes de aquella institución y que sin duda era algo siniestro.

-Kagami yo kagami…… Kono sekai de ichiban- Entonó nuevamente, esta vez con un tono mas bajo y un tiño de tristeza y quizas, algo de dolor -utsukushii no wa, dare na no kashira?- Sus ojos se cerraron mientras la canción salía de su boca, mientras sus piernas se balanceaban de adelante hacia atrás -Sore wa anata-- die Königin deshita ga... ma de wa kanojo Schneewittchen!-

Aquella ultima frase, fue dicha con un tono mas alto, haciendo eco en el lugar de manera amplia y finalmente, el silencio le siguió, mientras la niña coronada se quedaba observando el ocaso, con la espalda recargada en el tronco y las piernas colgando a cada lado de la rama.

Canción y traducción de las partes cantadas:
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Anochecer Re: Lonely song [Priv. Justine]

Mensaje por Cruel Justine Miér Jun 12, 2013 12:33 pm

-¿Qué diferencia hay...?- 
 Empezaba a cuestionarse valientemente.  
-¿Entre la muerte y ésta, que es mi situación? Creo que no he concebido noche más placida que la que me ha acontecido hoy; he dormido sin esperar que el miedo o la excitación, estimulada por la ansiedad, me despertasen. He pernoctado cómodamente, en tanto mi cabeza, unida a vaya saber uno el número entelequias, se entregaba confiada e inocente a todos esos cuentos que desde hace antaño ya no soñaba. Y es que, en la racionalidad del pecado, siempre apaleé a la tendencia de regirle poderosas paredes al espíritu… esas que hoy parecen haberse quebrado- 
Abrió sus ojos, desnudando los misterios de ese techo abovedado llamado cielo, en el momento exacto en que la atmosfera se ruborizo. Una mera coincidencia sin duda, pero ella quiso asumir las culpas;  como si sus ojos fueran los responsables del asolamiento de los matices en el atardecer y el cielo se negara a competir con el azul de sus ópalos. 
-Aunque yo no tengo espíritu. Lo sé, porque se suicido frente a mí; y todo lo etéreo de su presencia llovió y se dejo absorber por la piel de su amada muerta. Cuando nació Cruel, Justine se tendió agonizante en el suelo (al igual que yo ahora… como si buscase revivir el momento exacto en donde le dije “Adiós” a mis principios). Y, entonces, en donde antes hubo un alma, ahora yace un hueco ennegrecido y profuso, anidado por cuervos…cuervos que baten sus alas y que absorben con sus plumas negras la sangre de mis venas. Cuervos que graznan en las noches, y que sin embargo hoy se vieron incapaces de interrumpirme…- 

Coloco la mano pequeñita sobre su pecho, palpando con los dedos la suavidad de su nueva muda de ropa. Respiro profundamente y quiso imaginarse que exhalaba azufre; que ese infierno particular que traía arraigado en las entrañas buscaba con desesperación sulfurarle la boca. Sonreía. Buscaba en las nubes del cielo nuevas formas; las interpretaba. Hilvanaba en el aire un millón de cuentos; les otorgaba finales opcionales. Alzaba su mano libre y pintaba seres imaginarios en el cielo; les ponía un nombre y luego los olvidaba. Volvía a sonreír. Lloraba. Se sentía segura. Temblaba. Susurraba débilmente después de gritarle duramente a la nada. Yacía acostada. Se sentaba. Tiraba versos al aire. Arrancaba la yerba bajo su espalda, la soplaba; se despedía de ella. Refutaba fervientemente contra preguntas que jamás se le había hecho; como desahogándose de tantos años sin tener derecho al argumento. Rezaba. Se volvía agnóstica; para luego encontrar la fe en el primer rayo de luz. Trataba de adivinar la hora, para después perderla nuevamente.  
Amaba. Odiaba. Sufría. Gozaba. 
Soñaba. Despertaba. Racionalizaba 
Enloquecía… 
Esas deliberaciones íntimas que nosotros nos podemos permitir todos los días (o, al menos, en su gran mayoría) tardaron en llegar a las posibilidades de Justine unos 19 años. En una sola tarde, la falsa niña, roto su carácter en los perfiles más intocados y en las variaciones menos pensadas.  
Reflexionaba. Se descubría. Hablaba sola. Callaba. Se inventaba juegos que después olvidaba. Quería escribir y al mismo tiempo no tenía ganas. Hasta la locura, que siempre rechazo como la mayor de las infamias, en aquel momento le pareció como una opción sana ¿Los árboles se pintarían de carmín? ¿El cielo le traería más cerca las estrellas? ¿Y el viento? ¿Tendría perfumes diferentes? ¿Saldría un trovador de la nada a narrarle una y mil hazañas de agnósticos héroes?... 
Antes de que el enloquecimiento respondiese a todas esas inverosímiles cuestiones, un canto suavecísimo se filtro por los aires y corto abruptamente los carriles de su delirio. 
 ¿Loca ya? ¿Tan pronto? 

-No, realmente la estoy escuchando…- 

Debatió mientras se incorporaba y volteaba el rostro en dirección al sonido. En otras circunstancias  hubiese corrido en el sentido contrario, llenando de culpas a una tarde completa cargadísima de incoherencias… pero no, esta voz era real, no era la locura que le modulaba en el oído, saboreando los temblores de ese cuerpo tan chiquito. Era verdad y estaba lista para discutirlo, aunque sea consigo misma.  
Lleno esos pulmones viciados de oxigeno y dedico unos segundos a sacarse la hierba que se había pegado a la ropa (especialmente en la espalda). Miro hacia el frente y silenciosamente se escabullo entre los árboles, guiándose por la intensidad de la finísima voz, como si la misma le tendiera una cuerda etérea por donde sujetarse y llegar hasta ella.  
Justine se movía por el bosque sin mayor temor, sin siquiera pensar en la posibilidad de perderse...y solo fue cuando una última línea se alzo fuerte en el cielo, que logro encontrar lo que quería.  
Un árbol de lo más nudoso (y victima de los descuidos de un clima impetuoso) cargaba en una de sus ramas la escultura vivificada de una Venus. Podría tratarse de otra de las niñas que vivía en el orfanato; una niña que, como a tantas otras, había ignorado… más sin embargo, esa corona, aunque tierna, le regalaba cierta nobleza a su belleza; como si fuese una genuina princesa. Justine reparo en como su piel blanca reflectaba todo lo rojizo del cielo, matizándose suavemente al mismo tiempo,  para luego enredar la vista en los cabellos negros caían como una seda delicada por la espalda y reposaban calmamente sobre su pecho.  
Quizás, si la hubiese visto hace dos días en los jardines del hospicio donde se crío, no hubiese dudado en agarrarle la pierna y hacerla caer al suelo, excitándose a la sola emanación de la sangre, mientras la veía convulsionando por el golpe, sin siquiera preguntarle el nombre.  
Pero aunque el dolor seguía resultándole una opción de lo más interesante, el desgano era más fuerte. 

-Es en japonés lo que cantáis ¿Verdad?...- 
Se atrevió a interrumpir la paz, mientras acariciaba la corteza del árbol con sus yemas chiquitas, y dibujaba en ella cosas que jamás se notarían en un trazo imaginario.  
-Blancanieves, dime ¿Vos también estáis atrapada aquí o lo que contemplo es simplemente un reflejo del cielo sobre la tierra? Un suspiro divino que nuestro señor optó por darle forma humana para embellecer los rincones más disolutos del infierno; regalándole la esperanza a quien le falta-
 Las vísperas de una noche próxima le hacían ver a la infame como una suave silueta de piel alba y ojos añiles chispeantes. Justine había dibujado en su carita una sonrisa perversa; con los dientes carnívoros, todos filosos e inmaculadamente blancos, postrados como navajas pequeñísimas en una boca rosada.

Spoiler:
 
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Anochecer Re: Lonely song [Priv. Justine]

Mensaje por Kristel Schneewittchen Sáb Jun 15, 2013 8:13 pm

El sol se iba... tan lento que parecía no querer abandonar el cielo, escondiéndose tras el horizonte, despidiéndose con sus últimos rayos, con pereza, con tristeza No te vayas pensaba la pequeña de ébanos cabellos, mientras el viento hacía danzar estos mismos sutilmente, se creía sola, sin embargo una voz llegó a sus pequeños oídos, desconocida completamente, o al menos ella estaba segura de que jamás la había oído, su mirada se despegó del cielo, bajando hasta lo terrenal para encontrarse con una chica o ¿Una niña? parecía menor, incluso mas pequeña que ella, pero no estaba segura, pues pese a su apariencia inofensiva, había algo en sus ojos, pero sobre todo en esa sonrisa que le dedicó o le mostró ¿Quien era? No sabía ¿Que quería? Mucho menos ¿Desconfiaba? Por supuesto que si, siempre y de todos desde aquel día... pero esa era otra historia. Se le quedó mirando sus ojos fijos, cual zafiros incrustados, se clavaron en los de aquella persona, mientras una mueca de sincera inocencia era lo que aparecía en su pálido y tierno rostro, sus palabras, rebuscadas y un tanto complicadas resultaron difíciles de entender para Kristel, pero el hecho de que le llamase blancanieves fue lo mas desconcertante quizás.[/font]

-Si... era japonés- respondió a su primera pregunta, mientras comenzaba a balancear sus piernas de adelante hacia atrás. Sus manitas recargadas en la rama donde se encontraba y su cuerpo ligeramente arqueado hacia adelante fueron las posiciones que adoptó para ser capaz de ver mejor a aquella niña, cuyo rostro era iluminado por el atardecer, se quedó en silencio, quizás mas tiempo del que fue consciente y finalmente, sonrió, una mueca suave, dulce y enternecedora, que daba a su pequeño rostro cierta luz, quizás solo aparente -No soy Blancanieves, mi nombre es Kristel- corrigió con alegría, inocencia, una mascara muy buena, porque solo la mitad era irreal -Tus palabras suenan extrañas, pero muy bellas ¿Como te llamas? ¿También vives en el orfanato? Creo que nunca te había visto en el ¿Hace cuanto llegaste?- Cuestión, tras cuestión, su curiosidad era imparable y es que aún en una mentecilla atrofiada como la suya aún podía albergarse ese pensamiento infantil, que si bien podía ser opacado por el recuerdo del trágico antaño, se mantenía recio y presente, ella era una niña, a final de cuentas, la madurez quizás prematura de su cuerpo era solo un reflejo físico, pues en cuanto a lo mental se refería, posiblemente era cuatro años menor.

Quiso bajar, acercarse a ella, por lo que intentó recrear el camino que recorrió para subir, sin embargo la torpeza podía ser una característica canónica en la joven de pálida piel y por la prisa de poner de nuevo los pies en el firme suelo, uno de sus pies, ataviado con un tacón ligeramente alto de color rojizo, terminó por resbalar, haciendo que su descenso fuese mucho mas rápido y por supuesto accidentado, su espalda terminó azotando con un ruido diverso, entre un golpe sordo y el crujir de pequeñas ramas y hojas aplastadas por el cuerpo de la niña, un grito agudo salió de sus labios al sentirse decender repentinamente y sus ojitos azulinos se cerraron con fuerza, por un largo rato, se quedó en el suelo, con los brazos sobre la cara como si creyese que algo iba a caerle encima y es que juraba que cuando caía había oído algo romperse, la rama posiblemente quebrada por el intento de sujetarse de la misma, por varios minutos permaneció de aquella forma, adolorida pero no herida, su buena fortuna seguramente -...Au... eso dolió- se quejó con voz quebrada, como si estuviese a punto de llorar debido a su accidente, pero sin que las lagrimas cayesen de sus ojos, hacía mucho que no lloraba por algo como aquello y no lo iba a hacer en aquel momento, se incorporó lentamente, lanzando un gemido tenue y dolido y miró a la chica -...Lo siento, has visto algo demasiado torpe de mi- se disculpó, tal cual fuese su culpa que se aplicase la fuerza de la gravedad.


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Anochecer Re: Lonely song [Priv. Justine]

Mensaje por Cruel Justine Mar Ago 06, 2013 3:11 pm

Pese a su costumbre de retener una variedad casi infinita de mujeres en la memoria, podría jurar que había algo en los gestos de la otra que se le antojaba autentico y encantador. Justine nunca había envidiado la belleza de unos ojos despiertos, de un rostro bien proporcionado y de un cuerpo sujeto al desarrollo natural de los años; quizás porque jamás tuvo tiempo para precisar en la envidia o en la rabia, sólo en el placer y en su falta. Veía a la pequeña balancearse sobre la rama que le tenía fuertemente sujeta, y la estudiaba; atacaba su cuerpito en fugaces y rápidos vistazos.
Ambas estaban pintadas por la misma paleta de colores, pero cuan distintos habían sido sus escultores.

-¿Kristel? Yo conocí a una Kristel… -

Repuso ágilmente, en tanto recordaba a esa mujer en particular. Cuando la conoció (hace poco más de 7 años) era ya una adulta. De cabellos cobrizos, ensortijados y largos hasta el nivel de la cintura. Unos deliciosos ojos color avellana. La piel parda y de gruesos labios (empresarios de los más calientes y ásperos besos). Se caracterizaba por exhibir un par de enormes e impresionantes pechos, que por su peso y la falta de sostén le caían hasta la mitad del abdomen, aunque siempre regios y firmes. Las caderas eran otra historia muy distinta; escuetas y mal proporcionadas. No había una cintura estrecha que las realzara y el tamaño de sus nalgas era lo bastante pequeño como para ignorarlo. Por tanto, entre cuatro sodomitas, no duro demasiado; un cuerpo así rápidamente fue presa de un apetito sádico y en menos de dos semanas esa grandiosa figura, de más de un metro ochenta de altura, se vio reducida a un montón de carne amorfa y huesos triturados por el fuerte peso de un mazo de mármol sobre la alfombra.

Triste. A Justine siempre le había parecido una mujer muy bella. Un amor de esos tantos que había enterrado; una cara hermosa que se vio obligada a sustituir por otra en afecto si no quería volverse loca.

-Pero era muy distinta a ti…-

No dio más detalles, prefirió prestar atención a todas esas preguntas curiosas que se le hacían. A su fortuna, la libertina no tenía nada que ocultar y podía deleitarse sin culpa en las inquisiciones ajenas. Quito su pequeñísima manito del árbol y la coloco en el bolsillo de su pantalón, repitiendo el gesto con su otra mano libre pero en el lado correspondiente. Bajó la vista hasta el suelo para descansar los músculos tensos de su cuello por la posición viciosa.

-Llegué en el día de ayer, preciosa. Y sí, creo que…vivo aquí de ahora en más-

Definió distraídamente. Su léxico ahora era más simple, más accesible, más básico; recurso que había adoptado en el día anterior, al tener que intercambiar palabras con aquel terrible titán, el mayordomo que la recibió y esa extraña compañera que había tenido que escoltar hasta el dormitorio. Traspasaba lo esencial de sus ideas del rumano al alemán, para después llegar al inglés y tener oraciones que no distrajesen demasiado la atención. Aunque el peso de la poesía le dejaba una sensación vibratoria en su lengua, como si los artificios nunca dichos quedasen ahorrados en la boca, esperando el más mínimo descuido para brotar todos juntos y de golpe.

-Mi nombre es…-

¿Justine o Cruel? ¿Debería agregar el Lornsange?
Optó hurtar unos segundos al silencio antes de contestar.

Ladeo la cabeza y estudió esos alrededores que poco le ofrecían. Ya las paredes negras de los árboles habían superado lo precario de su estatura; se sentía dentro de un pozo y la voz de la otra se le antojaba tan lejana como si tratase de comunicarse con ella desde un imaginario nivel superior. Suspiró. Esperaba llegar a una respuesta decente en los próximos 30 segundos, aunque no fue posible. Un fuerte crujido de ramas le arrebató la atención, pero lo único que alcanzo a distinguir fue como el cuerpo de la otra niña se precipitaba vertiginosa y rápidamente al suelo, para terminar impactando con brutalidad en él.
Justine la escuchó gemir de dolor y saboreo hasta el último instante de su voz palpitante en el aire. Un escalofrío le recorrió del inicio de la espalda hasta el fin de su columna, despertándole los sentidos; revitalizándola.

-Hay que ser torpe, mi niña ¿Cómo hiciste para caerte de una rama tan gruesa? -

Inquirió con sorna, mientras se aproximaba dejando ambos pies cerca de su cabeza toscamente colocada en el suelo y observándola desde arriba Desde su punto de vista el rostro de la chica estaba invertido, pero aún así era muy hermoso. En cambio, el panorama que se le procuraba a Kristel era bien distinto, siendo enjuiciada por unos agudos ojos, una sonrisa repleta de carnívoros dientes y una palidez anémica que no ofrecía más que cierta sensación de inquietud.

-Perdón se le pide a Dios, Kristel. Y La idiotez no es un pecado-

Aunque debería. Sus cejas alzadas acrecentaban la malicia poco trabajada de su comentario.

-Vamos, intenta levantarte. Si no podéis yo te ayudo-

Le ofreció, caminando desde su cabeza hasta el costado izquierdo de su cuerpo, y agachándose posteriormente. Las manitos eran pequeñas, todo el cuerpo de Justine era demasiado chiquito, pero tenía fuerza… o al menos la necesaria para ayudarla a levantarse y caminar hasta el orfanato, en el caso de que la otra no pudiese hacerlo sola.

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