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Búsqueda [Priv. Cruel Justine] [Evento]

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Astrid Ritter

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Atardecer Búsqueda [Priv. Cruel Justine] [Evento]

Mensaje por Astrid Ritter Vie Mayo 03, 2013 8:04 pm

El baño general era el recinto más indecoroso y horrendo del primer piso, por lo menos para lo que la mujer había visto en comparación al resto. Odiaba el olor, el aspecto, la posición de las duchas, las goteras, el piso... odiaba todo lo que viniese de ese lugar y lo peor era que era el baño común tanto de adultos y niños. No le gustaba pensar que niños y adultos compartieran baños, no, los niños deberían usar los suyos y los adultos otros, porque los adultos son criaturas corruptibles y destructoras. Cuantas torturas pudieron pasar y ser presenciadas por aquellas sucias paredes. Desde que ella vivió allí, muchas fueron aquellas. Su mente se negaba a borrar de lo que sus ojos alguna vez fueron testigos. Odiaba esa sensación y por ello mismo volvía a aquella zona, aquel lugar, un lugar donde pedir perdón.

Estaba sola en aquél lugar, únicos testigos eran aquellas manchas de humedad que quebraban la pared en varios patrones de dibujos. Cuando era niña y quería escapar de los demás niños, ella se venía a este lugar y miraba aquellas manchas, viendo animalitos en ellas o personajes divertidos con los cuales inventar insípidas historias. Ella de todos los focos nunca fue el más brillante, así que su intelecto no daba para mucho y estaba consciente de ello, pero ahora que volvía a ver aquellas manchas... ya no eran conejitos y patitos, eran solo manchones oscuros y grietas por las cuales salían cucarachas.

-La edad debió atrofiar mi vista...o capaz que solo fueron los golpes, lo más probable-

Estaba seguro que hasta los 30 viviría, pero no más, sería una locura atentar contra la naturaleza que proclamaba que la vida no sería hasta más de aquella edad. Y por un momento ella quedó en silencio, repasando con dolor los acontecimientos que aún estaban marcados en su memoria como gravados al rojo vivo en la carne de su cerebro. Los llantos, el dolor, las súplicas... y ella estaba allí, impotente, sin tener la fuerza para ayudar, la forma de hacerlo, ella jamás se perdonó no poder ser capaz de ayudarla y por eso mismo volvía, en cada aniversario, a un lugar que le recordara aquello, a dar una ofrenda de paz a aquel espíritu.

No creía en el Cielo, no creía en el Infierno, no creía en el perdón ni la redención. Ella no creía en nada de aquello que era predicado, ella solo quería hacer algo para que su pecho dejara de doler ante los recuerdos, para que las pesadillas volasen de su mente y los sonidos no volvieran. Ver tantos niños, últimamente, traía con más insistencia aquellas memorias gravadas a cincel en su cráneo y ella odiaba aquello, le enfurecía. ¿Habrán más niños? ¿Este lugar sigue siendo como antes era? ¿Seguirá pasando lo mismo que una vez pasó? A sus príncipes nunca los molestó con sus preguntas, por lo que solo quedaba para ella buscar la respuesta.

Estaba sentada en el suelo, la lámpara se balanceaba de lado a lado, el foco tintineaba y las moscas, eran tres, volaban al rededor de la luz. En el centro del baño, ni cerca de las duchas ni cerca de los sanitarios, ella estaba ubicada. Su capucha cubría sus ojos, junto con sus cabellos y las lágrimas se rehusaban a salir, contenidas dentro, el dolor no deseaba abandonar su cuerpo y los gritos en su memoria perforaban sus tímpanos.

Sintió tanta rabia que corrió hasta la pared y la golpeó con un puñetazo certero, la cascarilla de la pared caía lentamente bajo su puño tieso y firme pegado a la pared. Sintió un crujido y rápidamente separó su puño del cemento y cargó su mano con la mano opuesta.

-¡La puta madre, me rompí el jodido puño!-

Y empezó a maldecir, y patear la pared. Al minuto se calmó, contando lentamente hasta cinco, y tomó aire profundamente. Acomodó el dedo en su lugar, puesto que solo un dedo se había dislocado. Lo cual no sorprendía a la mujer, puesto que la mano se la había roto tantas veces al golpear mandíbulas que ya no le afectaba tanto y las veces eran incontables.  Mientras se acomodaba la mano otra vez, reposó su hombro contra la pared, dándole la espalda a la puerta de entrada. No emulaba sonido alguno mientras re acomodaba sus huesos.


Última edición por Astrid Ritter el Sáb Ago 03, 2013 4:07 pm, editado 1 vez
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Atardecer Re: Búsqueda [Priv. Cruel Justine] [Evento]

Mensaje por Cruel Justine Lun Mayo 20, 2013 5:10 pm

Justine trataba de observar la situación desde una perspectiva completamente desapasionada: sin temor, sin rencor, sin miedo, ni ninguna otra clase de inquietud; una suerte de estoicismo bien entrenado. Esto sucedía porque comprendía perfectamente las consecuencias de encontrarse presa de una pasión, de voltear los ojos para dentro, de versar en las expectaciones de uno mismo y de las dificultades que le subyugan consecuentemente. Sí, es verdad, la vida había sabido forjarle, desde su temprana edad, un altar en las caderas en donde inmolar los inciensos de los excesos y la falta de estribos; pero con esa misma convicción que le servía a la hora de dejarse llevar por sus caprichos, lograba asistirse también en una postura objetiva y crítica; hasta podría decirse que poseía una filosofía bastante altruista sobre el conflicto.

Así que, sin saber resolver aún si aquello que vivía era, en efecto, una condena o un sueño, entendía perfectamente que se encontraba más sola que nunca. Antes, al menos, si no regocijaba su sensibilidad en suculentos almuerzos o se arropaba en unas tibias frazadas (engalanada por las fragancias frescas que se filtraban del jardín hasta su alcoba privada, enalteciéndole su virulento espíritu), al menos había tenido el consuelo de unas bellísimas y descuidadas manos acariciándole la espalda lastimada, presionando las yemas húmedas y tibias en su reverso, escurriéndosele por la columna, como contándole los huesos indiscretos que se dibujaban tras esa fina capa de piel… o el precioso calor de unos labios temblorosos sobre los suyos, con resabio a sal, confortándola en plena oscuridad, en plena cerrazón, negrura, lobreguez.

Aprovechando para hacer una pequeña introspección ahora, mientras cargaba el peso de su espíritu muerto, contorsionándosele en las entrañas (como si predicase aún sobre la teoría medieval del alma en el hígado, jurando que los huesos astillados de su esencia, molida en desesperación, se le encarnaban en la carne y cambiaba las rutas de su sangre) caía en la cuenta de que la oscuridad, entendida en su concepto más básico o más complejo, había sido un elemento de lo más común en su vida… y ella, inconscientemente, se había familiarizado con ello; ya que, en su capacidad de sorprender y de agasajar, bajo su sudario negro se jugaban con otro compendio reglas que, en los terrenos de la luz, no se entendían. En la oscuridad no había cosa como la expectativa, ni el prejuicio; en la oscuridad no había más que una entrega constante y ciega, en donde el instinto primaba por sobre los ojos.

Sin embargo, en este momento, ni de eso se podía aferrar. El río que se la llevo, no solamente le hubo enfriado el cuerpo hasta el espantoso punto de la hipotermia, sino que también pareciese haberle lavado el pecho… ¿O es qué esperaban qué, en toda su inexorable crueldad, hubiese cabido la ligera posibilidad de dejarse arrastrar hasta el portal de un nuevo hospicio? ¿Volver a escalar de la mierda hasta el pináculo? ¿De aceptar cuidar a otra criatura sin permitirse con ella mayores libertades? ¿Qué le cuestionasen? ¿Qué le ignorasen? No, por supuesto, hubiese salido disparada sin la menor culpa; en un momento de mayor lucidez hubiera preferido que le desgarrarse el vientre estéril una manada de lobos a tener que manejar la posibilidad reencarnar en otra pesadilla. El agua se cargo su oprobio, su practicidad, buena parte de su cordura, la cerrazón que traía por esencia; el torrente había blanqueado todos esos elementos y, sin su oscuridad esencial, Justine los desconocía.

Por todas esas razones, y volviendo al principio, la liberta prefería manejarse desde una completa imparcialidad; sin pensar que había algo allí en su contra o a su favor. Por ejemplo, concebía a Morrigan como el único elemento familiar que tenía; pero no versaba su figura en la posibilidad de una amistad o futura traición…

Perdón ¿Dije amistad? Quise decir, colaboración mutua; porque los libertinos no tienen amigos, solo colaboradores.

Caminaba por los pasillos con una naturalidad hasta sencilla (bueno, dentro de lo posible, porque su tobillo lastimado aún punzaba bajo el torniquete casero y le obligaba a renguear), escudriñando cada rincón, doblando por cada pasillo, sin temor, poco vacilante. Abría cada nueva puerta como si fuera suya y observaba hacia adentro sin proponer más invasión. Cabe acotar, que tampoco prestaba demasiada atención a su alrededor; después de haber revisado una habitación en concreto, y bajo la premisa de siempre seguir para adelante, rápidamente olvidaba a que se dedicaba el cuarto requisaba, siguiendo su curso. El objetivo era encontrar algún baño para que su compañera y ella pudiesen higienizarse, vigorizar un poco el espíritu. Justine tenía pegado a su cuerpo rastros de barro seco; olía a tierra fresca mesclada con sangre y algo más, imposible de clasificar. Optó por bajar al primer piso manejando la posibilidad de no haberlo revisado bien anteriormente. Juraría que, en algunos momentos, los pasillos cambiaban su dirección cuando volvía la cabeza hacia atrás; habían voces, pasos ajenos, sonidos inciertos, pero en su postura tan meditabunda no había lugar para la intimidación.

Y, gracias a esa fuerte e impasible convicción, logro dar, no solo con uno, sino que con dos baños. El primero, a su derecha, especificaba en la puerta de que era para un uso exclusivo de las niñas; muy conveniente. Se encontraba parcialmente iluminado por la claridad entristecida de la tarde. Mientras que, por otro lado, el segundo a su izquierda, se acertaba completamente oscuro… a tal punto que resultaba imposible distinguir elemento alguno por arriba de esa espesa capa de sombras.

Respiro profundo, vacilando esos hermosos ojos azules de una habitación a la otra; contando en una cuatro cubículos y en la otra un silencio profundo. La desgraciada lo que necesitaba eran las duchas, algo que no parecía tener el baño de las niñas… así que, presa de esa misma impasibilidad anterior, rigió su paso chueco hasta el cuarto más oscuro, cerrando la puerta al entrar. Pues, como habíamos mencionado antes, Justine no era inteligente, pero si sensitiva… ¿Y qué mejor territorio para poder preservar ese poco de dignidad que aún guardaba que uno que le cortase toda posibilidad de juicio a los ojos? Aparte, la luz supondría otro tipo de disyuntivas… por que en el baño hay espejos… y los espejos, en su misterio, dueños de un conjunto propio de normas relativas y hasta situacionales, quizás le revelarían otras verdades. Sí, manejaba miedos simples, como que la superficie reflectante no le devolviera su reflejo (ese que había interiorizado con los años, que le forjo la identidad, tanto suya como la de su enfermedad). Pero también se manejaba dentro de posibilidades más complejas, como visualizarse en una suerte de desdoblamiento astral; no observando únicamente un plano tridimensional, sino que la existencia misma desde toda perspectiva… idea que a Picasso, por cierto, le hubiese fascinado.

Sin embargo, no fue una penumbra total lo que encontró al cerrar la puerta; había una lámpara de aceite postrada en el centro del cuarto, a su diestra. Su luz era como una débil esperanza y chorreaba lánguidamente en el suelo. Justine bailoteo los ojos de allí a su frente, reparando en lo que parecía ser una figura muy negra, muy alta… muy alta... dándole la espalda, postrando un hombro en la pared adyacente. A la infame le fue imposible precisar su sexo (nimiedad que ella, en cambio, consideraba importante). Pasó una mano por sus cabellos, notando que ya estaban secos y se ondeaban para arriba y hacia abajo, en esa suerte de cascadas cortísimas y negras que se desprendían del centro superior de su cuero hasta su frente y nuca, incrementando esos aires de inocencia y dulzura de su cruda y falsa infancia.

-¿En lo que reparo, ahí en frente, son duchas? De estar en lo correcto ¿Tienen agua caliente? Porque hay una niña en las habitaciones que lo necesita con la mayor premura posible… De estarme equivocando, desásname-


Su voz, si bien no era inconmovible, se concebía completamente natural, como si aquella situación fuese parte de lo cotidiano. ¿Desasosiego? Por supuesto, esa agnóstica figura le triplicaba la altura; un solo apretón de esas enormes manos en su cuello bastaría para quebrárselo como si fuese un delgadísimo mondadientes. Pero también entendía que había estado en situaciones en donde su desventaja, por números, era mayor…

Así que se sintió más calmada y sonrió.
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Atardecer Re: Búsqueda [Priv. Cruel Justine] [Evento]

Mensaje por Astrid Ritter Miér Mayo 22, 2013 8:42 pm

Mientras se acomodaba lo que podía de aquella mano herida, escuchó pasos por los pasillos, la suavidad de ellos era como susurros antiguos de algún recuerdo pasajero, pero indudablemente eran reales. No le dio mayor importancia, por el hecho tan simple de que ese lugar estaba apestado de niños, cuyos piecitos eran adornos suaves que no dejaban oír casi sonido a sus pasos.

La puerta abrió y cerró, y la mujer no se dignó en hablar. Sabía, o más bien, sentía que algo estaba detrás de ella pero no temía confrontación alguna, pues bien entrenada estaba para poder defenderse a la perfección de cualquier amenaza que se atreviera a levantar dedo a su persona. Pero en cambio, cuando escuchó esa suave voz, natural, gentil, dulce... supo de inmediato prestarle atención al intruso.

Separó su hombro de la pared, volteó lentamente en dirección a la pequeña criatura, sus ojos, agujas rojas afiladas, se concentraron en lo que podía ver, de la cintura hacía abajo. La pequeña criatura frente a ella era de altura pequeña, sus pies eran pequeños también, su cuerpo aparentaba ser pequeño, por más que las sombras del lugar le oscurecieran la imagen encantadora que deseaba ver. ¿Por qué deseaba tanto ver? Porque no era más ni menos que una dulce niña... si, una criatura de infinita dulzura e inocencia que ella velaba por proteger, aún sin conocerla, ya deseaba protegerla. Se enderezó un poco de su postura y, sin emitir sonido alguna, caminó hasta la lámpara en medio de la habitación.

-Los horarios de baño han terminado... pero aún queda un poco de agua caliente, si es eso lo que buscas...-

Pronunció en voz tronca, suave, pero grave. Levantó de en medio de la habitación la lámpara y la sostuvo cerca de su rostro, caminando hacía la niña nuevamente. Descubrió en ella un rostro lastimado pero dulce, una sonrisa suave y encantadora que podía hacer que su pecho se contorsionara en placer. Era una criatura hermosa, como toda niña de dulce edad, y en este infierno de orfanato, ella protegía a niñas como ella.

Al bajar su mirada contempló un vendaje, muy mal hecho, en su piecito, pequeño terso, de seguro. Miró fijamente a la niña, su expresión era incapaz de transmitir nada más que una suave estoicidad no forzada. Se agachó frente a ella y señaló su pie.

-¿Deseas que cure tu herida, pequeñita? No tengas miedo, soy un profesor aquí y no te lastimaré, déjame curarte y luego te acompañaré a tu habitación y llevaremos el agua a tu amiguita... ¿está herida también? -

Su voz estaba modulada para sonar, aunque aún ronca, también con cierto tono amistoso, como cuando uno desea hablarle a un bebé o un niño pequeñito. Astrid hacía lo mejor que podía por no sonar espantoso o aterrador, como sabía que sonaba para los demás. El rostro de ella no le era familiar, por lo que supuso que era una niñita nueva de la cual aún no sabía ni el nombre. Pero primero le atendería, luego buscaría aquella información. No necesita ella saber el nombre de la niña para poder curarle su pie.
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Atardecer Re: Búsqueda [Priv. Cruel Justine] [Evento]

Mensaje por Cruel Justine Lun Jun 10, 2013 1:26 pm

Justine se pregunto, en aquel preciso instante, si el rabino Judah Loew se había sentido así de pequeñito ante el nacimiento de su Golem. Sí, por supuesto que la infame era capas de creer en esos delirios fantásticos, más aún si su etimología era bíblica; defendía con fervor la sola idea de que existiese un díos iracundo e implacable, al mismo tiempo que se tomaba la maldita libertad de soñar con playas preciosas, en donde sirenas, de todos los matices de belleza posibles, alcanzasen extender la parte humanizada de su cuerpo sobre enormes rocas, permitiéndole al sol acariciarlas, como tantos marineros hubiesen ambicionado locamente con solo verlas a lo lejos. El punto es que el enorme tamaño de esa criatura, hasta entonces oculta en el baño, era para Justine agnóstico. Así que, aprovechando ese pequeño lapso de tiempo, que propiciaba la distancia entre pared y la lámpara, se postro infantilmente en una asociación situacional: en donde ella era una rabino cualquiera que, durante años, estuvo dándole forma a un cuerpo enorme, para después regalarle el precioso obsequio de la vida, aunque sin un alma para sentirla (la esencia que separa la creación de un hombre, con la de un díos; el hilo que extravía la humanidad que tuvo Adán, con la que jamás fue bendecido el coloso en el Gueto de Praga)…

¿En cuantos niveles podría exaltársele el pecho al solo contemplar a su obra con vida? ¿Realmente se jactaría de ser la dueña genuina? Puesto que el coloso mínimamente le triplicaría la altura, redoblaría sus fuerzas y ostentaría una voz estoica que se impondría por sobre todas las demás ¿La intimidación no cedería al impulso de correr? ¿De llorar? ¿De sentirse esclavo de su obra como los artistas de sus musas? Como lo era ella de su Juliette.

¿O es que simplemente se sentiría extasiada al tener un poder que le asemejaría al de cualquier divinidad, e impondría respeto por sobre todos los demás haciendo alarde de sus hazañas? Después de todo, el poder corrompe.

Me tome la libertad de detallar esta hipótesis, claramente hilarante, porque la misma niña se creyó en ese momento ser testigo de una “cosa” mitológica. Que, siendo como era de grande la ignorancia sobre su paradero, nada le impedía a su fecunda imaginación pintar los artificios más ocurrentes en esa cabecita tan cruenta y experta en excesos.

-¿Horario de baño? ¿Qué clase de broma es esa? ¿Os ocurre recibir gente a todas horas y le imponéis, todavía, un compendio de normas al desconocimiento? Es lo más similar a levantar un muro de ladrillos a quien está ciego…-


La voz del “Golem” se le antojo casi tan intimidante como su altura, despojada de vida o de un alma que evidenciase la esencia de su aparente humanidad. Justine se vio obligada a retroceder unos pasos, exigiéndole a su espalda pegarse contra la puerta, una vez que le hubieron arrimado la lámpara a la cara.

Cerró los ojos. Volteo el rostro. Frunció los labios.

Pero bastaron unos pocos segundos para que la curiosidad le ganara al miedo, y la liberta quedara prendida en la extraña mirada del otro cuerpo. Los ojos de esta criatura eran de un rojo profundo; extraordinario y maravilloso en el campo de lo excéntrico. Ella jamás había contemplado un iris semejante; eran como dos perlas rojas, pequeñísimas, que centellaban a modo de brazas tibias en medio de una cuenca blanca y vacía. El resto de la fisonomía resultaba tan exánime como su voz, pero armoniosa en términos objetivos y hermosa en el sentido más canónico…

Aunque aún ambigua en sexualidad.

La niña contemplo, sin pestañear ni un poquito, como le estudiaban los pies, reparando en el izquierdo lastimado. Sus pulmones se expandieron y se contrajeron agitados. No quería bajo ninguna circunstancia que le ayudaran, no quería que la curaran; porque a la buena voluntad siempre le pondera el interés… y jamás conoció caricia, por más dulce que fuese, que no esperase las recompensas del placer.

-¡Por la verga de Jesús! Ni se te ocurra tocarme; juro que te arrancare la piel y me haré un vendaje con ella si continuas empecinado en esos avances. ¡Qué sangre! no me importa ser la presa de una muerte pálida y anémica… con tal de que vosotros no me burléis más…-


Esa carita de querubín amorfo recepto unos ojos azules tan abiertos que poco prometieron a una buena cordura.

-Si queréis ayudarme realmente, tanto a mi persona como a la otra niña de la cual os habéis hablado, dime por favor en donde estamos. Si no queréis ser especifico en la zona, al menos dime el país. Hablan inglés, cuando yo me crié en lenguas escandinavas. Hace frío y sin embargo el sol entra por todas las ventanas. Jamás había salido de mi casa y aún así aquí me esperaban con una muda de ropa exactamente igual a la que traigo puesta; como si me conocieran, como si supieran que vendría. Me han sacado mis cosas, me han privado de las explicaciones ¡Me han hecho creer que tenía elecciones!…-


Y poseída por la ira que encendían sus pasiones, rasgo tan común en los libertinos, la infame empezó a caminar hacia el enorme hombre o la enorme chica, enfrentándosele y buscando de su parte un retroceso.

-¿O es que acaso se piensan que soy tan estúpida como para pensar que ese bosque no podría perderme hasta que me matase inanición? No son los árboles de mi tierra ¡Y por dios! ¡Yo morí de hipotermia! ¡Fui testigo de todos los descensos de mi temperatura hasta la muerte! ¡De cómo el agua echaba el aire de mis pulmones y los ahogaba! ¡De como las piedras golpeaban la frágil piel de mi espalda hasta triturarme la carne!...-


Se pauso en una profunda inhalación. Ya poco le importaba hablar como una adulta, en lugar de sacarle provecho a su físico de niña.

-Si es un sueño, te suplico que me digáis como despertar…-


Y ahí se le quebró la voz. Su intransigencia iba a en descenso, como si la rabia fuese debatida por la angustia y, posteriormente destituida de su cargo ponderarte en la situación.
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Atardecer Re: Búsqueda [Priv. Cruel Justine] [Evento]

Mensaje por Astrid Ritter Jue Jun 13, 2013 8:54 pm

A la mujer de horrenda figura poco le sorprendió aquella queja a los horarios, en un orfanato debía reinar cierto orden que incluso a Astrid le resultaba burlescamente estúpido, más bien porque a la mujer le fascinaba con un asombro macabro todo aquello que se desatara en el caos mismo de las acciones. Sus labios se contorsionaron en una mueca de disgusto ante los apelativos de todas formas, puesto que ella no era la culpable ni era conocedora de todas las reglas del lugar en que ella misma habitaba. Una pequeña lucecita en su memoria le decía que, cuando ella era una niña más en ese lugar, las reglas eran algo diferentes, pero no sabe hasta qué punto están implementados esos cambios de los cuales poco sabe y mucho menos comparte.
 
- No hablas más que con un siervo de la casa de mierda dónde estás, pequeña, poco sé de quién viene y quien se va, solo sé lo que debo saber-
 
Contestó en voz de una acostumbrada relación de fidelidad y servidumbre. Por más que su orgullo se destrozara lentamente cada vez que hacía uso de aquellos adjetivos a su propia persona. Pero tampoco le hacía falta a la verdad al hablarle a la menor.
 
Ante su exabrupto, la mujer quedó completamente inmóvil, no por paralizarse ante sus palabras, sino por simple contemplación de como ella actuaba, de como ella hablaba. Notó que la menor tenía un lenguaje incluso superior al suyo, cosa que no era muy difícil de obtener de todas formas, pero a la vez, también la mujer sabía que muchos niños del lugar solían poseer ciertas características que los hacían "ilustres" a su propio modo. Otros a mano de la experiencia vivida, otros a la ausencia de la misma recolectaban información varia en libros y demás. Pero la niña frente a ella le era un enigma, por fuera no parecía más culta que ella, por dentro de su garganta salían palabras que a la mujer se le complicaba en darles significado.
 
Alzó una ceja mientras se reincorporaba, la niña aún en su ataque de ira, que era algo predecible. Todos los niños que ella había visto en su primer día actuaban distinto, conocían diferentes cosas del exterior pero todos tenían algo en común... no sabían un carajo de aquel lugar donde ahora habitaban. Colocando su mano derecha en el bolsillo de su campera gris, y la otra mano sujetando firmemente la lámpara que era la única fuente de luz allí, la mujer contempló a la niña sin retroceder un solo paso. 
 
Empezó a morderse más el labio inferior mientras la pequeña hablaba. Si, le molestaba no solo que le estuvieran prepoteando como gallito en el corral, sino que no entendía la mitad de las palabras que la menor le decía, a causa de su poca culturización en el idioma.
 
Levantó una mano, como suplicando en silencio que ella callase.
 
-Si quieres respuestas de mi, niña, háblame lento o con palabras más cortas, carajo, no entendí una mierda...-
 
Hizo una pausa al escuchar su voz quebrarse ante su última petición. ¿Cuántas veces ella hubiera querido también despertar? Pero siempre estaba la misma respuesta a esa pregunta, formulada por varios en diversas formas, pero seguía teniendo la misma fatídica respuesta... no puedes despertar.
 
-Entendí que no sabes donde mierda estás y que supuestamente moriste, bien, entendí eso pero no estás ni muerta ni soñando, chiquilla-
 
Se dio media vuelta y quiso caminar hasta los lavamanos pero primero se detuvo y volteó la mirada a la menor, sus ojos rojos fulminando con su sola presencia la figura más pequeña.
 
-Si cierras el hocico y me dejas tratar tus heridas, trataré de darte todas las respuestas que estas pidiendo, niña... ¿Te parece un buen trato? Así no me deberás nada, carajo y así no tengo que escucharte quejándote de "burléis" y cosas raras como esas-
 
De poca paciencia y habla vulgar siempre ella fue, pero ahora no teniendo la paciencia suficiente como para tratar a una niña en un estado de ira tan fuerte como el que presenciaba, se encargaba de jugar a hacer tratos. Ella no era la única que jugaba a tener algo a cambio de algo también, y si la niña aceptaba su ayuda de esa manera, era un buen comienzo. Después de todo, es como "sobornar" a un menor con una golosina, pero sin ánimos de buscar lastimar a la pequeña, todo lo contrario, la chica estaba más preocupada por curar sus heridas físicas que por engañar o ignorar a la menor en sí. Su trabajo era velar por los intereses de las más pequeñas y esta frente a ella era una de aquellas a las que juró resguardar, sin importar que medios use para ello.
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Atardecer Re: Búsqueda [Priv. Cruel Justine] [Evento]

Mensaje por Cruel Justine Sáb Ago 03, 2013 3:55 pm

El olor a orina masculina impregna por completo el baño general. El único lugar que se podría decir que es de los adultos en este pequeño orfanato. A pesar de eso, se ve mucho más abandonado que los baños de los niños, siendo estos pulcros en comparación a este. Es una pena que mujeres y hombres tengan que compartir aquellas dos cabinas, una sin ni siquiera puerta.

La ducha gotea, y el sonido monótono, que no es molesto por si solo, repetido millones de veces sumados al eco del baño, se puede volver insoportable pasados unos minutos.

Hay un trozo de pared roto, y de las piezas que han caído, quizá es tu imaginación, pero podrías estar casi segur@ de que dos pedacitos de pared forman una cruz perfecta. No una equis, si no una cruz como la que lleva colgada Carmine, la monja. Además del hedor, y la pequeña cruz tirada en el suelo, no se puede ver nada en especial en aquél baño, aunque uno de los baños no para de susurrar....

En toda desesperación hay un punto de quiebre; un punto en donde la mente deja de darle el debido peso a la información que recepta y opta por dejarla fluir por su caudal naturalmente y de un modo muy siniestro. Es en ese tipo de momentos en donde la viuda encuentra la paz después de haber perdido a su marido y a sus hijos en una guerra impopular, sin más consuelo que el de sus recuerdos, repitiéndose como una cruenta película interminable por los letárgicos pasos de su memoria. Quizás la libertina tenía antecedentes de vivencias más desesperantes e injustas, pero sus ojos jamás estuvieron tan muertos como lo estaban ahora. Había volteado la cabeza, mecánica y pesadamente, de la titánica figura a las jofainas transformando toda facción en el proceso. La ira que antes anunciaba peligro, ahora se desplegaba mansamente dejando la piel tal y como se encontraba en un principio.

-Disculpadme, a ver si ahora me entendéis…-

No era la primera vez que le remarcaban lo complejo de su léxico, y ahora empezaba a entender que quizás el error radicaba en haber aprendido el idioma de libros tan viejos (la prosa religiosa de Aelfrico, por ejemplo).

-Lo que veis en mi pie, me lo provoque yo. No fue del todo un accidente y, en última instancia, sé como curarlo…-

Traspasaba las palabras coloquiales de su rumano al inglés, suprimiendo cualquier adjetivo aparatoso y rebuscándose por las reglas más básicas.

-El problema es que no me importa-

Mintió, para no tener que confesar patéticamente que el dolor era el único sentimiento familiar que le quedaba. Pero como si su cuerpo no pudiese controlar la culpa de una falsedad tan blanca, llevo su mano derecha hasta el parpado inferior de su ojo izquierdo, apretando apenas ese hematoma que jamás se le pudo curar. A estas alturas imaginaba que la sangre concentrada allí había adquirido un carácter particular, impregnada de lo que habían visto sus ojos, al estar tan cerca de ellos, y que ahora se trataba de una enjundia distinta que no encontraba reposo en la travesía laberíntica de sus venas.

-Si me tocas tendré el impulso de matarte y no quiero que me golpees. Dejadlo así… vamos a la habitación a buscar a esa cría antes de que se muera de hipotermia… Si es que es posible morir aquí…-

La ducha mal cerrada goteaba incesante y caprichosamente, pero su espantoso carácter estaba adormilado. Justine observo el techo obscurecido, la severa figura de su acompañante, el perfil límpido de los lavamanos y, por último, desenfilo la mirada cuidadosamente por cada cubículo del baño. Estos pequeños sectores, todos definidos por delgadas paredes y sin ninguna puerta que prometiese privacidad, se veían tan negros que podría asegurar que se extendían mucho más allá de las paredes que correspondían limitarlo. Trago saliva y bajo la afiebrada mirada hasta al muro que tenía a su siniestra; la lumbre de la lámpara de aceite apenas le daba para precisar el descuidado estucado estropeado de la pared y toparse con una ruptura bastante importante de la misma. Frunció el seño y se le ocurrió bajar los ojos hasta el suelo.

-¿Llegáis hasta aquí…?-

La libertina ladeo el rostro curiosamente, tomándose el atrevimiento de arrebatarle la lámpara al enorme “monstruo” (con una facilidad licenciada por sus dedos ligerísimos) y se arrodillo en el suelo. Había dos pedazos de pintura seca arrojados bajo la enorme marca de la pared rota. Los trozos de la misma estaban colocados perpendicularmente, y no en un medio perfecto, sino que atravesados un poco más hacía arriba… como una cruz.
Enarco una ceja y desenvaino con su mano libre el rosario que tenía bajo la estropeada camisa. Extendió el brazo y coloco el crucifijo por arriba de las marcas en el piso, comparándolos. No bastaron ni dos segundos para darse cuenta que hasta tenían el mismo tamaño.

-¿Cuántos somos ahora mismo en este baño?-

Pregunto mecánicamente, volteando el rostro en la dirección que parecía señalar la cruz. El extremo superior punteaba directamente al último cubículo del baño. Ella podría jurar que allí había algo… algo que se había puesto a conversar cuando ella encontró con sus ojos la improvisada marca.

-"Si alguno adora a la Bestia y a su imagen, y acepta la marca en su frente o en su mano, él también beberá del vino de la ira de Dios, que ha sido vaciado puro en el cáliz de su cólera. Será atormentado con fuego y azufre delante de los santos Ángeles y del Cordero; y el humo de su tormento se elevará por los siglos de los siglos. Y no habrá reposo, ni de día… ni de noche. “ (Apocalipsis 14:9-11) –

La hipótesis primera, sobre la entrada a un infierno y ser devorada por oscuras lenguas de fuego, se convirtió entonces en una única verdad.


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Astrid Ritter

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Atardecer Re: Búsqueda [Priv. Cruel Justine] [Evento]

Mensaje por Astrid Ritter Lun Ago 12, 2013 1:26 pm

La explicación de la menor era lo único que escuchaba la adulta, ladeando levemente la cabeza mientras los labios de la pequeña se movían, formando palabras que lejos estaban de ser el vocabulario de los niños de por allí... ¿Qué era esa pequeña? Parecía un libro antiguo metido en el cuerpo de una dulce niña. Astrid solo tuvo el impulso de querer cuidarla de una forma bruta, como solía hacer, ya que los niños le temían por su monstruosa forma, entonces tenía que ser agresiva si deseaba cuidar a alguien.

- ¿Te diste dolor a ti misma? ... Bueno, no te juzgaré, ese será tu problema, niña, pero tampoco dejaré que te siga doliendo-

Y quiso acercarsele para intentar otra vez sanar su herida, aunque sea vendarsela, hasta escuchar la amenaza de la menor. Sonrió, su labio se curvó hacía un costado con altanería y sus ojos se fijaron en la pequeña. Esas orbes rojas y afiladas como garra de bestia en caza, la miraban con una defensa de frialdad acostumbrada por los años.

- Pequeña... estoy tan acostumbrado a que tengan ese impulso contra mi, que no sería diferente contigo, solo me bastará tirarte contra el suelo y forzarte a ser curada, aunque en el proceso reciba de tu patadas, puñetazos, escupidas, mordidas o puñaladas. No será nuevo, pero no te lastimaré tampoco-

La mujer no pensaba lastimar a la menor, sus instintos no le dejaban, ella se veía lastimada, pequeña, sin conocimientos de cómo sobrevivir en ese hostil lugar y, para colmo, la herida de su ojo, que pudo notar aún con la tenue luz y gracias a que la niña misma tocó esa zona llamando su atención, sostuvo la hipótesis de que no era su primera herida, y su sangre hervía por dentro con ganas asesinas de llegar a quien le haya hecho daño, porque a sus ojos lastimar a un niño era completamente injusto y ella, el monstruo, debía proteger a los niñas que pudiera... los niños... bueno, que se quedaran por su cuenta.

Cuando la menor le arrebató la lámpara, poco hizo para recuperarla, no tenía intenciones tampoco de pelear más con la menor, porque lo que dijo llamó su atención y ladeando el rostro se agachó frente a lo que parecia ser una extraña forma sobre el suelo.

-¿Qué mierda es eso?-

Murmuró, ladeando la cabeza y tratando de darle forma a lo que veía, hasta que vio el "coso" extraño que llevaba la menor y mientras ella comparaba las formas, la profesora pensaba en qué era ese objeto... ¡ah! una cruz, era cierto, se llamaban así. Astrid no era muy cercana a ese tipo de cosas, así que poco sabía de qué hablaba.

-¿Cuantos somos? ¿Dos? No siento a nadie más... creo-

El tono en el que la niña hablaba y la forma en que recitaba aquellas palabras le hacían dudar, no porque tuviese algún temor sino porque realmente no estaba segura de qué hablaba la otra o a qué se refería con eso de haber alguien más... a menos que ...

-No creo que sea ella.... sería imposible-

Murmuró, pensativa a sí misma. No tenía nada que ver con aquél incidente años atrás ¿verdad? no, de seguro que no.
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Atardecer Re: Búsqueda [Priv. Cruel Justine] [Evento]

Mensaje por The Orphanage Mar Ago 27, 2013 1:03 pm

Los murmullos provenientes del baño eran débiles, ininteligibles ¿O quizá solo los oían en su mente? Más eran suaves y metódicos, a la vez que entrecortados y guturales. Eran casi tan imperceptibles que se camuflaban entre los pensamientos, confundiéndose y disfrazándose. ¿Cuál sonido era tu imaginación, y cual era real? En un lugar tan silencioso como aquél, interrumpido tan solo por el goteo de la ducha, cuando los latidos de tu corazón eran perfectamente audibles, era difícil discernir.

La situación ignoraba lo que ocurría entre ambas féminas. El extraño encuentro entre ambos monstruos, uno que se muestra como tal, y otro que se esconde entre las sombras, le era ajeno a lo que ocurría bajo el frío mármol. No le importaba como se desarrollaría aquella relación, en la cual decir "desequilibrado" era poco, mas quizá, sería esa falta de equilibrio la que la haría tan perfecta... Solo el tiempo diría y los príncipes juzgarían.

De todos modos, la "pequeña" (Si es que era correcto llamarle así) estaba apuntando de manera acertada. Si quizá la mujer grandota cerrase la boca un instante, o esta misma dejase de rezarse, podrían escuchar el burbujeo que parecía provenir de uno de los baños contiguos. Conforme se acercasen, el burbujeo sonaría como un leve balbuceo o chapoteo, que ahora se notaba desesperado. Todo provenía del estanque de uno de los baños, que cada vez se agitaba con más y más fuerza, como si hubiese un remolino dentro de este, salpicando un poco de agua hacia los costados, mientras un sonido, como el de cuando arrugas una hoja de papel se repetía y repetía allí dentro.

El baño se sacudió con fuerza, de manera violenta, cada vez más agitado, como si fuese a estallar, y luego de golpe, se silenció. Se escuchó como un par de burbujas reventaban en la superficie, y luego un casi mudo "Clong", como si algo hubiese tocado fondo.

Dentro del estanque, había una bolsa de basura en miniatura atada con una pitilla, que cargaba algo dentro.

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