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Into the labyrinth [Autoconclusivo]
Kristel Schneewittchen
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-Te prometo que serás muy feliz-
Apenas un leve asentimiento fue lo que dio como respuesta aquella pequeña de largos y oscuros cabellos, la pequeña corona dorada sobre su cabeza resplandecía levemente y colgada de su hombro derecho una bolsita de color rosáceo se balanceaba con el movimiento de su caminar, llevando en ella la cristalina manzana y el espejo aquel que fuese de cierta mujer. La tomaba de la mano una mujer de rubios cabellos y porte elegante, cuyo vestido color violáceo se arrastraba por el suelo debido a lo largo, surcando a las personas y llegando hasta la estación de autobuses, en donde la aquella mujer, con una fingida sonrisa, acarició la cabeza de la niña y le entregó un boleto en las manos.
-Todas tus cosas ya están allá así que no te preocupes por tu ropa, entrega esto al señor que conduce el autobús y recuerda donde bajarte, si te pasas deberás caminar de regreso y no creo que quieras eso ¿Verdad?-
-No señora Heinz, no se preocupe, se como llegar-
Se alejó de aquella mujer, sonriendole dulcemente para luego solamente subirse a aquel camión, entregando el boleto al chofer y sentándose en la parte mas alejada, junto a la ventanilla del lado izquierdo, el vehículo arrancó y entonces comenzó su viaje, observando a través del cristal el camino pasar, pero sin realmente mirar nada en específico. Sus pensamientos estaban perdidos en el como sería su vida a partir de aquel momento, tenía miedo y añoraba con tristeza poder correr a los brazos de su madre cuando algo le asustaba o le parecía extraño, echaba de menos el esconderse detrás de las piernas de su padre y correr hacia el jardín alejándose de todos, buscando un infimo momento a solas, sabiendo que podía regresar a casa cuando quisiese, al calor de su hogar. Una lagrima resbaló por sus mejillas al darse cuenta, por primera vez desde el incendio, que no sería capaz de regresar a nada de lo que conformaba su pasado, una sensación de vacío se instaló en su pecho. Sucumbió entonces ante el cansancio, mas mental que físico, quedándose dormida recargada en la ventanilla, el movimiento del autobús fungía como un arrullo y así pasó el resto del trayecto, hasta que la sensación de que el vehículo se detenía la hizo abrir los ojos y percatarse de las cosas: Había llegado a su destino.
-Muchas gracias- dijo sonriente al conductor, mientras descendía por la escalinata, la tierra bajo sus pies crujió al ser pisada y entonces observó todo a su alrededor.
Un suspiro entrecortado salió de su boca, al tiempo en que su expresión cambiaba, una mueca de preocupación e incluso temor se apoderó de su bello rostro y con paso inseguro comenzó a caminar, ascendiendo por aquel camino de tierra bordeado de arboles que jamas había visto y maleza que parecía querer atraparle los pies, o al menos, eso pensaba ella, sujetó su bolsita, lo único que llevaba encima, con ambas manos y la estrujó contra su pecho mientras caminaba, únicamente para tener algo de que asirse. Las sombras entre las ramas se le figuraban a extraños seres que en cualquier momento le saltarían encima o algo parecido y cada crujir de rama o murmurar del viento entre las hojas hacía que se sobresaltase hasta que finalmente, presa de su propia paranoia echó a correr, dando tras pies ocasionales, pero finalmente llegando hasta un enorme enrejado oscuro, la entrada del orfanato. Sus ojos se pasearon por el desolado patio, percatándose de los rosales silvestres que crecían por ahí y por allá, observó el candado, abierto y roto y concluyó que quizas hacía poco que se había descompuesto, sin mas que hacer y asustada por el bosque tras ella abrió la verja, que hizo un chirrido bastante agudo y se adentró rapidamente, cruzando el patio sin detenerse y llegando al fin hasta la puerta principal.
Este lugar me da mucho miedo...
Tardó unos minutos, extendiendo su mano para tomar el pomo de la puerta y quedándose así un rato, armándose de valor para entrar a lo que sería su nuevo hogar, finalmente cuando se decidió a entrar giró la perilla de la puerta y la abrió lentamente, asomandose temerosa para ser sorprendida por la llegada de un hombre alto y de aspecto elegante, cuyo cabello llegaba a la altura de la barbilla, una sonrisa amable fue lo que le dirigió a la pequeña, para luego invitarla a pasar de manera cordial, cerrando la puerta detrás de Kristel.
-Bienvenida al Jardín de Rosas ¿Me permites tus cosas, pequeña?- preguntó de manera gentil aquel mayordomo.
-Pero... ¿Porque? No traigo practicamente nada ¿Es que no puedo coservarlas?- de manera desconfiada, le observó mientras aferraba un poco su bolsita rosada.
-Me temo que debemos revisarlas al entrar, no te preocupes, no pasará nada con ellas-
Y sin esperar respuesta de la joven, se acercó extendiendo la mano para tomar aquella bolsa, en un principio la oji azul se resistió, pero finalmente terminó cediendo, dejando que se llevasen los únicos dos objetos que poseía consigo en aquel momento, agradeció el hecho de que solo eran la manzana de cristal y el espejo, ya que si le hubiesen quitado su corona entonces si se habría sentido realmente mal. Después de aquello, fue guiada por aquel hombre por los pasillos, dandole algunas indicaciones y finalmente, llevándola hasta el dormitorio de las niñas y finalmente indicandole cual sería la cama que ocuparía a partir de aquel momento, sin mas que hacer, el mayordomo se retiró y dejó sola a la pálida niña, que simplemente se recostó en el colchón, cansada y desanimada.
Ahora estoy dentro del laberinto...
Apenas un leve asentimiento fue lo que dio como respuesta aquella pequeña de largos y oscuros cabellos, la pequeña corona dorada sobre su cabeza resplandecía levemente y colgada de su hombro derecho una bolsita de color rosáceo se balanceaba con el movimiento de su caminar, llevando en ella la cristalina manzana y el espejo aquel que fuese de cierta mujer. La tomaba de la mano una mujer de rubios cabellos y porte elegante, cuyo vestido color violáceo se arrastraba por el suelo debido a lo largo, surcando a las personas y llegando hasta la estación de autobuses, en donde la aquella mujer, con una fingida sonrisa, acarició la cabeza de la niña y le entregó un boleto en las manos.
-Todas tus cosas ya están allá así que no te preocupes por tu ropa, entrega esto al señor que conduce el autobús y recuerda donde bajarte, si te pasas deberás caminar de regreso y no creo que quieras eso ¿Verdad?-
-No señora Heinz, no se preocupe, se como llegar-
Se alejó de aquella mujer, sonriendole dulcemente para luego solamente subirse a aquel camión, entregando el boleto al chofer y sentándose en la parte mas alejada, junto a la ventanilla del lado izquierdo, el vehículo arrancó y entonces comenzó su viaje, observando a través del cristal el camino pasar, pero sin realmente mirar nada en específico. Sus pensamientos estaban perdidos en el como sería su vida a partir de aquel momento, tenía miedo y añoraba con tristeza poder correr a los brazos de su madre cuando algo le asustaba o le parecía extraño, echaba de menos el esconderse detrás de las piernas de su padre y correr hacia el jardín alejándose de todos, buscando un infimo momento a solas, sabiendo que podía regresar a casa cuando quisiese, al calor de su hogar. Una lagrima resbaló por sus mejillas al darse cuenta, por primera vez desde el incendio, que no sería capaz de regresar a nada de lo que conformaba su pasado, una sensación de vacío se instaló en su pecho. Sucumbió entonces ante el cansancio, mas mental que físico, quedándose dormida recargada en la ventanilla, el movimiento del autobús fungía como un arrullo y así pasó el resto del trayecto, hasta que la sensación de que el vehículo se detenía la hizo abrir los ojos y percatarse de las cosas: Había llegado a su destino.
-Muchas gracias- dijo sonriente al conductor, mientras descendía por la escalinata, la tierra bajo sus pies crujió al ser pisada y entonces observó todo a su alrededor.
Un suspiro entrecortado salió de su boca, al tiempo en que su expresión cambiaba, una mueca de preocupación e incluso temor se apoderó de su bello rostro y con paso inseguro comenzó a caminar, ascendiendo por aquel camino de tierra bordeado de arboles que jamas había visto y maleza que parecía querer atraparle los pies, o al menos, eso pensaba ella, sujetó su bolsita, lo único que llevaba encima, con ambas manos y la estrujó contra su pecho mientras caminaba, únicamente para tener algo de que asirse. Las sombras entre las ramas se le figuraban a extraños seres que en cualquier momento le saltarían encima o algo parecido y cada crujir de rama o murmurar del viento entre las hojas hacía que se sobresaltase hasta que finalmente, presa de su propia paranoia echó a correr, dando tras pies ocasionales, pero finalmente llegando hasta un enorme enrejado oscuro, la entrada del orfanato. Sus ojos se pasearon por el desolado patio, percatándose de los rosales silvestres que crecían por ahí y por allá, observó el candado, abierto y roto y concluyó que quizas hacía poco que se había descompuesto, sin mas que hacer y asustada por el bosque tras ella abrió la verja, que hizo un chirrido bastante agudo y se adentró rapidamente, cruzando el patio sin detenerse y llegando al fin hasta la puerta principal.
Este lugar me da mucho miedo...
Tardó unos minutos, extendiendo su mano para tomar el pomo de la puerta y quedándose así un rato, armándose de valor para entrar a lo que sería su nuevo hogar, finalmente cuando se decidió a entrar giró la perilla de la puerta y la abrió lentamente, asomandose temerosa para ser sorprendida por la llegada de un hombre alto y de aspecto elegante, cuyo cabello llegaba a la altura de la barbilla, una sonrisa amable fue lo que le dirigió a la pequeña, para luego invitarla a pasar de manera cordial, cerrando la puerta detrás de Kristel.
-Bienvenida al Jardín de Rosas ¿Me permites tus cosas, pequeña?- preguntó de manera gentil aquel mayordomo.
-Pero... ¿Porque? No traigo practicamente nada ¿Es que no puedo coservarlas?- de manera desconfiada, le observó mientras aferraba un poco su bolsita rosada.
-Me temo que debemos revisarlas al entrar, no te preocupes, no pasará nada con ellas-
Y sin esperar respuesta de la joven, se acercó extendiendo la mano para tomar aquella bolsa, en un principio la oji azul se resistió, pero finalmente terminó cediendo, dejando que se llevasen los únicos dos objetos que poseía consigo en aquel momento, agradeció el hecho de que solo eran la manzana de cristal y el espejo, ya que si le hubiesen quitado su corona entonces si se habría sentido realmente mal. Después de aquello, fue guiada por aquel hombre por los pasillos, dandole algunas indicaciones y finalmente, llevándola hasta el dormitorio de las niñas y finalmente indicandole cual sería la cama que ocuparía a partir de aquel momento, sin mas que hacer, el mayordomo se retiró y dejó sola a la pálida niña, que simplemente se recostó en el colchón, cansada y desanimada.
Ahora estoy dentro del laberinto...
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