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Atardecer ~ El primer tributo: Cortando un corazón ~ [Privado: Dio & Dahlia]

Mensaje por Mary Guertena Dom Mar 03, 2013 4:24 pm

Ya había dado varias vueltas sobre el lugar. Después de clases, antes y después del almuerzo, y después de la última revisión. Era bastante tarde, aunque no terminaba de anochecer. La luz que debería de ingresar a la sala de costura era bastante tenue, pues el sol ya se encontraba al otro lado del orfanato, y no era precisamente donde ese cuarto estaba. Había un pequeño canasto que contenía los retazos de tela que nadie supo usar, pero sin embargo, no querían tirar. Nada en la pobreza es basura, y aunque recolectar sin un fin puede llegar a ser visto como un poco insensato, algún día, esos pedacitos de tela serian útiles. Ya sea uniéndolos, o como trapos de piso, o como relleno de algo. Nada se desperdiciaba y todo era utilizable. Más aun en el cuarto de costura, donde lo más básico que son los hilos, pueden convertirse en telas. Lo único necesario, para poder hacer algo allí, era tener habilidad con lo que son las agujas y tijeras, y nada más. Mary, era una de las afortunadas con el talento para manipular agujas y telas. La practica hace al maestro, y todo el tiempo en el orfanato la habían vuelto una muy habilidosa costurera. Estudiante honorable de la maestra de costura. Salvadora de los huérfanos quienes habían descocido algo de sus ropas, y necesitaban arreglarla antes que la profesora de etiqueta hiciera apretar sus dedos entre la mesa y su regla. Claro, gran parte de su suerte se debía a la caja de costura que atesoraba como uno de los pocos recuerdos tangibles que había quedado de su anterior vida… Si, esa donde aun estaba viva en realidad y era feliz...

-¿No viene nadie cerca, verdad….?- Pensaría, mientras saca su cabecita llena de ondas doradas por la puerta, fijándose que no hubiera extraños que pudieran atraparla haciendo algo, que no era formalmente necesario. Mas que nada para los adultos.

Prendió la lámpara de aceite, de manera muy tenue. Lo necesario para alumbrar la habitación, que de por sí, es muy pequeña. Terminando esto, tomo la caja de costura que hacía unos minutos busco de su habitación, y saco de allí, las tijeras doradas cuyo filo parecía impérenme a los pasos de los años. Allí adentro, había cuatro carretes de hilos y dos agujas, que debía cuidar como si fuera su “vida”. Busco entonces, los rollos de tela que había, esos que utilizaban para hacer la ropa de los huérfanos. Había los mismos colores que había en la canasta de retazos. Ninguno le servía mucho, pero opto por el blanco. Encontraría luego la manera de poder teñir la tela y que se viera bonita.

Comenzó tomando un hilo que atravesaba al gran rollo, y lo tiro, dejando marcado el camino por donde debía de pasar las tijeras. Y comenzó, sin voltear el rollo, a cortarlo parada, mientras se aseguraba de que este no se resbalara de la pared. Danzaban las cuchillas de las tijeras, cortando como si simplemente fueran papel. Hasta que finalmente termino. Dejo caer el pedazo de tela cortado, y se dedico a guardar el rollo de tela blanco. Se quito sus tijeras, y las puso en la caja de costura, con el orden que siempre la caracterizo. Ahora se acercaba al piso, a tomar la tela que usaría para hacer su tributo. Un retazo de un metro de ancho, por veinte centímetros de largo. Suficiente, no solo para hacer un corazón, sino, dos corazones de tela. Obviamente, los retazos que había en la canasta de trapitos, eran suficientes como para rellenar otros diez más, pero no era su intención hacer tantos corazones. Después de todo, solo necesitaba uno que demostrara al suyo…

La pequeña Mary, sonrió muy feliz, mientras doblaba en un cuadrado el retazo de tela rectangular. Y sonrió, hasta que un sonido le hizo erizar la piel de su espalda. El sonido de alguien que acababa de pisar la segunda tabla que estaba floja en la entrada de su amada sala de costura, y hacia un pequeño sonido. Imperceptible en el pasillo, mas no en la habitación.

Volteo lentamente, con sus ojos un poco nerviosos. Y lo vio…



Última edición por Mary Guertena el Miér Mar 06, 2013 1:01 pm, editado 1 vez
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Lo que ha entendido durante el tiempo que lleva en la mansión, es que los niños y niñas hacen sus reglas; de modo que es mejor cumplir las que ellos puedan reclamar en lugar de seguir las normas impuestas por adultos. No debe ser malinterpretado, pues no dejara de obedecer lo que cualquiera de los mayores tenga que decirle y le indiquen por hacer... Pero entiende que el destino puede ser peor si se decepciona a los Príncipes. No puede decir que este acostumbrado a ver tal cosa, y de ser otra persona la que ocupe su piel, creería que es algo incluso ridículo. Pero para Dio, hasta lo más abstracto, puede tener aun forma.
Si lo que le han enseñado no funciona para comprender algo, entonces su mente se encargara de darle sentido, con la finalidad de que no rompa ninguna clase de regla, y si ha de romperla, que sea la que tenga menor importancia delante de una aun mas prioritaria. No quiere pecar de insolente, ni se considera a si mismo tan grande como para no trabajar en lo que han ordenado, justo horas después de que llegó a este ambiente, siendo menos que un despojo.

Lo que más le intrigaba era... ¿De dónde sacaría un corazón? ¿Debería esperar que algún empleado se descuide y atacarle con su pala hasta que deje de moverse? ¿Debería tratar de robar una pieza que parezca uno? ¿Debería buscar un cuchillo y romper una mesa para tallar el objeto con la madera? No tiene idea de cómo presentar su tributo, pero seguro está de que lo preparará sin excusas de por medio. No espera que el suyo sea elegido como mejor, ni sabe si de hecho los Príncipes harán tal cosa con las ofrendas, pero no tiene tanta expectativa de sí mismo como para lograr un elogio.
Tampoco se considera a sí mismo con demasiada experiencia en una tarea así, aunque bien no tendría demasiada complicación en tallar un trozo de madera para darle forma de corazón, ya meditó sobre esa alternativa y no se ve muy posible en estos momentos. Era necesario pensar un tanto más, usar lo poco de inventiva que pueda tener... O buscar ayuda, si es que eso se puede pedir.

De cualquier modo, el tiempo no se detiene, y trata de concentrarse mientras deambula por los pasillos con algo de precaución, prefiriendo no ser visto por el momento, y si tiene algo de suerte, la soledad puede ayudarle a que encuentre lo que está buscando. Sin embargo no vislumbra entre la poca luz otra cosa que no sea una figura pequeña, lo único que le pareció ver que se movía, o eso le indicaba su ojo. Seguirla fue lo que su mente le dicto hacer, sin hacer mucho ruido, y sin intención de asustarla, pero sentía la necesidad innata de darle compañía... O que él no estuviese solo.
La sala de costura fue a donde sus pies y la chica le llevaron. Se sentía curioso, y algo nervioso, dado que no sabía si esa persona estaría sola o con alguien más, y el terminara interrumpiendo una charla entre ellos. Lo cierto es, que no dudo ni un tanto más en entrar, sin evitar que la madera bajo su zapato rechinara de forma incomoda y casi terrorífica. Era un sonido que ya estaba grabado en su mente, no le impresionaba en lo absoluto.

Lo que si le impresionó fue lo que pudo ver dentro de la habitación. La figura no se trataba de otra cosa que de una niña pequeña, cuyas manos estaban sosteniendo un trozo de tela. Si bien le pareció que la sorprendió, opto por entrar por completo en el lugar y sonreír con normalidad... Aunque realmente, ya el chico estaba sonriendo desde antes.
- H-Hola... Lamento si te interrumpo... Pero no se qué hacer si no puedo trabajar. - Rascando su cabeza con algo de timidez y hablando en un tono que solo la niña frente a el podría escucharlo, espero en la puerta que ella le respondiera, no queriendo invadir sin permiso.

- Si no te molesta... ¿Puedo quedarme aquí? No le diré a nadie...
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A lo mejor no puede expresar más que un gran alivio en sus ojos, cuando al darse vuelta, contempla al niño nuevo. Ese niño nuevo que era más especial que los otros niños nuevos, porque sin lugar a dudas, era diferente. Y no solo lo pensaba por la clara herida que tiene su rostro que hace que lleve una venda tapándole su ojo, sino que el, a pesar de ser un recién llegado, tiene una sonrisa en sus labios. Algo curioso, y algo que ella muy poco había visto desde que entro al orfanato. Por lo general, los niños sufrían un periodo de adaptación donde caras tristes, ojos llorosos y cabezas gachas era lo normal. Ese niño, por lo tanto, no era normal. O era, mucho más maduro de lo que los demás era. Quizás solo por eso, o porque fue él quien tomo la iniciativa de acercarse, y buscar la aprobación de su presencia, con simples palabras, lo que hizo que le cayera un poco bien. Y un poco bien, era bastante para lo reticente que era Mary con los nuevos que se mostraban desahuciados al llegar. Por eso, si este muchacho que tan amablemente le ofrecía una sonrisa, ella se veía en la gustosa obligación de devolvérsela. No le agradaba tener que ver gente triste.

Aunque curioso fue el hecho, de que antes de que ella dijera algo, se acerco rápida y ligera al muchacho, con esos pies tan delicados que tenia, y tomándolo suavemente de su brazo, lo insto a entrar. Antes de que pudiera hacer algo mas, se asomo un poco por la puerta del cuarto de costura, para revisar que no hubiera más nadie en los alrededores. Podría tener a este muchacho consigo, en ese momento. Pero no quería que llegara otro visitante indeseado, pues podría ponerla en un apuro que derivara en compromiso. Solo una vez que estuvo segura de que nadie mas estaba, volvió hacia adentro, mientras observaba ahora más tranquila a su nuevo compañero.

-¿Podrías hablar bajito, por favor?- Pregunto, susurrándole, mientras acomodaba de nuevo la tela entre sus manos. No iba a impedir de que el muchacho le incomodara un poco en el inicio de la creación de su ofrenda. Es más, hasta contaba con la posible casualidad de que algún otro niño la encontrara, y fue justo lo que paso. Podría comprar su silencio para lo que hacía, o eso esperaba. Lo último que realmente deseaba era que este muchacho fuera, en su faceta más sociable y amistosa, a contar a los demás lo que Mary era muy capaz de hacer. Sin embargo, antes de empezar a enhebrar agujas y cortar formas de corazones con su tijeras doradas, tenía algo que hacer. La maestra Josephine era muy clara en sus clases, y pobre de quien no captara sus enseñanzas. Presentarse, era algo primordial para cualquier inicio de relación, y ya que el muchacho tuvo la valentía de acercarse, ella daría su nombre primero. Aunque en realidad le correspondía a él, pero no iba a exigirle. Parecía a pesar de su cálida sonrisa, un poco perdido. Su mirada era perdida, o la sensación que transmitía su único orbe hacia Mary, era así.

-Me llamo Mary Guertena… Tengo 10 años, y estoy aquí hace bastante tiempo… ¿Tu cómo te llamas…?- Pregunto muy dulce, mientras se acercaba un poco más a él, a la vez que le sonreía de manera amena y dulce. Porque así era Mary. Una niña muy dulce, aunque su cabeza pudiera maquinar con más complejidad de lo que una niña de diez años en realidad podía. Mientras, intento solo dirigir su mirada a su rostro en general, quizás enfocándose más en el ambarino ojo de Dio. No quería ser maleducada fijándose en esa venda como si fuera algún espectáculo o algo por el estilo. Después de todo, parecía más un producto de un accidente que de algo que difícilmente en su sano juicio, hubiera deseado.

-Por cierto… ¿Oíste el anuncio verdad…? ¿Sabes que tienes que dar una ofrenda no?- Le menciono. Aprovechando un poco la oportunidad, se fijaría que tan consciente estaba de la situación real a su alrededor. Quizás podía darle una mano, y si el chico era agradecido, ganarse una amistad en el orfanato. Porque después de todo, la compañía era el único tesoro que valía la pena para los niños que se encuentran solos en el mundo.
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Si tuviera que describir el momento con tan solo una palabra, entonces Dio preferiría guardar silencio, en señal de que tiene mucho que decir sobre la jovencita en el salón de Costura. Palabras como bonita, afortunado, e incluso oportuno, que construyen lo que en su mente converge justo ahora. No era demasiado lo que el muchacho pedía, y a cambio fue recompensado con encontrar a una niña que se ve y parece ser buena. Aun si no lo hubiese sido, no dejaría de sonreír de forma visible; es casi imposible para el chico no hacerlo...
Dio pensó, justo al momento en que la niña le llevo silenciosamente al interior del cuarto, y luego vigilando que afuera no se encontrara nadie más, se dirigió a él con palabras bajas, que por poco le hacen sentir culpable por haber roto un silencio que parecía necesario. Lo más agradable de todo, fue que pareció no recriminarle eso, y por el contrario pareció receptiva a su presencia. Lo menos que podía hacer era asentir en silencio, complaciendo su pedido, mientras tomo la iniciativa de ir hasta la puerta y cerrarla con cuidado, sin que hiciera ruido.

- Me llamo Dio... Solo Dio, sin apellidos. Tengo quince años... Creo, no recuerdo bien. Y si tienes tiempo aquí entonces soy más afortunado de encontrarte, ya que soy nuevo. - Sonriendo el chico le respondió proporcional a lo que Mary le había revelado. Un nombre que puede pensarse como normal, o común, pero que en ninguna otra niña pudiese verse tan agradable y único. No por caer nada más en su aspecto y en su cándida voz, sino quizás en su tipo de mirada, una mirada de zafiros que buscaba el solitario ámbar de la cara del muchacho.
- Un gusto conocerte. Eres la primera persona con quien hablo. - Añadió, apoyándose con eso sobre su rodilla izquierda lentamente, y sin brusquedad alguna tomo su mano y beso con delicadeza el dorso de la misma, siempre manteniendo esa sonrisa nada exagerada, y sin pensar en que cometía un error grave, dado que Mary no ofreció su mano en ningún momento. Lamentablemente, ha vivido ignorante en ese tema durante toda su vida.

- La ofrenda... No entiendo del todo bien, pero sonaba como algo que debe hacerse. Aunque no tengo idea como... - Respondió Dio sinceramente, susurrando como se le indicó, poniéndose de pie lentamente y suspirando perdido en la contrariedad... ¿Y por qué no? En el ambiente mismo tampoco encontraba un rumbo preciso. - Por cierto, ¿Por qué estás aquí sola? Si es que puedo saber... Perdón si sueno algo rudo... - Se excusa antes de saber su respuesta, pero lo menos que quiere hacer es buscar ser incomodo cuando le están dando una oportunidad.
Su rostro incluso cambia de expresión para mostrarse un tanto apenado, dado que si bien hace poco fue su primera vez en un salón de clases, y la primera vez que esta con varios niños... También era la primera vez que hablaba con una niña que no fueran sus hermanas, incluso fuera del lugar que en antaño llamaba "casa".

Casa... La palabra se quedo en su mente por varios segundos, casi desconectándolo, de no ser por la falta de ruido que había en el cuarto de costura. De haber estado solo, su mente habría construido todo un escenario por su cuenta, para darle la sensación de que todo seguía tal cual como lo era hace dos días exactamente. Una vida común, donde nadie decía nada, donde el trabajo era la verdad total, y donde la razón era nada mas un privilegio de su amo. Pero no es momento para dejarse llevar por más fuego. Ahora debe ocupar la mente en su nueva compañía, o si bien se deben usar los términos, sería él quien se ha convertido en la nueva compañía de Mary por esa noche.
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Atardecer Re: ~ El primer tributo: Cortando un corazón ~ [Privado: Dio & Dahlia]

Mensaje por Mary Guertena Miér Mar 06, 2013 8:52 pm

Podría pesar mil y un cosas de ese muchacho o sobre el ambiente que le rodeaba o sobre cualquier otra cosa que pudiera, mágicamente, traer a su cabeza en ese momento. Mas sin embargo, su mente se tiñe de blanco como la tela que lleva en su mano, con lo que a continuación le sucede. No es algo que desconozca lo que acaba de suceder. Ha leído en varios libros, y aun tiene memorias de las ocasiones en que sus padres se ponían amorosos. Como su padre, cuando hacia enojar a su madre, se arrodillaba y tomaba su mano besándola, mientras decía cosas como “Mil perdones mi Reina, pero espero no rechaces mi pedido de matrimonio cuando estemos ambos viviendo en los prados de Dios”, o como su madre comentaban que los príncipes se presentaban ante las muchachas que iban de manera muy incauta a sus fiestas, y d la cual se terminaban enamorando perdidamente. A lo mejor la idea de lo que está sucediendo frente a sus ojos, es algo que relaciona más que nada a un ambiente más adulto, cuando alguien pretende ganarse el corazón de otra persona. O eso es lo que su imaginación infantil se lo ha planteado. Por eso mismo, se siente tan pasmada.

Las mejillas se tiñen de un incipiente rosa chicle, casi rojo, cuando su nuevo compañero que se presenta como Dio, se arrodilla ante ella y toma su mano. Sus ojos, se abren asombrados de par en par, mientras que sus labios tiemblan sin saber cómo reaccionar. No se piensa totalmente adulta. Es más. Recién está pretendiendo ser lo que se llama, una “señorita” aunque no sea de manera oficial. Sin embargo, Dio la trata como toda una dama, y es algo que sencillamente le ha encantado. Pero también la ha dejado algo anonada, pues es la primera vez que recibe tal trato. La mayoría de las personas con las que interactúan, la siguen tratando como una niña pequeña que se va a interesar más por peinar a sus muñecas, que a ella misma.

-Bueno…- Balbucea un poco aturdida aun, mientras ve a Dio ponerse nuevamente de pie, y suelta su mano. –Podría ayudarte ya que estas aquí… Pero me gustaría que guardaras el secreto… No quisiera comprometerme con muchos…- Responde un poco más compuesta, mientras regresa hacia la mesa donde estaba la máquina de coser, pero que no pretende usar, puesto que no tiene las llaves que le dejan abrir los cajones de las bovinas de hilo grandes. Se dirigía hasta allí solo para tomar las tijeras doradas que las habían dejado un momento allí, y su caja de costura. Ahora, teniendo todos sus materiales en sus manos, se sienta en una esquina de la habitación, donde está el resto de los rollos de tela. Quizás no es el mejor asiento, pero los rollos al menos le dan un respaldar suave para la tarea que le llevara varios minutos hacer. –Y no, no me molesta tu pregunta.- Contesta, levantando su mirada para observarlo con una cálida sonrisa, mientras vuelve a bajar su vista hacia la tela. La dobla para que esta quede con la forma de un cuadrado con cuatro capas de tela, y empieza a cortar con delicadeza, calculando hábilmente a ojo, las dimensiones que necesitara el corazón, más los bordes que deberá dejar para las costuras.

-Y normalmente suelo encontrarme aquí sola. Creo que soy la única fanática de este cuarto. – Dice, mientras que el otro setenta y cinco por ciento de su atención se centra en el corte. –Pero ahora estoy sola, porque la mayoría de los niños esta en el salón de juegos, o preparando sus camas o haciendo otra cosa. En realidad, quería hacer mi tributo de este modo. Aunque deberé darle color luego…- Empieza a explicar. Quizás no se ha dado cuenta, pero disfruta mucho de la compañía de Dio. Poco a poco su lengua empieza a soltarse, pero sin pretender hacer mucho ruido.

-No puedo darle mi corazón con todas las letras, a los príncipes. Seguramente moriría antes de llegar a poder dárselo.- Menciona –Por eso pensaba darles un corazón como creo que es el mío, aunque la clase de hoy me ha dado a entender que el corazón realmente no tiene nada que ver con esta forma.- Sigue explicándole, a la vez que levanta la tela con la punta de sus dedos, y le demuestra la tela cortada y moldeada con la forma clásica de grafitear un corazón. –Pensare que mi corazón es distinto, y tiene esta forma. Porque, es mío, después de todo…- Concluye, con una sonrisa cándida y simpática.

-Si no tienes idea de cómo hacer tu ofrenda, podría ayudarte esta vez. Pero te estaría entregando un corazón blanco… Dependería de ti como puedes hacer, para que luzca como tuyo.- Le menciona, con dulzura. –A menos claro… Que tu corazón sea un lienzo en blanco…- Termina de decir, con un poco de picardía. Aunque eso ultimo sería algo raro para ella. Es un niño grande… Algo que lo caracterice debe de tener.

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La comprensión era un don que Dio poseía secretamente, tanto que incluso el no estaba enterado de ello. No era necesario explicarle demasiado algo para que pudiera saber a qué se refería, bastaba tan solo dos oportunidades y él se encargaría de no olvidar ninguna clase de conocimiento. En este caso, puede memorizar todo este día, por ser un cambio radical a todo lo que creyó desde que tuvo la facultad de la consciencia y el entendimiento. Sin embargo, aunque fuera aterrador, injusto, o ridículo a la lógica normal... No esperaba tampoco menos.
Está muy claro que desde que una cerradura puede sellarse para siempre, desde que una alfombra parece no ser un objeto inanimado, y desde que debe entregar un tributo para la complacencia de una realeza que no conocía, sabe que no se encuentra en una mansión normal. ¿Podría importar menos eso? El ahora está tranquilo, y seguir una norma como esa después de salir del mandato del trabajo duro, le parece demasiado justo, e incluso piensa que puede dar más.

No es como si hubiese pedido con todas sus ansias este cambio de ambiente, para él no había problema alguno, pero entiende que no es su decisión lo que el destino le pueda tener reservado. Para su suerte, le agrada lo que vive, tanto que su mente no necesita moldear por ahora ningún evento o pensamiento que pueda distraerlo. No se considera hablador, ni mucho menos cree ser el mejor amigo del mundo, siendo prácticamente alguien solitario que lo único que tenia era el trabajo, unos hermanos, y una eterna sonrisa.
Puede que ya no pueda acceder por ahora a los dos primeros, pero no será tan sencillo evitar que alguien demente no sonría. Y con más amabilidad mostró su sonrisa al notar el rubor del rostro de la jovencita, pareciéndole agradable, al tiempo que sintió alivio por escuchar que recibiría su ayuda a cambio de su silencio. No estaba de más su petición, pues en verdad tampoco tenía en mente contarle a alguien sobre esta reunión por coincidencia.

En silencio se acerco hasta donde ella, sentándose en el suelo a su lado, escuchando su historia con total atención mientras fijaba su ojo en sus manos, pequeñas pero hábiles en su labor. Si bien piensa que él en este momento prefiere la compañía de Mary, en la quietud del Cuarto de Costura, que sentarse en el Salón de Juegos y sentirse más bien presionado por tantas presencias que puede haber. La razón de como ella prefiere la soledad, es preparar algo que imagina deberían hacer todos, o que tal vez ya varios han hecho.
Le pareció que era más madura o consciente de lo que puede aparentar, y no solo hablando por lo que llega a demostrar gracias a su conocimiento de costura, sino porque piensa más en su deber y no tanto en divagar de actitud o comportamiento. Entiende que es posible por el tiempo que dijo que llevaba en el lugar, ya siendo una costumbre normal en ella el preparar sus obligaciones con diligencia, y por tanto, es mejor seguir su ejemplo.

- No creo ser capaz de entregar tampoco mi propio corazón, aunque si fuese una orden entonces ni lo pensaría. - Responde el chico sin inmutarse, pero si hablando bajo como le fue dicho. - Pero pienso que también podría dar un corazón como el que sostienes. Si así es como lo ves en tu cabeza, entonces sin duda debe ser como ese. El corazón un reflejo de los sentimientos después de todo, por tanto debes tener uno bueno si le das esta forma. - Sonríe entonces a su explicación, y a la figura que le muestra hecha de tela. Se pregunta por ese instante, ¿Como seria el suyo?
Las palabras de la rubia le hicieron pensar eso. ¿Qué forma tendría el corazón de Dio? ¿Un corazón de madera, como el que podría tallar de la rama de un árbol que crece en un jardín gracias a la dedicación? ¿Un corazón de metal, como un adorno forjado en el fuego y el trabajo? ¿O un corazón de piedra por ni siquiera derramar una lagrima ni sentir pena ajena mientras sepultaba al familiar de alguien? O estaría mejor pregunta... ¿Tendría corazón Dio en primer lugar?

- Creo... Creo que no se que responder sobre mi corazón. Supongo que tendrá que ser entonces blanco, y será llenado por las emociones que pueda recibir. - Dice suavemente, un tanto apenado y sin ocultar su sonrisa. Su ojo baja la vista, mirando a la nada, antes de añadir algo más. - Pero me gustaría que tuviera la forma de tu corazón, siendo una forma con la cual pueda identificarse. Si no te parece mal... No solo me estaría ayudando a hacer mi tributo, sino que también estarías dándome la forma del tuyo. - En efecto, al no sabe que decir en esa situación, opta por lo que parece más fácil y rápido, incluso atrevido.

Si no sabe cómo es su corazón, entonces quiere pensar que es parecido al de la primera persona con quien ha hablado.
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Atardecer Re: ~ El primer tributo: Cortando un corazón ~ [Privado: Dio & Dahlia]

Mensaje por Mary Guertena Miér Mar 06, 2013 11:52 pm

Sabía desde el primer momento en que lo vio, que era un chico muy interesante. Lo sabia incluso antes de que conozca su nombre, pero ahora sabe que puede llamarlo Dio. O al menos, es la única manera a la que puede referirse a él, porque de su boca ha explicado, que no tiene apellidos, y solo posee como propio, ese nombre. Dio es un muchacho que siempre sonríe, y no parece haberle afectado demasiado el haber caído en un orfanato. No quiere preguntar de momento su motivo para haber llegado hasta allí, seguramente cuando se sintiera en confianza lo diría. O simplemente, sabe Mary, tras haber pasado tantos años en ese lugar, que hacer ese tipo de preguntas puede desanimar totalmente a alguien que aun esta adaptándose al ambiente, como alguien veterano. Explicar cómo quedaste solo en el mundo, no es algo fácil, ni algo que un niño pueda superar sin secuelas. Más aun, en un lugar donde no se termina de saber si se está acompañado, o se está solo. En pocos se pueden confiar, y esos pocos son los que están resignados al hecho de estar en el orfanato por siempre. No sería tonto decir, que Mary, aunque quiere muchísimo a todos, porque son su “familia”, tiene definitivamente un lugar especial en su corazón para la realeza. Esta segura que definitivamente ellos nunca se irán. Ha aprendido, lastimosamente, que la familia no es eterna en carne. Y que los amigos, pueden ser tan solo un lindo cuento con el cual dormirse a la noche. Con el cual engañarse, para aun mantener esperanzas. Aunque esto último, aun no desea admitir.

Aunque dar vueltas al asunto, no es lo que pretende. Sus últimas palabras, la han dejado un poco pasmada. Sus ojos se vuelven a abrir curiosos, mientras observa a Dio sin saber muy bien que pensar. Primero se le plantea la duda de si realmente se trata con un niño con muy poca imaginación, o es alguien que verdaderamente tiene implantada la duda en su alma. No sabe definirse, o eso no desea mostrarse aun, o peor aun. No desea saber qué clase de persona es. Algo extraño, para Mary, que con diez años, tiene una noción de cómo cree que es ella. Este muchacho, que es cinco años mayor que ella, literalmente es como un muñeco que ha cobrado vida. Un muñeco que espera las enseñanzas de su creador, para saber cómo manejarse. Podría, en lo más profundo de su ser, tentar a Mary a jugar al titiritero, como ocasional fabricante de muñecas, pero la flor de la malignidad no ha florecido de momento en su pecho. O no tiene razones para querer levantarse, que sería mejor decir.

-¿Cómo el mío…?- Murmuro, sin estar muy segura de lo que oía. No tenia reparo de que realmente tuvieran la misma forma, pero las palabras de Dio tenían mucho más significado que superficialmente podría darle. Era un poco extraño de cierto modo, pero no iba a discriminarlo por eso. Después de todo, encontraba en él una persona bastante agradable, como en mucho tiempo que no había en el orfanato. A pesar de ser nuevo, debía decirle que le había caído de momento bien. Y esperaba él también sintiera lo mismo respecto a ella.

-Bueno, si quieres podría ayudarte un poco…- Preciso, mientras dejaba las tijeras un momento dentro de la caja de costura, y tomaba un carrete de hilo, y una aguja. Clavo por unos momentos la aguja en la falda de su vestido, y se dedico a sacar un poco de hilo negro del carrete, lo suficiente para poder coser sin problemas a ambos corazones. Corto el hilo entonces con la tijera, y se notaba el filo de esta al no haber dejado en ningún extremo del hilo, tanto como del que corto como del que seguía atado al carrete, pelusas en sus extremos. Guardo la tijera, y con paciencia pero gran habilidad, enhebro el hilo en la aguja, y comenzaría, pero dejo escapar un pensamiento al aire, dirigido obviamente hacia el muchacho. –Aunque creo que alguito debería llevar tu corazón, aunque sea adentro… Creo…-

Le daría unos minutos para que pudiera pensarlo, en silencio, mientras ella cosía. Un pespunte perfecto, que denotaba su habilidad en la costura. Había líneas imaginarias en su cabeza, por lo que no necesitaba tizas ni hilvanados que marcaran donde coser. Termino primero un corazón, dejando una pequeña abertura. Cortaría el hilo, y volvería a ponerlo en la tela de su falda. Con cuidado, empezaría a dar vueltas la tela, haciendo que saliera las piezas unidas por ese pequeño agujero que había dejado, ocultando las costuras por dentro, y demostrando un buen acabado. Lo retomaría luego.

Tomo entonces los otros dos pedazos de corazón, y comenzó a coserlos, tal cual como había hecho en el anterior, pero a diferencia del primero, después de darlo vuelta, termino de coserlo para que quedara totalmente sellado. Podría sorprender un poco a su compañero, si es que pensaba que ese corazón era para él. Pero efectivamente era así. Solo que, no quedaría así. Mary tomo las tijeras, y cortó en medio del corazón, una línea que procuraba no llegar tan a los bordes. Un agujero que podría verse como un bolsillo, si se tenía imaginación. Tomo la aguja, con el resto de hilo que quedaba, y empezó a hacer el punto sobrehilado, para sellar el corte y evitar que la tela se deshilachara, aunque era una tela bastante bonita como para deshilacharse rápido. Finalmente termino, y entrego el corazón que tenía un bolsillo a Dio, mientras guardaba su aguja e hilo, en la caja de costura. Guardo eso, más no las tijeras.

-Toma… Si quieres, puedes dejar tu corazón en blanco… Pero le hice un bolsillo atrás, para que cuando sepas que te gusta, o que quieres, puedas meter alguito dentro de él…- Menciono, mientras se ponía de pie, tomando sus cosas entre sus manos… Su corazón de tela, entre ellas, pero a este lo guardaría dentro de la caja de costura. Por suerte, el espacio que ocupaba la tijera estaba libre, y entraba en ese lugar su corazón.

-Me gustaría ir abajo por rosas, pero…- Mary volteo sobre sus tobillos, y vio por la ventana. Definitivamente no quedaban ya restos de sol. Y eso no era algo bueno, no si se quería estar seguro. – Ya es de noche…- Murmuro. Volteo hacia Dio, borrando su sonrisa. No quería desanimarlo, pero debía de ser franca. –Dio, no es muy seguro andar de noche por el Orfanato, al menos no solo… Podrás pensar que soy una mentirosa, pero de noche salen diablillos… Y son muy malos.- Dijo, directa. No quería darle vueltas al asunto, así que simplemente intento sonreír un poco aunque estaba preocupada.

-Bien. Saldremos de aquí e iremos directo a los dormitorios. ¿Está bien?- Pregunto, para no dejarlo a su suerte. 


Última edición por Mary Guertena el Jue Mar 07, 2013 2:59 pm, editado 1 vez
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Puede pensar que el día en si ha pasado bastante rápido, o si se piensa por cada momento en el que ha estado, destacando este, puede parecer un tanto más largo. Por él no había problema, nada tenía que hacer, a excepción de limpiarse debidamente, pero ya tendría el resto de la noche para poder asearse debidamente y reposar en la cama que le dieron... O asume que le dieron, ya que fue donde aquel hombre lo dejo sin dar demasiadas palabras, antes de llevarse algunas de sus cosas. No podía quejarse, era un lecho macizo que no se movía por nada, sin añadir que arriba tenía otra cama.
Pensó en que no se trata de que los días sean largos, sino de que las noches lo son, y no sería esta la excepción. Aun podía quedar mucho por hacer, si la sala de juegos estaba siendo ocupada, y la preferencia local era estar despiertos a altas horas de la noche, y no es como si el sueño fuera algo que afectara a Dio, por lo que podría seguir el paso a esa actividad.

El detalle principal de eso, era que no sabía qué hacer en realidad. Hoy ha tenido suerte de poder conocer a Mary, y de verdad sería una gran fortuna y oportunidad si pudiese pasar más tiempo con ella y poder tener una amistad duradera. Pero no sabe si ella de verdad quiera pasar todas las noches con su compañía, tomando en cuenta que desde el principio ella estaba sola. No es algo que tampoco deba pensar ahora, o siquiera decirlo, pues no es más que una imprudencia mayor.
Prefirió entonces escucharla nada más, sin interrumpir su labor, y sorprenderse de cómo la habilidad y creatividad de la niña sobrepasaba por mucho a lo que esperaba. No la subestimaba ni mucho menos, pero no creyó que haría parecer tan fácil todo un proceso de costura, que bien sabe puede tomar varios minutos, en tan solo una pequeña distracción momentánea.

Asintió en silencio ante su consejo, y su ojo pareció iluminarse más cuando la creatividad de ella había tejido un tributo que él no hubiese sido capaz de imaginar por su cuenta. No solo lo ayudo con su ofrenda, sino que le dio la forma de la de ella, e incluso ¡La había hecho por él! ¿De qué forma iba a agradecer tanto? No tendría como pagarle esa noche, y de verdad el agradecimiento que sentía era tal, que le impedía hablar por no saber qué decir. Solo miró el corazón... Y volvió a sonreír, llevando luego su único ojo hasta el rostro de Mary, y dándole su mejor sonrisa, al no tener mejores palabras.
- Gracias... - No es como si pudiera decir más. Quizás es la sensación de sentir que recibe un obsequio que no estuviese destinado al trabajo duro, sino para complacer. Recordando que el mismo será un regalo para los Príncipes, no pudo lamentarse más por eso, queriendo conservarlo para sí mismo... Cosa que lo hace también el tributo perfecto desde su punto de vida, ya que por el poco tiempo que lo tiene en sus manos, lo atesora increíblemente.

Antes de decir nada mas, escucha atentamente las palabras de la rubia, que suenan bastante serias, pero a su vez un tanto extrañas. ¿Diablillos? No es cualquier cosa, y la expresión de sorpresa invade el rostro de Dio. Las palabras no sonaban a ningún juego, y la mirada de ella aun menos. Así que asintió de nuevo, luego de la sugerencia de ella, pero no podía sacarse de la mente esa palabra...
- Diablillos... ¿Cómo son? ¿Y qué hacen? ... ¿O que son en verdad? - Imagino que sería una forma de llamar a algunos niños traviesos, aprovechando la noche para que nadie descubriera quienes son mientras hacen desastres, como tampoco podía dejar de creer que podían ser como los horrores que cuentan la mayoría de los adultos para asustar, aunque Dio nunca escucho nada parecido del Dr. Rhode.

De cualquier forma... Si es un peligro estar solo, entonces no dejaría a Mary sola.
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Un momento íntimo como aquél no había de ser interrumpido. Era el momento en el que dos seres se unían para crear algo nuevo a través de un sentimiento mutuo. ¡Oh, claro que no! No era un momento en el que debiesen haber terceros. No era una situación a llevar a cabo en aquél lugar. Si, los dormitorios parecían mucho más apropiados.


Quizá cuanto tiempo había pasado desde que ingresaron a la habitación. La lámpara de aceite continuaba iluminando con su lánguido tremor, persistente, al encontrarse a su mínima expresión, gracias a la precavida rubia. Lo único que cambiaba en el lugar eran las sombras de ambos al danzar siguiendo la guía que el director de la orquesta lumínica ofrecía y los sentimientos entre ambos, que a mi parecer crecían momento a momento. ¿Pero quién era yo para dar mi opinión? Yo solo debía respetar los susurros de ellas, que me indicaban que hacer.

Fue quizá una advertencia de que tal vez, embelesada por el amor infantil, aquella estaba hablando de más y que debía guardar silencio. Como a su ilusa enemiga le había ocurrido, el ventanal se abrió de golpe y las cortinas volaron por los aires intentando escapar de lo que les mantenía presas. La brisa fue suficiente para exterminar la tenue llama que los mantenía resguardados de la oscuridad exigiendo silencio. El olor a rosas proveniente del ventanal habría de ser reconocido por Mary, un suave y acogedor olor a rosas conjunto al olor a asado alemán.

Un suave canto de un ave les llegó a sus oídos, una canción conocida por muchos, mas solo de oído, puesto pocos conocían su verdader significado.

~ El primer tributo: Cortando un corazón ~ [Privado: Dio & Dahlia] 2gw95cz

Aunque extrañamente, este no venía desde afuera, no estaba acompañado del olor a rosas. No, venía desde el mismísimo interior del orfanato. La brisa continuaba incesante golpeando una y otra vez la habitación con más fuerza por cada embestida y el sonido que provocaba se hacía cada vez más fuerte, alejando de ellos la melodiosa canción. Expulsándolos del lugar.

Desde el pasillo, específicamente desde la derecha, justo en el camino que llevaba a los dormitorios, un montón de susurros superpuestos comenzaron a escucharse, añadiéndose a la orquesta de sonidos que ahora los envolvía. Susurros que habrían de ser conocidos por la burguesa.

- Uoyroftsujtraehdera uoyroftsujtraehdera uoyroftsujtraehdera...-

Correr quizá fuese lo más sensato.
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El momento es totalmente interrumpido por la “magia” del orfanato. Quizás habría tenido que evitarse perder valiosos segundo dando explicaciones sobre lo que debía o no hacer en el lugar, y tan pronto hubiera cortado su pedazo de tela, haber regresado a los dormitorios. Ese lugar neutral, casi seguro podría decirse. O eso puede al menos querer pensarlo, puesto que allí no se encontraba sola. Aunque no es que estuviera realmente sola, pues está acompañada de Dio. Si quiere ver las cosas por el lado malo, puede decirse que su altura a lo mejor no compense el hecho de que es un completo desconocedor de cómo se debe de sobrevivir en ese lugar. Y a pesar de que la palabra “sobrevivir” es bastante fuerte para lo que se puede exigir a niños que están intentando encaminar sus vacías vidas, no es nada fuera de lugar.

Mary se ve un tanto atónita cuando un fuerte viento abre la ventana del cuarto de costura, haciendo que no solo vuelen sus cabellos y la falda de su vestido hacia adelante, sino también apagando la pequeña luz que iluminaba el lugar. Sus ojos se quedan atónitos, deseando rezar que solo fuera mera casualidad, pero ciertamente las casualidades no existen para nada en ese orfanato. Todo sucede por cosa del destino, todo movido por hilos invisibles que sin darse cuenta, o aunque se trate de evitar, son tocados.

El olor a rosas llega hasta su delicada nariz, y reconoce instantáneamente ese aroma. También sabe llegar un olor a carne asada, y eso la pone un tanto más alerta. Ahora solamente puedo oír, en medio de lo que es su corazón agitándose, pues siente a su sangre correr con intensidad bajo su piel, una melodía, que por muy raro que parezca, no proviene ni de dentro, ni por fuera del orfanato. Una melodía conocida a su oído, y que será seguramente totalmente nueva para Dio. Aunque el viento no mermaba, y antes de atinar a querer cerrar la ventana, ella tenía en mente otra cosa. No importaba en realidad que esta se azotara contra las paredes, puesto que el ruido parecía correrlos de allí.

Muy pronto, la melodía se desvanece casi fantasmagóricamente, y un murmullo que le pone la piel de gallina, la activa para dejar de lado su lado más delicado, y calzarse la actitud que debería tener un delincuente prófugo. Porque los murmullos que llegan del ala derecha del pasillo, los conoce bien, y que le causan un revuelo de sentimientos. Los odia con todo su corazón, por el terror que despiertan en ella. Es casi como una dualidad la que producen en su interior, como el miedo a la soledad. La odia, y le teme.

En cuanto a esos diablillos... Sabe que no se trata de una sola cabeza, mas no puede adivinar cuantas son en realidad. Y precisamente por eso, no debe darles oportunidad de que la cacen en un lugar como el cuarto de costura, tan pequeño, y ahora, tan escandaloso. Sin mencionar que llevaba consigo a Dio, y no quería que él fuera una víctima de esa noche. No cuando es la única compañía que tiene, y la única cosa que la mantiene atada a su más dulce personalidad.

En una actitud rápida, entrega con firmeza la caja de costura a Dio, en su mano. –No la pierdas por nada en el mundo…- Le ordena, susurrándole, porque la dureza con que lo dice, no es propia de un favor. Ahora, tomando su izquierda, la diestra libre de Dio, la presiona con fuerza, y hace lo que desde un comienzo debió haber hecho, ni bien cayó la noche.

No cuenta hasta tres, ni da indicaciones para empezar a echar su carrera. Simplemente como si se tratara de una pequeña gacela, sale disparada de la habitación, arrastrando a Dio, obligándolo a que siga su paso y si es posible, que corra aun mas rápido. Porque la ya tan corta y segura ruta que los comunicaba a su habitación, ha sido visto invadida. Deben de ser inteligentes, aun mas que los monstruos que los siguen. Deben también buscar un lugar grande, y es bueno saber que la biblioteca que esta al final del pasillo, lo es.

Agradece en parte tener sus tijeras a mano, como fiel compañeras. Habían contado muchas veces en el orfanato, en un libro de cuentos del mundo, sobre una asesina que usaba tijeras y preguntaba si era hermosa. Mary, quizás era muy pequeña para preguntar cosas como esas, pero nunca iba a preguntar sobre la letalidad que podían tener unas buenas tijeras. Varias veces lo supo confirmar en huidas como la que sucedía en ese instante.
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La respuesta a la pregunta inocente y normal que se haría después de escuchar la palabra "Diablillos" no llego en ese momento, o al menos no fue Mary quien aclarara esa duda con la correcta emoción que se debe tener para contar una historia de terror. La brisa de la noche se llevo la luz, y toda posibilidad de distinguir bien que estaban aun en un cuarto de costura. Era la oscuridad quien se poso en el recinto, como el cuervo cuya mirada no se aparta de los ojos ajenos, y que declara que no tiene intención alguna de irse.
Dio solo piensa en que el viento está inquieto, pero no deja de ser tenebroso ni mucho menos amenazador. Es fría la brisa, mas no húmeda, tal cual el soplo del cementerio, que lleva y trae a los llantos de los adoloridos por sus pérdidas, o los lamentos de los condenados antes de partir y dejar sus cuerpos, pues saben que aun dejan asuntos en el mundo y no tienen idea de dónde empezar.

Lo que más incomodidad puede causar, es el sonido de la música. La que no ha sido escuchada nunca por el chico, y que le hace buscar instintivamente a Mary de nuevo. No siente temor, pero tampoco puede decir que esta calmado, pues recuerda lo que su hermano le contaba sobre las melodías sin nombre y sin comprensión... Siendo esos los cantos de las cazadoras de hombres que vienen del infierno. Algo difícil de creer y asustar, pero no pensaba en que su hermano lo dijera como un juego, sino tal vez como una creencia.
La superstición no era algo común en el hogar del Dr. Rhode, siendo él un hombre de ciencia, a su vez no negaba que existían cosas que no podían probarse. Para la mente de Dio, todo simplemente es real, tanto los quejidos de quienes esperan un severo juicio en el cielo, como los gritos de quienes caen a los reinos de Lucifer, como las brujas que surcan la noche, y las damas del inframundo... Y por tanto, sabía de antemano que los Diablillos eran sin duda, eso. Cosas sin explicación.

Se preparó entonces, sintiendo el ambiente tan parecido al de un cementerio, con la diferencia de que no hay calma. En vez de eso, todo parece moverse demasiado, aunque las paredes sigan en su mismo lugar. Al final del sonido, llega entonces un murmullo de algo que no pudo haber sido engendrado por Dios, o eso es lo que diría un sacerdote. El tiempo sin embargo parece correr, y la idea que se le ocurre es que sus piernas también corran lejos de ahí.
La señal viene cuando Mary le entrega su caja de costura, y entonces el muchacho guarda dentro de su camisa el corazón de tela que le fue dado, al tiempo que su cuerpo entero reacciona a las palabras de de la chica; bajo ningún concepto soltar esa caja... Pues es una orden.

Toma entonces con su mano libre la pequeña zurda de la niña, y con su carrera el también emprende su huida, no tardando en igualarla, pero tampoco metiéndose en su camino. Sin embargo sabe que puede correr aun mas, lo que implica dejar muy atrás a la primera persona en sonreírle desde que llego. Eso está fuera de lugar, al igual que el detenerse, ni siquiera para saber qué clase de criaturas son, o que tan espantosos llegan a ser, menos quiere quedarse a experimentar que tan peligrosos son.
Lo primero que viene es abrir la puerta, porque estar en un pasillo más amplio es mejor que quedarse en un cuarto donde no puede haber demasiado movimiento. No piensa que sea más esperanzador el exterior al cuarto, pero ciertamente no da la sensación de estar encerrado.

Aferra entonces la mano de Mary, sin llegar a lastimarla. Al igual que sujeta con fuerza los utensilios de costura.

Así son las noches aquí... Así debe acostumbrarse a ellas.
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Atardecer Re: ~ El primer tributo: Cortando un corazón ~ [Privado: Dio & Dahlia]

Mensaje por The Orphanage Sáb Mar 09, 2013 12:18 am

- Uoyroftsujtraehdera uoyroftsujtraehdera uoyroftsujtraehdera uoyroftsujtraehdera uoyroftsujtraehdera ¡uoyroftsujtraehdera! -
Los susurros se hacían más y más fuertes cada vez y los sonidos de seres agolpándose y chocando entre ellos entre el estrecho pasillo se hacía fuertísimo. Estaban todos amontonados en la esquina, adelante los más ágiles, desarmados, pero con el rostro igual de desencajado como siempre. Si alguno de ellos hubiese tenido la valentía de mirar hacia donde estos estaban, verían una tropa de seres pequeños como niños, de piel grisácea y ojos vacíos, que hacían muecas mientras gritaban sus frases y soltaban estridentes chillidos.
Apariencia Física:

Los que se encontraban más atrás portaban escobas y las blandían con exasperación. Eran demasiados y eso mismo era lo que retrasaba su avance por el pasillo.

Mas a pesar de que sus gritos se hacían más fuertes, el silbido alegre del avecilla se hacía más nítido cada vez, invitándolos a acompañarles con su música. Desde la otra esquina, próxima a la biblioteca se podía ver una mano grisácea asomarse junto a la parte de un deforme rostro cortando el camino hacia el primer piso.

La puerta de la biblioteca se erguía imponente, mas aún existía la posibilidad de que estuviese cerrada. Las probablidades no estaban de su lado, pero hasta el más mínimo porcentaje podía salvar sus vidas.


Instrucciones:

- Si deciden ir hacia los dormitorios se encontrarán contra 5 Imps desarmados y 3 armados con escobas bloquéandoles el paso.
- Si deciden ir hacia la biblioteca, la puerta estará abierta y deberán ingresar en este tema.
- Si deciden devolverse, el cuarto de costura estará como lo encontraron, el viento habrá cesado y la ventana estará abierta, dando al patio del orfanato {Desde la altura correspondiente}.
- Si deciden intentar llegar al primer piso, se encontrarán con 2 Imps desarmados en el pasillo, 2 en la escalera y una silueta grande en el descanso de la escalera.

Suerte.

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