Passed the point of no return ...

¿Que se supone que hará ahora el muchacho? ¿Que se piensa que puede lograr estando solo? ¿Que imaginaba cuando enterró a su patrón en el jardín, y sin una pizca de remordimiento? ¿De qué le sirve una sonrisa si ha demostrado ser despiadado? Son preguntas que para el chico son inútiles hacerlas, no porque carezcan de su interés, sino porque no puede responder ni una sola de ellas. Bien sabe que el asesinato de Rhode se hubiese evitado si el miedo y la presión del momento no hubiesen enmudecido de cólera al doctor, y en cambio le hubiese ordenado al muchacho que se detuviera y matara a sus hermanos. No habría sido necesario insistir demasiado, y con tan solo una frase a tiempo, pudiese aun decirse que su amo vive, y que Dio aun conserva cordura.
Lo que sus ojos ven no tiene sentido, ya que por primera vez en mucho tiempo, hacia algo que nadie le ordenaba. Caminar, alejarse del sitio que tomo su mente y la hizo pedazos, casi como si su cuerpo quisiera aun salvar su alma en un acto inconsciente... Lástima, que ese muchacho ya perdió su alma hace bastante tiempo, y solo la recuperara cuando un nuevo patrón le exija que debe tenerla, con la finalidad de que se la entregue en una bandeja de plata, o de oro.

Dio vagó por varias horas, sin pensar, sin hacer otra cosa que no fuera sonreír. No únicamente por la demencia, ni porque disfrutara con semejante pecado como lo es el homicidio. Ni siquiera parece consciente de los peligros que acechan en las noches, sin importar que sobre su hombro lleva reposando su atesorada pala de sepulturero, aferrándola con suavidad por la parte baja del cuerpo de la misma, mientras que colgando en su pantalón reposa el martillo que en un futuro usara en la herrería, tal como su hermano piensa que hará, y descansando en uno de sus bolsillos esta su cuchillo, que si bien no ha usado para nada diferente a cortar las hierbas malas al no tener una par de tijeras, también le ha sido útil para tallar la madera o remover algún hueso o astilla que impida cerrar un ataúd.
Pero de nada servirían sus armas, o tal vez serian poca ventaja frente a algún depredador que sepa atacar entre las sombras... Pero no. Dio puede decir que fue tal vez la caminata mas pacifica de su vida. Ni un ave grazno, ni las ramas se resquebrajaban, ni siquiera el viento soplaba, casi aguardando a que fuera la desesperación del joven la que rompiera la quietud con un grito nocturno, o un llanto amargo. No fue esa noche, en la que el cielo escucho llorar a quien cava el lecho final de los que son llorados, pero si era esa noche en la que conocería una nueva vida... Donde prácticamente iba a renacer.

Algo lo invito a abrir la puerta, casi como si se sintiera en casa. Sería la voz del viento o la de su locura... Pero no dudo en avanzar. Era un edificio grande, o eso pensó Dio, pues no se detuvo a verlo. Solo entro, con pala en mano, y mirando al frente, con esa falta de expresión tan característica en su persona. Poco pudo ver con su ojo, producto del agotamiento sobre sus hombros, o se tratase nada más del metal frío de su herramienta favorita.
Sus pies finalmente piden clemencia, sus piernas ya no pueden soportar más. Ha sido un día fatídico, y una noche que no termina. Ver el amanecer sería bueno, piensa el chico, pero más bueno resulta dejarse caer en el suelo después de cerrar la puerta detrás de él. Al fin su cuerpo llego a su límite, y sentado sobre ese suelo resguardado en un techo, sin poder saber si esta solo o no, jadea con todas sus fuerzas, drenando todo su cansancio.

No le importa realmente lo que le aguarde, cualquier cosa estará bien para él... Siempre y cuando, pueda descansar ahora.

El peso de su pecado, de su trabajo, y de sus músculos, al fin empezaba a ceder. Ya puede decir, que estaba parcialmente entre los vivos de nuevo.

Si bien los monstruos que invaden los sueños tienen la decencia de proporcionar un susto tan grande que no se puede olvidar en ningún momento, cuando se está despierto los monstruos reales pueden ser más caprichosos y querer asustar de forma más sutil, deleitándose con cada lagrima o gota de sudor que resbale por la barbilla. ¿Podrá ser que en vez de encontrarse con alguna abominación de los sueños, su destino fuese encarar a algún ser real, que tuviese la poca amabilidad de querer aniquilarlo inmediatamente? ¿Qué ser seria? ¿Un aliado de la imparcial justicia, o un sanguinario cazador que busca cráneos para adornar su repisa de trofeos?
No debe ser posiblemente nadie, solo la falta de cordura que aun el muchacho no entiende, pues no sabe la diferencia entre estar loco y no estarlo... Sin embargo, no deja de ser una sensación graciosa, parecida a la sensación de una palmada en la espalda, del sudor frío recorriendo la misma hasta las caderas, de un sutil beso en los labios... Aunque no haya experimentado nunca esta última.

Poca importancia puede haber... ¿O sí? ¿Acaso es momento de tomar en serio las palabras de quien no puede ser visto, y considerarse a solo centímetros de una espantosa muerte, que acabara en la caída hasta el profundo infierno? ¿Sera que el calor que su cuerpo empieza a recuperar, son las brasas que Lucifer le esta reservando? No, no es posible, no ahora... Debe aun continuar viviendo, por lo menos hasta que alguien visible, alguien que pueda ser distinguido con su ojo, y no precisamente con aquel que se ha adelantado al reino de los demonios, sino el que aun sigue pegado a su rostro.
La voz se encarga de darle seguridad a Dio... O bueno, se encarga en verdad de que no tenga una razón para levantarse. Si era de su agrado, tanto que no quería pronunciar palabra alguna que pudiera romper su descanso. Solo necesitaba un poco, nada más lo suficiente para reposar el pasado evento, y para la mañana siguiente estaría listo de nuevo. Atendería el jardín, cortaría la leña, aprendería de su hermano viéndole martillar el hierro... Visitaría a su patrón... Luego vigilaría el cementerio... Y cavaría una tumba si alguien fallece.

Como si nada hubiese pasado, prácticamente el sueño invadiéndolo, desconectándolo suavemente de los pesares del mundo. De no ser por el ruido sorpresivo y el rechinante sonido de la cerradura, se habría dormido creyendo que la vida seguiría siendo la misma al día siguiente, sin tomar en cuenta su crimen, y lo que implica que una persona muerta no regresa nunca más, o eso es lo que ha aprendido durante dos años continuos de servir como sepulturero. No se teme a los muertos, sino a los vivos, y solo teme a un muerto si ha dejado en vida una última voluntad. Pero en este caso... No sabe si se trata de un vivo, o un muerto, o de algún ser que no sea ni lo uno ni lo otro, no obstante... Su voz puede ser relajante...
- Entonces no luchare contra la misma... Si es esa una orden, me quedaré aquí... - Susurra entonces Dio, desde el suelo, sintiendo como el mismo parece cobrar vida y moverse contra la creencia que durante siempre ha sostenido, que es la de un piso inmóvil, con una alfombra como tal.

No siente verdadero peligro, aunque eso puede ser causa del cansancio. Tampoco siente el terror que debería asediar a una persona normal... Pero el no es normal, y ha tenido un día que simplemente se ha llevado lo mejor de él. Está cansado, completamente a su límite mental y físico, por tanto no puede luchar más, menos contra una tela viviente que lo recibe con tanta calma. No ve mayor problema con eso, no piensa que sea una mala muerte, considerando las muchas maneras que hay de hacerlo. Sinceramente, no quiere morir, ni pretende arrojarse a un destino así... Solo que ahora no puede hacer nada, o eso piensa.
- ¿Puedo... Quedarme un poco más? Creo que escuche a la puerta cerrarse... Y no quiero tratar de romperla para salir... En verdad no quiero salir. - Confiesa el chico recuperando su aliento, pero aun sin moverse, y sin percibir nada en la habitación. - Pero si quiere que me ponga de pie... Entonces lo haré. - No queriendo ser grosero, ni descortés ni mucho menos desobediente, añade esas palabras antes de volver a callar, haciéndole saber a ese susurro calmado que aun puede servir si le ordenan que le haga.

Sea un fantasma nocturno, o alguien que habla sobre su oído... Le obedecerá en lo que diga. Ya que, por supuesto... Ha entrado a una nueva casa.

Esta listo para servir, si se lo ordenan.