¡Juguemos! Una tortura entre las telas... (Autoconclusivo)

Una joven caminaba, sola, de forma constante al mismo tiempo que sus ojos observaban todo con curiosidad. Bajó un piso y al hallarse ya en el segundo escogió una puerta al azar entre todas aquellas. Aquella forma le parecía mejor que contar las posibilidades debido a que no poseía demasiado tiempo antes de que el resto de los huérfanos encontraran ese preciado objeto que los salvaría de un castigo. Se preguntaba de qué manera serían amonestados, ya que sólo había oído el tono del Príncipe Oso sin poder notar su expresión; de todas formas sonaba sombrío, y casi podía asegurar de que lo sería. Porque ante el espectáculo anterior… Uno ya notaba los fetiches del joven de la realeza. Al fin cruzó el tramo que la separaba de la puerta y se dispuso a entrar. Giró la perilla y asomó su cabeza hacia el otro lado, contemplando todo para luego pasar su cuerpo y apoyarse contra la maciza madera, contemplando con ojos de halcón todo lo que se encontraba a su alrededor. Había una máquina de coser con una silla, nada por allí. Una caja con telas y otra cerrada con llave. Suspiró, tal vez su suerte no estaba ese día. Oh, oh. Esperen. Algo de la caja de la esquina la llamó la atención. Se aproximó a ella y pudo distinguir un objeto de un color más pálido que el resto de las telas que se encontraban allí. Se arriesgaría, el tiempo en la calle había dejado que sus instintos la guiaran en casos como estos, por lo que no haría otra cosa que confiar en ellos. Observó dentro de la caja, y metió con cuidado la mano en ella.

-Auch! –Chilló en instante, haciéndose atrás y observando su dedo. Una pequeña gotita de sangre se posaba en el, era fina, casi imperceptible. Lamió la herida, esta no podía estar hecha con otra cosa que no fuera una aguja.-

Al volver a observar afirmó su teoría. Docenas de esos pequeños y puntiagudos pedacitos de metal se encontraban dentro, al lado de aquello que quería tomar, interfiriendo entre ella y su meta. Tomó una de esas molestas cosas, pero para su asombro esta se transformó en un gusano. Lo soltó por el asombro, y luego se le ocurrió una idea. Aquellos bichos no les importaban, pero si llegaba con las manos vacías… Iba a pagarlo caro. Tomó el cubo y lo volteó. Millones de verdes alimañas comenzaron a salir por la parte abierta, pero al no notar ni una tela y menos algo de color amarillo se resignó. Aquellas… Cosas ya se arrastraban por el piso. Respiró varias veces para tranquilizarse para luego, con esfuerzo, hundir la mano entre las agujas. Las sentía, clavándose en su piel, destrozando su carne. Ahogó un grito mientras se mordía el labio. Las lágrimas comenzaron a salir de sus ojos a la vez que Yume seguía revolviendo.

-Ahh! –No pudo soportarlo, un grito se coló en su garganta, seguido de un gemido. Al fin, algo. Una forma distinta entre todas aquellas telas y objetos punzantes. Lo tomó con fuerza y retiró la mano de golpe, haciéndose cortes aún más profundos. Sonrío al notar que era lo que ansiaba. Un crayón, el crayón amarillo. Salió lo más rápido posible de ese lugar al mismo tiempo que con su diestra, que aún estaba ilesa, comenzaba a quitarse las agujas de la piel.