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En el Estomago de la Bestia [Priv.]
Dr. Charles Lutwidge
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Fecha de nacimiento : 07/05/1988
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El Médico dio un par de indicaciones tratando de verse lo más calmado posible y luego se despidió de Ambos. Perfecto ¿No?
Entonces la Mujer a su lado comenzó con a dar sus instrucciones y ¡valla que era estricta! No de una forma brutal como la Profesora de etiqueta, pero a su modo sutil y dulce era bastante rigurosa. El maestro le sonrió cariñoso limpiándose los descalzos pies antes de entrar y siguiendo ciegamente a la mujer hacia el interior de la casona principal.
Le llevo por los pasillos hasta la cocina, la idea de beber algo caliente a esas horas no estaba para nada mal, más considerando que el exterior estaba heladísimo debido a la época. ¿la época? y cal se supone que era eso... ehm... bueno... la época en que as noches están más heladas que frescas claro. Los ojos del maestro iban frente en su rostro ¡como casi todos los Humanos! pero inspeccionando perezosamente el lugar.
Entonces lo vio... "La garganta". Sonrió
mas permaneció en silencio y obediente hasta la cocina. De pie, parado completamente erguido con un rostro rebosante de alegría esperó con paciencia las atenciones de la mujer. No estaba para nada de mal tomar algo preparado por ella antes de caer en las garras de la muerte.
Tomó la jarra caliente entre sus dos manos y sin sentarse la bebió con lentitud, pero sin dejar de empinar la misma hasta que finalmente no quedó prácticamente nada de su contenido.
Delicioso
Desde su altura, haya bien arriba para la mucama descendió la taza revelando el inusual brillo en los ojos del oculto rostro del maestro. Gracias Srta. Carmine, gracias por todo.
El brazo cayó por su costado y junto con el... la jarra. La cual no dudo en estremecer el suelo con el ruido de su caida.
Charles se dio a la fuga en carrera desapareciendo de la vista de ella, pero era obvio donde estaba. El ruido de las escaleras cuesta arriba era evidente.
Entonces la Mujer a su lado comenzó con a dar sus instrucciones y ¡valla que era estricta! No de una forma brutal como la Profesora de etiqueta, pero a su modo sutil y dulce era bastante rigurosa. El maestro le sonrió cariñoso limpiándose los descalzos pies antes de entrar y siguiendo ciegamente a la mujer hacia el interior de la casona principal.
Le llevo por los pasillos hasta la cocina, la idea de beber algo caliente a esas horas no estaba para nada mal, más considerando que el exterior estaba heladísimo debido a la época. ¿la época? y cal se supone que era eso... ehm... bueno... la época en que as noches están más heladas que frescas claro. Los ojos del maestro iban frente en su rostro ¡como casi todos los Humanos! pero inspeccionando perezosamente el lugar.
Entonces lo vio... "La garganta". Sonrió
mas permaneció en silencio y obediente hasta la cocina. De pie, parado completamente erguido con un rostro rebosante de alegría esperó con paciencia las atenciones de la mujer. No estaba para nada de mal tomar algo preparado por ella antes de caer en las garras de la muerte.
Tomó la jarra caliente entre sus dos manos y sin sentarse la bebió con lentitud, pero sin dejar de empinar la misma hasta que finalmente no quedó prácticamente nada de su contenido.
Delicioso
Desde su altura, haya bien arriba para la mucama descendió la taza revelando el inusual brillo en los ojos del oculto rostro del maestro. Gracias Srta. Carmine, gracias por todo.
El brazo cayó por su costado y junto con el... la jarra. La cual no dudo en estremecer el suelo con el ruido de su caida.
Charles se dio a la fuga en carrera desapareciendo de la vista de ella, pero era obvio donde estaba. El ruido de las escaleras cuesta arriba era evidente.
Carmine Rougeriant
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Aun a pesar de su acostumbrado insomnio, las horas estaban comenzando a transformarse en pesare en su cansado cuerpo, pero aun sin importar cuan agotada se sintiera, no podía dejar a aquel hombre solo a esas horas de la noche; lo vigilaría, se mantendría cerca y alerta, y si fuese necesario, hasta ella misma lo llevaría a su cama con tal de asegurarse de que esté en una cuarto, encerrado y alejado de los niños. Tanto era su estado de alerta que ni siquiera se permitió sentarse, negándole así a su cuerpo el relajo que esto pudiese brindarle. Pero aunque lo quisiera, la forma en que Charles básicamente empino el vaso para beber llamo su atención. Creía haber dejado lo suficientemente caliente la leche como para que pudiera bebérsela a sorbos, pero no se esa forma sin por lo menos quemarse la garganta.
Antes de poder responder a su agradecimiento o de siquiera poder recibir la jarra para lavarla, vio como esta caía lentamente, casi en cámara lenta, mientras en otro enfoque, el joven profesor se daba a la fuga sin previo aviso.
De un sobresalto y un rápido paso hacia atrás y vio como la jarra, con un estruendo, pasaba a convertirse en fragmentos esparcidos por el piso, un peligro inminente para cualquier niño que fuera a pasar por ahí, pero más peligroso aun que el filo de los bordes de porcelana era el desenfrenado estado del chiflado profesor. – Merde…- El improperio que jamás había sido salido de tan finos y puros labios escapo en una fugaz ráfaga de adrenalina, que fue la que le permitió volver en si y el que la impulso al seguir los pasos de quien había pasado a convertirse en un peligro, no para ella, si no que para los niños.
A pasos apresurados subió la escalera y en cuanto llego al último escalón, se detuvo en seco con tal de que no pudiera escuchar más que el susurro de su falda al revolotear debido a su súbita detención y el paso de aquel que se comportaba como el más travieso y molestoso de sus niños.
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