Liying around (autoconclusive)

La luna radiante pasa a través de la ventana de su habitación, mientras sus ojos rojos, semejantes a la sangre continúan cerrados. Sus manos se aprietan alrededor de su usagi-chan, que cede ante la fuerza de la albina, su cabeza se mueve de un lado al otro de forma brusca, y sus manos en tics nerviosos también imitan su cabeza. Todo su cuerpo esta tenso, aunque en teoria deberia estar relajado. Pero asi no funcionaba, no era tan facil. Podia observarse la albina continuando con tal comportamiento, hasta que repentinamente se levanta de la cama, con sus ojos abiertos de par en par y su respiración agitada... De nuevo. Varios dias sufriendo de aquellas pesadillas, que mas que serlo, podrían deirse recuerdos mortuorios que la perseguían. Pues varias razones su mente le daba para mantenerlos, y para que se presenten en sus "no tan placidos" sueños. La primera, siempre recordar que sucedió, pues este destino aun al no saber que existía. Ella lo había elegido. Los hilos del destino se habían soltado y unido para que este lugar llegara a su vida. La segunda por supuesto esa especie de venganza que tenía contra su hermana, pues el destino había permitido que quedara viva. Pero, y sin embargo, ella se había hecho una promesa a si misma, que la encontraría y que el día que con su hermana se encontrara, no sería tan grato.

Miró a traves de la ventana, la luna y el cielo, estrellado, pero cubierto de nubes. Ya hace un tiempo que esta en este lugar, y tambien cada día tiene muy presente lo que sucedió. Como su amada princesa llegó a su rescate -o condena- y como conoció al principe. Han sido largos días y cortas noches, largos amaneceres y cortos atardeceres, heridas físicas, y emocionales. Sin embargo no era nada que no pudiera soportar... Si... Tal vez su anterior vida la habían entrenado para esto. Solo quedaba decir... Prefería esto, a lo que sea que le había deparado anteriormente. No estaba tan a gusto de todas formas... Pero por ahora era soportable... Tal vez algun día no lo sería pero no se echaría a morir. No... En este lugar hay que ser fuertes para sobrevivir...

Suspiró... Miró sus manos sudadas por las pesadillas... Sus vendas mojadas y su rostro sudado. Lo secó, y quitó las vendas de sus manos. Tomo otras del closet, y comenzó a cubrirlas de nuevo... Miró su vestido de pijama blanco... Si es que podía llamarse vestido. Un remedo de sabana que agarró un día y convirtió en vestido. Se levantó de su catre, se acomodó suvestido como pudo, y se dirigió a la puerta de su habitación, saliendo... Era otro día, otra noche... Quien sabe que le depararía. Nunca se sabe.