La locura desatada [Libre 2/2]

Maldecía, maldecía con fuerza gritándolo sin palabras en distintos idiomas mientras daba pasos agigantados por el bosque aledaño al camino entre el orfanato y la caseta, dando tumbos, golpeándose los costados con los arboles... y es que el lugar parecia tan infinito tan cerrado sobre si mismo, tan apretujado sobre el maestro... casi tan sofocante e infinito como su propia mente... y es que hasta ahora su cabeza estaba organizada en gavetas, millones de gavetas en una misma habitación, separadas en categorías y conteniendo archivos con documentos llenos del conocimiento que poseía el hombre... todo de fácil acceso inmediato para su amaestrada mente... pero... pero desde el toque de su princesa y ama, se habían abierto las puertas de otras habitaciones, de las habitaciones de cada una de sus memorias, de cada una de sus caras y los papeles, las imágenes y los documentos giraban como un huracán completamente revueltos por todo el lugar... siempre llendo y viniendo... el maestro estaba por colapsar atrapado y aplastado bajo sus propias memorias.

Charles cayó al suelo, a un lado del camino entre ambos edificios.

Entonces algo comenzó a crecer en su interior... algo que creyó extinto, algo que dudo poseer el revelarse su naturaleza de marioneta. Su instinto estaba ahí... Si su cabeza no podía soportarse a si misma, los sentidos y el cuerpo quizás pudiesen contenerlo... ¿Eso lo volvería un animal sin juicio ni razón mientras trataba de ordenar su mente? quizás... Si tan solo no muriese tirado ahí mismo.

Según parecía todo estaba volviendo a la monótona normalidad en la mesurada vida de Mikhail, por fin estaba nuevamente al día con el trabajo después de haber terminado esa misma noche sus deberes pendientes sin siquiera desvelarse tanto. Asimismo la semana fue insólitamente amena al tener la inesperada oportunidad de conocer un poco más a algunos de sus colegas, cambiándose así la idea que tenía de ellos. Lo único que nunca dejaría de estar fuera de lugar y podría perturbar tan impecable racha era el mismísimo orfanato al cual servía tratando a esos desdichados críos que no tenían otro lugar a donde ir. A veces se preguntaba si él era diferente a ellos… ¿Podría acaso regresar a su anterior vida?… ¿Quería regresar a su anterior vida?

Sonrió con siniestra diversión, no había escapatoria.

Cerró el portón del orfanato y reanudó su caminata hacia la caseta de los adultos, pero no alcanzó ni a dar dos y debió frenar la marcha al escuchar unos incomprensibles gritos entre las frondosas cercanías. No temió, en lugar de eso su sonrisa amplió pues ciertamente esperaba que sucediese algo extraño, alguna sorpresa debía depararle la noche en tan embustera tranquilidad, pero quien sabe, podría ser una sorpresa interesante. Decidió bordear el camino por mera precaución, valiéndose de las sombras del bosque para encubrir su albina silueta y un sigiloso caminar para pasar inadvertido. No demoró mucho en divisar la figura del ruidoso responsable, mas no era capaz de distinguir su rostro en esa oscuridad.

-Maldición- masculló, tendría que encararlo si quería ver quien era. Se dispuso a abandonar su escondite y confrontarlo, no obstante, el desconocido súbitamente se desmoronó sobre el húmedo suelo. El médico se conservó cauto y en alerta se aproximó al recién desplomado, enfocándose enseguida en su rostro una vez estuvo cerca. -Tú... ¿Profesor Charles?- se agachó y con brusquedad le zamarreó de los hombros para que volviera en sí.

No podía decir que siquiera lo conocía profesionalmente, tampoco podía recordar si alguna vez cruzaron palabras, sin embargo había oído lo suficiente sobre su característica excentricidad... ¿Acaso gritar a esas horas sería normal para él? Lo dudaba, algo no andaba bien.

Ven aquí… ven aquí, vamos… Sal de ahí ~ - Eran las suaves palabras que consecutivamente seguían a una serie de suaves silbidos que emitía cada vez que escuchaba un ruido a su alrededor, agachándose para poder ver lo que estaba a nivel de sus pies, entrecerrando los ojos para que se acostumbraras a la oscuridad que la rodeaba.

Desde hace dos noches atrás que había estado oyendo ladridos y gruñidos a lo lejos, pero no gruñidos de un perro rabioso, si no que gruñidos de cachorros jugando o de una madre llamando a sus pequeñas crías. La curiosidad no la dejo tranquila y obviamente tuvo que salir a buscar, más la primera noche no tuvo suerte. En la mañana, se dedicó a dejar las sobras de la comida en ciertos lugares específicos, para así poder volver en la noche y verificar si estaban o no; de no estar, los ruidos que había escucho probablemente solo eran una mala jugada de su imaginación; y de estas, o pues bien habían cachorros en los alrededores, o tenían un serio problema con las ratas. Pero como había tenido suerte con su experimento y seguía escuchando los mismos ruidos en las noches, decidió seguir el mismo proceso hasta que diera con el paradero de los animalitos.

Y por eso ahí estaba, obstinada en su búsqueda, haciéndose la ilusión de que podría encontrar a los cachorros. Estaba ilusionada, sí; los perros serian de mucha utilidad en el Orfanato si se les criaba como correspondía. Podían ser amorosos compañeros para los niños de día, y por las noches, convertirse en los guardianes que los mismos necesitaban de noche, y por lo mismo, estaba tan empeñada en encontrarlos.

Pero los ruidos de esa noche eran diferentes…

Su corazón dio un salto en cuanto por el camino pudo escuchar unos pasos bastantes pesados, acompañados por un gimoteo de alguien que parecía en una intensa lucha, y luego, un ruido sordo, de un peos muerto cayendo al piso. Se llevó una mano al pecho, intentando calmar su agitado corazón, y como si la calidez de su propia mano sobre su pecho le diera valor, avanzo a paso sigiloso hasta llegar al camino. Lo que vio la aterrorizo más, y le hizo pensar en lo peor. No solo vio el cuerpo del profesor tirado en el piso, si no que llego justo en el momento en el que el doctor se disponía a zamarrearlo por los hombros. ¿Qué hacían ellos dos ahí? ¿Qué había sucedido? – Oh por Dios…- Exclamo finalmente, luego de salir de su breve shock. Se acercó con paso cauteloso a la escena, siempre manteniendo la vista en ambos hasta llegar a su lado, agachándose al lado contrario del profesor, con tal de poder quedar frente al doctor y no a su lado. - ¿Qué ha sucedido? ¿Por qué están aquí en el camino a estas horas, Señor Volkov? – Preguntó con un claro tono de preocupación en su voz, mientras tomaba el rostro del profesor y con un toque suave pero firme, acariciaba las mejillas de este para intentar hacerlo entrar en razón.

El Huracán levantó algunas de las tantas capsulas de información que le ahogaban dándole un pequeño respiro, uno suficiente para que el cuerpo del hombre aspirara con fuerza. Si... aun latía vida en su interior.

Los ojos del maestros aun permanecían cerrados, pero el resto de sus sentidos aun estaban alertas... Dos cuerpos más le acompañaban, primero una voz masculina, con el corazón sereno ¿acostumbrado? y un aroma bastante neutro, limpio más que nada y el segundo cuerpo poseía una voz femenina, suave ¿preocupada? con una sutil fragancia agradable, aunque con dejos de polvo y un corazón agitado, apropiado al sonido de su voz en estos momentos.

De momento no reaccionó de inmediato, aun estaba aturdido y en el fondo estaba luchando en su interior, su cuerpo estaba luchando con su mente por quien tenia la supremacía del paquete completo.

Sintió los zamarreos y luego las caricias de las manos cálidas tratando ambos de devolverlo a la tierra de la conciencia. Sus ojos se abrieron ligeramente por breves momentos centellando con un rojizo tono alcanzando a observarlos a ambos... El medico y Carmine. De todos ¿por qué ellos? ¿Era realmente una coincidencia?
Su cabeza comenzó a dar vueltas nuevamente tornando su rostro en una mueca de dolor, procesando los datos de ambos humanos... Gustos y disgustos, su historia y algunos hechos... no conocía todo de ellos, pero algo de verdad se podía respirar entre esa paginas amarillentas que volaban en su cabeza.

Absorto en la búsqueda de signos que pudiesen indicarle lo ocurrido con el desfallecido profesor, se sobresaltó ligeramente al oír una voz familiar irrumpir en la quietud de la noche, volteando enseguida hacia su procedencia en un intento por ver de quien se trataba. A la tenue luz de la luna pudo discernir su femenina figura acercarse, solo pudiendo reconocerle una vez estuvo lo suficientemente cerca, sorprendiéndose de igual manera al verla ahí a esas horas. La miró posicionarse junto al desplomado cuerpo de Charles y tomarle el rostro entre sus manos, intentando hacerle reaccionar con una metódica bastante más suave que la suya mientras hacía las debidas preguntas.

-No tengo la menor idea, señorita Rougeriant- respondió al tiempo que regresaba la mirada al docente y colocaba el dedo medio e índice en su cuello, chequeándole el pulso carotideo, reconociendo una comprensible aceleración en el mismo. -Iba de regreso a la caseta tras acabar con mi jornada y de la nada oigo unos gritos… asumo venían de él, pero lo encontré así cuando llegué, la verdad ha sido solo hace unos minutos- le explicó, a continuación revisándole la respiración, pero no halló nada fuera de lo común. Con la visión ya acostumbrada a esa oscuridad, aprovechó de realizar una observación rápida sobre su cuerpo, ayudándose del tacto de sus manos para dar con una herida o algo roto, mas lo único que se impregnó en sus manos fue la suciedad de sus ropas.

Todo parecía indicar que solo había sufrido un desmayo común y corriente, no obstante, ese orfanato le había enseñado a jamás fiarse de las apariencias, por lo cual sus sospechas no hicieron más que crecer. Ensimismado en sus recelosos pensamientos, no consiguió advertir en primera instancia la prematura lucidez del contrario, quien parecía salir a duras cuestas de un horrible sueño. En un silencio expectante le contempló abrir los ojos brevemente, hablándole otra vez al ver como sus párpados volvían a caer.

-¡Profesor! ¡Despierte!- exclamó en voz alta, no había necesidad de ser suave.

Mientras escuchaba las razones por las que el Doctor se encontraba ahí en una situación tan compleja junto al profesor, ella de arrodillo a un lado del inconsciente hombro y se dedicó a acomodar bien su cabeza para observarle mejor. Finalmente se apartó y dejo que el Doctor lo revisara de forma más correcta, siguiendo el protocolo de su profesión. – Yo también escuche los gritos… - Musitó, abrazándose a si misma debido a los escalofríos que estos le habían provocado.

Se mantuvo observando atenta como Mikhail seguía con su procedimiento, mientras ella por su parte, y de un método mucho más cuidadoso y maternal mientras, decidió revisar si el Doctor tenía fiebre debido a las sospechosas gotas de sudor que recorrían su frente, cosa que perfectamente podría haber causado un desmayo. Primero, descubrió el rostro ajeno, haciendo a un lado su sombrero y los cabellos que cubrían su frente, acto seguido, posó el dorso de la mano sobre esta, pero al no estar segura prefirió recogerse el pelo e inclinarse para depositar los labios sobre la frente ajena. Pero no había temperatura.

No tiene fiebre…- Avisó finalmente, con un suave suspira mientras seguía observando con preocupación a Charles. ¿Qué estaba pasando con él? Sabía que el profesor era bastante excéntrico, y tenía una forma de ser muy particular, pero… ¿Pasearse por el bosque a esas horas, gritando? Tal vez estaba enfermo, pero su cuerpo decía todo lo contrario. Al verle abrir ligeramente los ojos, se incorporó, mas contuvo el impulso de acercarse mucho, pues debía brindarle su espacio. Frunció el ceño al escuchar los grito del doctor, y acto seguido, extendió una mano frente a él, como señal para que se detuviera. – Doctor, no grite por favor, el profesor podría haberse golpeado la cabeza o haberse desmayado por una jaqueca.- El Doctor probablemente sabría eso más que nadie, pero ella con sus conocimientos también debía de imponerse en una situación así.

Volvió a inclinarse sobre el Profesor, mirando siempre de reojo al Doctor para que estuviera atento. – Señor Lutwidge, ¿puede oírme? ... ¿Charles? – Sabía que podía ser una falta de respecto referirse a él por su nombre, debido a la gran diferencia de sus cargos, pero debía hacerlo reaccionar en ese momento.

Los ecos retumbaron en su cabeza. "profesor" "Charles" decían repitiéndose hasta perderse en su inconsciente... las palabras le parecían tan familiares, más familiares que los rostros que acababa de ver, mas aun estaba confundido... No... murmuró negando con la cabeza Aeon agregó abriendo los ojos e intentando sentarse, llevándose nuevamente la mano a la sien.

¿Quien es Charles? se preguntaría sin hayar una respuesta, sin lograr ver una referencia real a aquel termino entre las interminables hojas ¿Es que no existía ese tal Charles?. Señorita Rougeriant ¿qué es un Charles? preguntó observando a la mujer por el rabillo del ojo aun oculto detrás de su mano.

la sudoración se había detenido, pero el ritmo cardíaco aun seguía acelerado, la piel bajo el cuello había perdido temperatura y los iris de hombre danzaban dentro de sus órbitas. Deglutió. Perdido... se sentía perdido, ajeno al cuerpo que traía consigo.

En cualquier otro escenario donde Mikhail se hallase más atento de sus alrededores, el maternal llamado de atención de Carmine le habría hecho sentirse como un crío recibiendo un regaño, pero en este caso la ignoró por completo al hallarse tan pendiente del paulatino despertar del profesor. Cuando finalmente el susodicho les habló, hizo una corrección referente a su nombre que desconcertó ligeramente a Mikhail. ¿Aeon? ¿Qué querría decir? Obvió su confusión y apoyó una mano en la espalda ajena para servir de apoyo mientras intentaba levantarse, retirándola una vez vio podía sostenerse solo. Al rato, el recién despabilado docente llamó a la criada por su nombre y enseguida cuestionó el suyo propio, quizá padeciendo algún extraño tipo de amnesia momentánea. De cualquier modo, al médico le bastó mirar una vez los desorbitados ojos opuestos para ver que algo no iba muy bien dentro de él.

-Usted es Charles. ¿Sabe quién soy? ¿Recuerda a otras personas? ¿Sabe dónde está?- no le sorprendería que no lo recordara a él o fuera a corregirle otra vez con lo de "Aeon", pero aun así debía evaluar el resto de su cognición y aquel lugar no era exactamente el más indicado. -¿Puede levantarse? Deberíamos volver a la caseta para ver cómo se encuentra, además de descansar… no lucía del todo bien antes de desmayarse- y no es que luciera del todo bien ahora. Esperó la cooperación del par, levantándose y estirando la mano hacia el otro hombre en caso de necesitarla.

Al estar inclinada sobre el semi-inconsciente Doctor, pudo escuchar levemente el “No” que pronunció, y por lo mismo se inclinó un poco más sobre él, apartando el cabello que cubría su oído para así poder escuchar mejor lo siguiente que fuera decir. Y fue justamente así como escucho sus siguientes palabras. - ¿A… eon? – Repitió confundida, mirando al Doctor, buscando en él un gesto que le indicara que sabía a qué se refería el profesor, más el parecía ignorar el tema, como si no lo hubiera escuchado.

Se apartó inmediatamente en cuanto el joven que antes se encontraba postrado intentó reincorporarse, imitando el gesto del Doctor al ayudarlo, colocando una mano en su espalda y con la otra sujetando suavemente su brazo. La pregunta que le fue formulada le tomó por sorpresa de tal forma que no fue siquiera capaz de responder, sumado a eso el hecho de que el mirar ajeno la había puesto algo nerviosa. Su boca se abrió, pero ninguna palabra salió de esta, sino que se abrió y cerró un par de veces antes de voltear a ver al Doctor, sumamente confundida. ¿Qué estaba sucediendo ahí?

Dejó Mikhail se dedicara a interactuar con él, suponiendo que el ser un Doctor sabría mejor que hacer en una situación como esa, aunque debía admitir que incluso ella se había sentido algo agobiada con tantas preguntas que le hecho. Ella se limitó a acariciar suavemente su espalda, la noche no era precisamente cálida y quien sabe cuánto tiempo había estado ahí tirado, así que de esa forma solo intentaba hacerlo entrar en calor. – Será mejor que hagamos lo que dice el Doctor Volkov, Profesor.- Agregó mientras le sonreía sutilmente.

Aeon se quitó la mano del rostro dejando ver su ceño entre fruncido observándolos de reojo a ambos con el rostro inclinado. Los escuchó, sientió su preocupación y el calor de ambos en su espalda. En cierto modo era reconfortante saber que había quienes pudiesen preocuparse por él aun sin saber de quien se trataba en realidad. aunque... en realidad era él quien no sabia que era en realidad. Je... Aeon Aeon... ¿a que juega tu cabecita ahora?

¿Soy un Charles? preguntó incrédulo ¿es una clase de adjetivo calificativo? flectó sus piernas para sentirlas. Estaban en buen funcionamiento por lo que intentó ponerse de pie, lográndolo. El rostro del hombre era una seria reflexión antes de recitar Usted es el Señor Mikhail Volkov, 26 años, Medico de profesión, fascina del café y le teme a las alturas. También se otros datos sobre su historia que no mencionaré por que serian una indiscre... ción. Los ojos del hombre se abrieron de par en par y por un momento pareció que caería nuevamente ¿Porqué se todo esto? Fecha de nacimiento, miedos, gustos, historia en general de ambos adultos a sus costados y... de otra gente, de otros rostros ¿Por qué? ¿Realmente conocía todos esos rostros? ¡Maldición AEON recuerda!

Su vista se fijó en la caseta, en el camino... y luego en la dulce Carmine No, la caseta no... Necesito descansar de ella, aun no es mi tiempo para visitarla. observó al medico sonriendole afablemente, casi confidente mientras respiraba con cierta agitación nuevamente, con el cuerpo ligeramente inclinado tal como si hubiese corrido alguna clase de maratón ¿Cual es el diagnostico preliminar Doc?

¿Qué estaba sucediendo ahí? Lamentablemente ni siquiera él experimentado doctor tenía la respuesta, el amnésico comportamiento del maestro le tenía tan desconcertado como a la fémina, convirtiéndose así en cómplice de aquella tortuosa confusión. Frente a insólitos casos como aquel, ni siquiera su condición de médico conseguía salvarle de la duda e inexperiencia, pues si bien trató en el pasado con varios heridos de guerra atormentados por las crueles memorias de la misma, nunca lo hizo de un modo psiquiátrico, su única responsabilidad con ellos era recetarles las drogas correspondientes. La verdad era que sus habilidades para lidiar con la razón humana no superaban por mucho a las del promedio.

Retrocedió un paso por la mera impresión ante la secuencia de datos que Charles mencionó de él, claramente los primeros era información básica de él, mas no era así con su temor a las alturas, no era ningún oscuro secreto o vergüenza, pero no dejaba de ser algo bastante puntual que no había compartido con nadie del orfanato. ¿Cómo podía saberlo? La confusión y sospechas del albino seguían creciendo. La situación del hombre era desconcertante… sentía que podía descartar totalmente la amnesia, ya que mencionando la caseta le había confirmado saber dónde estaba, asimismo los recordaba a ambos y tenía conocimiento de cosas nunca antes revelados por él.

-Nada acertado- admitió rotundamente, aunque prosiguiendo. -Recuerdas a la señorita Rougeriant y a mí, incluso conoces cosas que no deberías, aunque sospecho no recuerdas donde adquiriste esa información. El único dilema es tu nombre, por más que te digamos que tu nombre es Charles pareces incapaz de asimilarlo, como si desconocieras por completo la palabra- suspiró resignado, no podía concluir nada. Si quería llegar a algún lado, tendrían que seguirle la corriente. -Entonces, Aeon... ¿a donde debes ir?- preguntó, pronunciando su nombre con cierto énfasis, deseaba confirmar si en efecto esa era su identidad asumida.

“¿Soy un Charles?” La pregunta le hizo fruncir el ceño y reír incrédula… ¿Estaba jugando con ellos acaso? Podía esperar esa clase de juegos de alguno de los niños del Orfanato, más nunca pensó que oiría algo así de la boca de uno de los profesores. Pero si los niños oían y veían cosas, ¿Quién decía que los adultos no veían y oían las mismas cosas, o incluso, algunas aún peores? Tal vez eso fuera lo que afectaba al joven moreno.

Sus ojos se abrieron de par en par ante los datos que sin más el profesor comenzó a dar, todos relacionados al Doctor. ¿Cómo era posible que supiera tanto? Hasta donde ella sabía, ambos hombres no eran tan cercanos como para que uno supiera tanto de él otro, y ella, que presumía conocer a todos los habitantes del Orfanato, con suerte sabia solo su edad y su nacionalidad. Tan sorprendida estaba que incluso estuvo a punto de pedirle que dijera algo sobre ella, mas no tardo en realizar lo imprudente que eso podría ser, además, no quería verse expuesta a que por alguna razón fuera a revelar cosas sobre ella que no quería que nadie supiera, además, ante la reacción del albino, supuso que todo eso no suponía para él algo gracioso, mucho menos un juego.

Pero al final, el Doctor negó lo dicho por el Profesor, dejándola a ella con la duda de si había sido verdad o no lo que había hecho… por lo menos en relación a su nombre y a su edad estaba en lo correcto. Entonces, mientras el joven profesional se dedicaba a dar su visión de los hechos, ella se mantuvo preocupada, viendo como de la nada la respiración del profesor comenzaba a agitarse de la nada. Poso una mano sobre su hombro y puso la otra sobre su corazón para ver si también se encontraba acelerado, tal vez fuera que estaba sufriendo alguna clase de taquicardia. – Debemos llevarlo a la Mansión, Doctor.- Interrumpió su pregunta al responder primero que su ahora “paciente”, haciendo énfasis en la primera palabra. – El Profesor no se encuentra bien y mantener un cuestionario aquí afuera a estas horas no ayudara en nada.

El hombre golpeó la palma de su mano con el puño de la otra mientras afirmaba con cierta exclamación No soy un ferviente admirador, pero el Doctor Stukov, neurólogo ha sido capaz de obligar a sus pacientes a olvidar por ejemplo cosas tan elementales como el numero 2. rió y por un momento su cuerpo estaba incorporado como si nada estuviese pasandole Es realmente gracioso verlos contar con sus dedos... uno, tres, cuatro... jejeje agregó mientras tocaba cada uno de sus dedos saltándose el anular. volvió la vista hacia el medico Si mi nombre es Cha... ch... ¡ese! y no... Aeon ¿habré sido victima de algún robo de identidad?

Entornó los ojos y al intentar dar un paso perdió el equilibrio, como cuando el pie esta herido y uno teme lastimarse. aparentemente el cuerpo también complotaba contra él esta noche. Le sonrió a carmine mientras apoyaba su mano en el hombro de ella suavemente recuperando el equilibrio Lo lamento movió su mano para indicar que se refería a ello. Srta Carmine siempre con un impecable sentido común, os acompañare... Si me ayudan a caminar claro trató de sonreír con cierta vergüenza ¿habré bebido de más?

Queriendo apreciar el comportamiento de un aturdido y desinhibido Charles, guardó silencio e ignoró en primera instancia la interrupción de la criada, observando al susodicho contar infantilmente con sus dedos tras nombrar a un neurólogo llamado Stukov del cual jamás escuchó en sus años como médico, preguntándole a continuación acerca de su crisis de identidad.

-O quizá solo se dio un buen golpe- respondió con naturalidad, masajeándose una sien. Aun no podía decir si estaba del todo bien o no, a ratos parecía sufrir lapsos de alejamiento en donde solo acotaba comentarios inconexos y al segundo después volvía en sí, refiriéndose a su situación. Por otro lado, quizá él siempre era así de oscilante, descifrar su condición habría sido más fácil si lo conociese desde antes. Al notar que intentaba dar un paso, le tomó con cuidado del hombro para evitar que cualquier posterior pérdida de equilibrio terminara en una dolorosa caída. Con su irreflexivo estado, lo último que necesitaban era que se diera otro golpe en la cabeza.

-De vuelta al orfanato, entonces- condescendió rodando los ojos al acceder a las anteriores palabras de la resuelta Carmine, discrepar con ella o el delirante profesor no le llevaría a ningún lado. A regañadientes tomó el brazo ajeno y lo acomodó firmemente sobre su cuello, sirviéndole de apoyo junto a Carmine, presto a llevarlo de vuelta al Rose Garden, mas no de la mejor gana; volver al tétrico lugar donde trabajaba a esas horas de la noche no le emocionaba demasiado. Rió con la última interrogante del docente, al menos la compañía del par no era mala. -O quizá solo se dio un buen golpe- repitió con una sutil sonrisa, no le sorprendería si ese llegaba a ser el real diagnóstico.

Esta loco… Pensó. Está loco, está loco, está loco, pero… ¿Quién dice que el doctor y yo no lo estamos también? Observó a Charles mientras le escuchaba, viendo cómo cual niño intentaba contar, haciendo énfasis en la pérdida del número par, ¿qué tenía de divertido olvidar? Aunque ahora que lo pensaba, se había visto envuelta en un dilema. Oh, cuanto deseaba ella poder olvidar, no su identidad, sino el pasado que condenaba su futuro, así como a su frágil mente y su confundido cuerpo.

Tan o más ausente aun que el doctor se encontraba que su traspié le tomó por sorpresa y le hizo volver en si al momento justo para sujetar el mismo brazo con el que él se sujetaba a su hombro. – No se preocupe, está bien… - Le dedico una suave sonrisa, no por cortesía, si no por intentar disfrazar y ocultar la inquietud que sentía. Dejó que el Doctor acomodara el otro brazo del Profesor sobre su hombro para servirle de apoyo, y aunque le hubiera gustado hacer lo mismo, su escasa altura se lo impedía, por lo que simplemente se mantuvo sujetando firme y delicadamente su brazo.

Su unió a la risa del albino ante las palabras del moreno profesor, negando suavemente mientras avanzaba a paso cuidadoso de regreso hacia el Orfanato, lugar que ciertamente podría influenciar en el estado del profesor; para bien o para mal. – Usted no bebe más que té todo el día, profesor, y hasta el momento, nunca había parecido afectarle. – Fue su vaga respuesta, ¿irrelevante? Tal vez; lo que buscaba eso sí, era ver si el doctor recordaba datos como los de sus gustos, comprobar que no había olvidado más que su nombre. Aunque claro, fuera cual fuera la respuesta, ese no dejaba de ser un caso sumamente extraño, descabellado, incluso.

¿Terminaremos todos así de seguir en este lugar? Se preguntó nuevamente, mientras la palabra que remarcaba esa velada seguía dando vueltas en su cabeza, amenazando en sumirla en un el estado que conllevaba el significado de la palabra… “Locura”.

Apoyando su cuerpo en el del Médico y siendo sujetado suavemente del brazo por Carmine se dejó guiar camino al orfanato, no sin dejar de verborrear palabras y frases como había hecho hasta ahora tal y como cuando se le da mucha azúcar a un niño o se bebe mucho café, aunque claro, sin la mirada errante.
Con calma expusó su punto... Poseo Datos duros, ya saben, fechas, nombres.. esas cosas, mas soy completamente lego si nos referimos al contexto social de las personas... Se alzó de Hombros -o al menos lo intentó como un acto reflejo- [color=indigo]con ello me queda por preguntarles [color=indigo]ró inspectivo ¿Siempre son así de aburridos sus diagnósticos Doc? o es que necesita examinarme con mayor profundidad? y sus cejas se levantaron con una sugerente mirada ¿Lo ayudaras Mine o me Cuidaras?. Sonrió volviendo la vista al frente, con el orfanato solo a algunos pasos más... sintiendo como su corazón comenzaba a agitarse con ansiedad, expectante a la boca del lobo, esperando ser tragado por aquel inmueble y es que estaba vivo, el maldito edificio estaba vivo desde lo más profundo, tragándose y digiriendo lentamente a sus victimas.

"vamos vamos... unos pasos más para ser devorados por la criatura
cinco más para subir por su garganta de escalones
y luego...
y Luego...
hasta fondo de su barriga para apuñalar el corazón de la bestia"

canturreo suavemente cerrando sus ojos y dejando que su cabeza cayese hacia atras como quien degusta un exquisito aroma o se deja atrapar por el efecto de alguna droga relajante

Spoiler:

-No formulo mis diagnósticos con el fin de hacer reír a la gente, profesor, su condición puede ser todo menos un chiste… pero eso ya lo entenderá. - Recitó la última parte con un inconsciente dejo de malicia y miró de reojo a Charles sin una pizca de simpatía, no estaba de humor para ser considerado un comediante, menos con el estrés del trabajo haciéndole añicos su temple. Quizá debió haberlo dejado a su suerte. -No obstante, tiene razón, una examinación más a fondo podría darme la información que necesito para dar con el origen de su problema.- Continuó caminando en dirección al orfanato ayudándose del apoyo ofrecido por Carmine, ya no faltaba mucho. -En todo caso, no es algo que vaya a averiguar en una sola sesión, además, estoy seguro que usted tiene cosas más importantes que hacer con su valioso tiempo.

Esperó a algún comentario por parte de la muchacha para saber cómo procederían con el caso del maestro, Mikhail era capaz de dejarlo en las puertas del edificio e irse a dormir si de él dependiese, pero la cándida criada probablemente no le permitiría deambular en solitario por los pasillos del orfanato a esas horas de la noche, menos en tan delirante estado. Tenía un muy mal presentimiento de todo ello, y la peor parte es que quizá terminaría incluyéndose en ese embrollo.

El rostro del maestro se mantuvo inclinado en dirección al medico mientras este hablaba, observándolo con la mirada lejanamente perdida, pero sin dejar de ver los ojos del hombre mientras hablaba... Tan calculadas las palabras, tan serio, tan lleno de seguridad. Le recordaba un poco a él... cuando no era el de hoy. Sonrió como quien le sonríe a la muerte... Oh Doc, no querría estar en sus zapatos... aun.

1 día es todo el tiempo del Mundo Mikhail y considerando que imperios han caído en menos de un cuarto de hora, nosotros... Bueno. y se interrumpió.

entonces la voz de la muchacha le acaricio volviendo la vista del hombre a ella ahora. Impresiona la facilidad con la que oculta las cosas detrás de esos lindos y coquetos ojos dulces. No sufras pequeña, pretendo liberarnos.. Cuando ella se retiró el se alzó un poco para no ser una carga tan pesada para el medico y al verle tan cerca le dio la razón. Tiene razón Sr. Volkov no sea el tercero en discordia. Ya me dejare caer en sus manos y solo para ud. Muerto si prefiere susurro solo para el hombre dándole un codazo cómplice.

Se alzó poniéndose de pie y acomodándose la chaqueta, sonriendo como si no sucediese nada mientras se paraba derecho y los observaba a ambos con relajo. Movió sus descalzos dedos del pie para limpiar un poco el barro y luego alzando levemente el dedo agregó Me parece excelente, pero preferiría pasar la noche en la enfermería.

A esas alturas de la conversación el galeno tenía su percepción mayormente apagada, cualquier palabra articulada por Charles le entraba por un oído y salía por el otro, se había aburrido de intentar descifrar que frases tenían sentido y cuales eran simples delirios. Aun así, fue todo oídos cuando escuchó por asomo la tentadora oferta de Carmine; dejar al maestro a su cuidado mientras él se iba a descansar. Dudó unos instantes, sin embargo, viendo a Charles secundarla en su proposición y disponiéndole una instancia para examinarlo, decidió acceder. La última oración susurrada por el mayor le desconcertó al punto de no saber cómo responderle, después de todo, él no era el único con memorias reprimidas. Optó por pasar del asunto y dejarlo en manos de la criada.

-Está bien, señorita Rougeriant, gracias.- Antes de continuar, se separó con suavidad del profesor asegurándose de que pudiera mantenerse en pie por cuenta propia. -El cuarto de enfermos está sin llave, el profesor podrá descansar ahí y yo pasaré a chequearlo mañana. Avíseme si surge algún problema.- Voltea después hacia Charles y procede a despedirse del par. -Entonces, profesor, lo veré por la mañana… Buenas noches a ambos.- Dicho esto, se dio media vuelta y emprendió el camino de regreso a la caseta, sentía que necesitaría un buen descanso si quería ser capaz de examinar a un personaje como Charles. Eso y mucho café. 

Aun a pesar de haber sido ella quien hiciera la oferta, y si quería ser sincera consigo misma, no esperaba que el doctor aceptara su oferta tan fácilmente, pero aun así no hizo comentario al respecto, sino que simplemente asintió a sus indicaciones y se mantuvo en silencio esperando a que se retirara y que el profesor por fin entrara.

Ahora que lo pensaba, la idea de estar a solas con el profesor a esas horas de la noche causaba en ella cierta inseguridad, una sensación incomoda que mantuvo oculta en todo momento en su disimulada sonrisa, mientras sostenía la puerta para el doctor, eso si, mirando de reojo el tapiz de la entrada como clara indirecta de que, aun sin zapatos, debía limpiar sus pies antes de entrar. – Si pasara la noche en la Enfermería, entonces me asegurare de que tenga mantas suficientes para que no pase frio, señor.- Ya estaba dado por sentado que el hombre pasaría la noche ahí, cosa que solo hacia crecer su inseguridad. ¿Y si su estado le llevaba a hacerle algo a los niños? Eso era algo que simplemente no podría permitir.

Sígame por favor, le prepararé algo caliente para que entre en calor y pueda dormir tranquilo.- Le invito a adentrarse a la casona, en dirección hacia la cocina, en donde en un par de minutos y con la ayuda de un caso y el fuego que aún se mantenía vivo, calentó un poco de leche, la cual endulzo con una cucharada de miel. – Esto duerme hasta el más inquieto de los niños, de seguro le ayudara a dormir a usted.-  Agregó con una suave sonrisa.

Ciertamente esperaba que aquello lo hiciera dormirse, si no, esa sería una noche en vela para ella.